Sin rastros: se los tragó la tierra

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Presumen que los jóvenes cayeron en manos de una banda rival de Casabó. Foto: Fernando Ponzetto
Recorrida por barrio Casabo, ND 20160510 foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

Dos jóvenes desaparecieron hace nueve meses, en el marco de una guerra entre bandas.

Desde hace 9 meses, dos jóvenes permanecen desaparecidos en el marco de una guerra de bandas que involucra a sicarios y distribuidores de drogas en los barrios Casabó, La Paloma y El Tobogán, cerca del estadio Luis Tróccoli.

Se presume, en base a varios testimonios de vecinos e investigaciones policiales que se llevan adelante, que los dos jóvenes, Jorge Cotelo (18) y Emiliano González (19) fueron secuestrados y asesinados, y sus cadáveres ocultados en un terreno situado entre la margen del arroyo Pantanoso y el estadio de Cerro. Varios datos parecen corroborar el lugar preciso de ese entierro clandestino, utilizado por una banda de sicarios de Casabó.

Cotelo y González eran amigos y vecinos del barrio La Paloma, o "La City", como lo llaman en la zona. La banda de delincuentes de Casabó se encuentra enfrentada a un grupo de jóvenes al que pertenecían los desaparecidos, según coincidentes testimonios que recabó El País. Los problemas comenzaron en diferentes centros de internación y se expandieron al interior de los barrios.

Cotelo estuvo dos veces recluido en el hogar de menores Ceprili, y allí encontró a sus primeros enemigos.

Si bien la Policía maneja más de una hipótesis en cuanto al paradero de los jóvenes, "la más concreta es que los hayan torturado y luego los hayan matado", confiaron a El País investigadores del caso.

Por su parte, un joven que pertenecía a la banda de Casabó y que luego, por problemas de drogas, dejó de integrar la misma, aseguró a El País que "a los dos los enterraron en un rancho que tienen los del barrio Casabó en el Tobogán". Este pequeño barrio y el de La Paloma están separados por tan solo diez cuadras y ambos se ubican al suroeste de la Ruta 1.

Los protagonistas.

"El Manolo", "el Oreja Donato", "el Tulita" y "el Gárgola" son cuatro conocidos delincuentes que controlan Casabó. Todos están actualmente en prisión y se los vincula a diferentes homicidios y muertes por encargo ocurridos en los últimos dos años.

El nexo entre los barrios Casabó y El Tobogán es "el Oreja Donato". El joven delincuente, que se encuentra preso en Brasil por tráfico de estupefacientes y sobre el que pende un pedido de extradición a Uruguay, se crió en El Tobogán.

"El Oreja" está presuntamente vinculado con al asesinato del matrimonio paraguayo ocurrido el pasado sábado 6 de febrero en la Ruta Interbalnearia donde también falleció una adolescente de 16 años que pasaba por el lugar y fue atropellada por la camioneta donde viajaban los fallecidos.

Cuando comenzó a delinquir, se vinculó con los líderes de Casabó de forma inmediata, "ahí se potenció todo", declaró a El País un allegado a la banda de ese barrio.

Otra de las hipótesis que se manejan en torno a la desaparición de los cuerpos, y que no es descartada por los investigadores, refiere a episodios sumamente aberrantes y sangrientos, sobre los que no hay pruebas fehacientes, pero sí versiones que se repiten.

"En El Tobogán hay un chiquero de chanchos. Tenemos sospechas de que los cuerpos de los dos chicos fueron descuartizados, metidos en una olla, hervidos y tirados a los chanchos; no lo descartamos, los bichos esos se comen hasta los huesos", señalaron a El País fuentes vinculadas a la investigación.

Un vecino del barrio El Tobogán también indicó a El País está hipótesis, al igual que un informante que había estado vinculado a la banda del Casabó. Los familiares de los desaparecidos también están al tanto de esta versión.

Según señalaron vecinos del barrio La Paloma, "la pelea entre las bandas comenzó cuando unos gurises de acá lastimaron a un sobrino del Manolo". Este último fue procesado en febrero pasado por la jueza penal María Helena Mainard, por el homicidio de un hombre y un bebé de 15 meses en el barrio Casabó.

