Sana y salva tras un secuestro que tuvo en vilo a la sociedad

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La ginecóloga Milvana Salomone fue liberada ayer en Canelón Chico, poco después de las 6:30 de la mañana, en buen estado de salud. El viernes, la familia cumplió con el pago de US$ 300.000 que los secuestradores habían exigido, al término de las negociaciones que comenzaron el sábado 30 de mayo, con un llamado telefónico a un almacén cerca de la vivienda familiar de la médica, en el Parque Batlle.

La Policía, que desde días atrás tenía identificada a la banda de secuestradores, se movió con agilidad ayer de mañana y detuvo a gran parte de la organización, junto a cómplices y colaboradores: diez hombres y tres mujeres, todos mayores de edad. 

Asimismo, se informó que la Policía logró recuperar el dinero pagado por el rescate, aunque los detalles precisos de la negociación y del monto exigido por los secuestradores no fueron divulgados ayer en la conferencia de prensa del jefe de Policía de Montevideo, Mario Layera.

Según informes que El País conoció días atrás, el 2 de junio se recibió en el despacho de un abogado un primer pedido de US$ 500.000 vía telefónica. El lunes 8, según confiaron fuentes de la investigación, ya se había efectuado "una primera entrega", aunque el monto no fue especificado. Se esperaba, confió la fuente, una entrega adicional, que se cumplió el pasado viernes.

Liberación.

Milvana, que cumplió 48 años el pasado 6 de junio, fue dejada por sus captores en la Ruta 32 y Camino Al Gigante. La obligaron a echarse boca abajo en una cuneta y le dijeron que contara "hasta 500".

Cuando se levantó, se dirigió hasta la primera casa cercana que encontró, donde reside un matrimonio de edad avanzada, y desde allí llamó por teléfono a su padre y a su hermano, Pablo Salomone.

Durante la charla, que duró unos 20 minutos, contó que el secuestro se produjo en la puerta de su casa, el viernes 17 de mayo, cuando llegaba desde Florida, y que la subieron a otro auto (ver página 5).

Rescate y rumor.

El pasado viernes 12, en el Molino de Pérez (rambla de Malvín), Germán Álvarez, marido de la médica, hizo efectivo el pago de los US$ 300.000, en un bolso que arrojó por la barranca, tal como se lo habían ordenado los secuestradores.

Una vez cumplido el pago, se emitió una alerta para evitar que los secuestradores pudieran salir del país. Al caer la tarde del viernes, las jefaturas de Policía de Paysandú, Río Negro, Soriano y Colonia, recibieron una orden del Ministerio del Interior de cerrar las rutas del litoral que tienen salida del país. La comunicación advirtió que cuatro hombres "fuertemente pertrechados y con una importante suma de dinero", viajaban a bordo de un automóvil.

De inmediato decenas de unidades y cientos de efectivos fueron desplegados sin saber exactamente qué era lo que estaban buscando.

Ese despliegue inusual fue el disparador del rumor que el sábado temprano se esparció por radios y por redes sociales, de que la médica había aparecido con vida.

De acuerdo a una información chequeada con varias fuentes, Milvana Salomone iba a ser liberada el mismo sábado.

Ante esa posibilidad, el padre de la doctora informó a Subrayado que gestionó ante el Hospital Británico que se dispusiera una habitación para que estuviera allí al menos unas 12 horas.

Este hecho terminó acelerando los rumores que, aunque no eran verídicos, presagiaban un desenlace inminente.

La negociación con los secuestradores se manejó de forma "encriptada" dentro de la familia de Milvana Salomone, dijeron a El País fuentes del caso. Su cuñado Diego Álvarez y su esposo manejaron en todo el momento el vínculo con el abogado Jorge Barrera, la Policía y los secuestradores.

Pero no fue hasta dos semanas después del secuestro que comenzaron a recibirse señales por parte de los captores.

Durante las dos últimas semanas de mayo, en el medio familiar reinaba el pesimismo sobre la suerte de la médica desaparecida.

Pero el día del 48 cumpleaños de Milvana, El País habló con el padre en su domicilio en Florida y el clima había cambiado: "Tenemos informes positivos; hay esperanzas", dijo Pedro Salomone, aunque se excusó de brindar más detalles por pedido de la Policía.

Una sucesión de intercambios ocurrió en la primera semana de junio entre los secuestradores y el entorno de Milvana, en distintos escenarios, que incluyeron mensajes en los medios de prensa.

Como ocurrió con el secuestro de Valentina Simon en diciembre de 2003 —cuando hubo intercambio de mensajes en la página de avisos fúnebres de El País—, en esta ocasión una publicación en El Gallito Luis, en la primera semana de junio, fue el vehículo utilizado por los negociadores para trasmitir que se aceptaba el pago de los US$ 300.000.

UNA LLAMADA Y UNA CARTA.

El sábado 30 de mayo, cuando se cumplían dos semanas del secuestro, Germán Álvarez, esposo de Milvana, recibió de manos de un almacenero del barrio un papel con una anotación: debía dirigirse a la calle Sambucetti, cerca del Estadio Centenario, para recoger una carta de la ginecóloga.

Los secuestradores no se habían puesto en contacto telefónico con la familia, sino con el almacén de la esquina de Rafael Pastoriza y Capitán Videla, situado a una cuadra de la casa de Milvana y donde la médica solía hacer algunas de sus compras.

El encargado del almacén recibió la llamada a las 12:30. Un hombre estaba al otro lado de la línea y le dijo:

—Anote esta dirección.

Como el comercio tiene servicio de delivery, el almacenero creyó en principio que se trataba de un pedido.

Pero la voz anónima prosiguió:

—Entréguele esta dirección al Sr. Álvarez, el esposo de Milvana Salomone. Allí podrá recoger una carta de la doctora.

El almacenero colgó, asustado, y fue hasta el domicilio de Álvarez Salomone a cumplir el encargo.

Esta fue la primera prueba de vida que la familia recibió. En la carta no había ningún pedido de rescate. Se trataba de demostrar que la médica estaba con vida.

Otras cartas fueron enviadas, escritas a mano por la médica, en las que esta comentaba algunas noticias del día. Al menos una fue enviada a su hijo adolescente, y en ella hacía un comentario sobre un partido de la selección uruguaya en el Mundial Sub 20 de Nueva Zelanda. Le aconsejaba que siguiera con ánimo.

Esa carta cambio el espíritu del joven, contaron a El País compañeros del liceo.

"Al principio, él estaba convencido de que la madre había muerto. Venía al liceo, pero se veía abatido. En uno de esos días cumplía años una de sus amigas. Él le dio un regalo. Le dijo: "Esto es lo último que compró mi madre antes de morir". Sin embargo, en los primeros días de junio, su actitud cambió, recuerda el compañero. "Volvió a jugar al fútbol, cosa que no había hecho antes".

De acuerdo con información que se divulgó en otros medios, pero que El País no pudo confirmar, la familia recibió 4 cartas de la médica, dos destinadas al hijo.

Tampoco fue posible confirmar si todas las misivas fueron entregadas en la calle Sambucetti.

En el almacén no volvieron a recibir ningún mensaje luego del 30 de mayo.

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