Cotelo, quien se fugó del hogar Ceprili el 11 de agosto del año pasado, cumplía pena por el hurto de una motocicleta en grado de tentativa. Según admitieron los propios familiares consultados, había tenido varios incidentes dentro del centro de internación con otros menores provenientes del barrio Casabó, entre ellos el citado sobrino del narcotraficante.

El joven "salía al patio y exclamaba: ¿Quién es del Casabó? Vamos a darnos porque quiero saber con quién paro", contó un funcionario del hogar donde se encontraba recluido, y que habló a condición de que se reservara su identidad.

Su amigo y vecino Emiliano González, quien también posee antecedentes según las fuentes policiales consultadas, entra en la historia —y también desaparece— por su vínculo de amistad con Cotelo.

La trama.

De la investigación que llevó adelante El País, se pudo establecer los pasos que llevaron a la desaparición de ambos jóvenes.

Luego de escaparse del hogar del INAU, Cotelo estuvo escondido en la casa de su novia, en el barrio Cerro Norte.

Con el menor también se fugaron otros dos jóvenes, entre los cuales estaba Cristian Gallo, del barrio Cerro Norte, quien podría ser un testigo clave en la investigación.

El 11 de agosto, ya de noche, la madre de Cotelo recibió un mensaje de texto de un núme-ro desconocido que decía: "mamá, quédate tranquila que estoy bien".

Ese día, la mujer buscó a su hijo por el barrio La Paloma y no lo encontró. Al día siguiente se enteró de que estaba en la casa de la novia y lo fue a visitar con su esposo.

"Le dijimos que se entregara, que le quedaba poco tiempo adentro, era un mes más, no valía la pena que anduviera escapado", relataron los padres del joven a El País.

Cotelo no hizo caso a los consejos de sus padres y las cosas empeoraron en cuestión de 24 horas.

El 13 de agosto a las 21:30, Cotelo fue hasta su barrio a buscar un abrigo. González, su amigo, fue quien entró a la casa de Cotelo, recogió una campera y se fue.

"Salí hasta la puerta porque sabía que andaban en algo", contó la madre a El País, al tiempo que intentaba no quebrarse y caer en el llanto.

La mujer le advirtió a su hijo que se quedara tranquilo, que "no se mandara ninguna". Las últimas palabras que la madre escuchó de su hijo fueron: "Quedate tranquila, entrá que ya vuelvo".

Nunca más volvieron a verse las caras.

Entregados.

Cotelo se marchó en la moto con González y otro muchacho: Marcio Soriano, de 19 años, cuyo cadáver fue encontrado dos días después, baleado y prendido fuego al costado de la Ruta 1.

El jueves 13, Marcio había estado varias horas en el barrio Cerro Norte con el joven fugado Cristian Gallo, quien actualmente se encuentra preso.

¿Qué sucedió entre el jueves 13 de agosto a la noche y el sábado 15 a la mañana?

La versión que maneja la Policía y que corroboraron a El País tres fuentes distintas vinculadas a ambas bandas que están enfrentadas, es que Marcio Soriano entregó a Cotelo y a González a la banda del Casabó, que buscaba venganza. A cambio de ese mandado, cobró un kilo de pasta base.

Marcio se hizo de la droga e intentó "colocarla" en una boca del barrio Maracaná, ubicado al norte de Ruta 1, cerca de La Paloma. Un día después, Marcio fue ultimado a tiros junto con su cuñado. Los cuerpos de los dos hombres, semicalcinados, fueron encontrados por la Policía en una banquina cubierta por el agua.

Agonía.

Las familias de ambos desaparecidos no encuentran consuelo ni soluciones. "Hablamos con todo el mundo, queremos encontrar a nuestros hijos, aunque sea quiero verle un pie a mi hijo, poder llevarle una flor al cementerio", dijo la madre de Cotelo a El País. La mujer aseguró que si bien "se han hecho cosas, no ha sido suficiente"

El padre de Cotelo, por su parte, dijo que "está bien que se invierta en buscar desaparecidos de la época de la dictadura, yo aplaudo eso y me parece perfecto que se gaste todo el dinero que se tenga que gastar para que encuentren a esa gente que está desaparecida. Pero también quiero que busquen a mi hijo, ¿o porque somos pobres no lo pueden buscar y darle la misma prioridad? ¿Cuál es el tema acá?", se preguntó.

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Presumen que los jóvenes cayeron en manos de una banda rival de Casabó. Foto: Fernando Ponzetto

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