El candidato a presidente por el Frente Amplio, Yamandú Orsi, destacó esta semana el trabajo que lleva adelante Pablo Bartol, exministro de Desarrollo Social entre marzo de 2020 y mayo de 2021, con su Fundación Piso Digno, que ofrece una rápida construcción de pisos de madera de calidad para que no haya más uruguayos viviendo sobre la tierra, en particular por el impacto en la salud en los niños.
Lo que puede parecer una realidad del siglo pasado, persiste, y se puede ver a media hora del Centro de Montevideo. Miles de personas viven en el oeste de la capital en asentamientos, durmiendo en “cabañas” como le dicen los locales, cubiertas de chapas, o bloques en el mejor de los casos, donde varios tienen piso de tierra, frente a una bella vista que contrasta con su realidad.
Según cifras oficiales de años atrás, unos 7.000 hogares uruguayos, 2.500 de ellos en Montevideo, tienen piso de tierra. Desde agosto de 2021, la fundación colocó 813 pisos -se cuenta uno por hogar, pero hubo ampliaciones- en 85 asentamientos de la capital, nueve de Canelones y uno de Ciudad del Plata (San José), que impactó en la vida de unas 3.000 personas. El número actualizado de hogares con piso de tierra se sabrá el 10 de diciembre cuando se presenten los datos del Censo 2023, dijo a El País el director del INE, Diego Aboal.
Orsi habló esta semana en Radio Carve del prejuicio que tenía con las soluciones como la de Piso Digno, transitorias y que no implican ofrecer una vivienda completa. Sin embargo, en una recorrida por Montevideo, el frentista dijo que una vecina le contó que tenía “problema con las ratas” en su piso de tierra, que lo “resolvió” con Piso Digno. “Ahí me dejé de decir pavadas”, indicó.
El candidato planteó que “ojalá” se pueda superar el problema, “como dice este gobierno, de 'asentamiento cero'”. Pero que antes o en el “mientras tanto” de buscar realojar y regularizar a las personas, se deben “resolver los problemas del ya, con la cabeza puesta en la gurisada”. “Entre vivir entre el barro y no, hay una diferencia brutal”, insistió.
Consultado sobre si Orsi lo contactó tras destacar la iniciativa Piso Digno, Bartol, en diálogo con El País desde el merendero del asentamiento San Miguel, señaló que el candidato por el Frente Amplio lo llamó una vez, este 5 de mayo, tras recorrer el barrio 40 Semanas. “Me agradeció, y me dijo ‘buenísimo, sigan adelante’”, contó el también gerente de Desarrollo Social de la CAF - Banco de Desarrollo de América Latina desde 2022.
“Cuando ves la realidad de cerca, captás la diferencia que hacés en la vida de esa persona. Desde lejos capaz que se ve como algo chico, pero de cerca se ve como algo muy importante”, destacó Bartol sobre la colocación de un piso, en el día, para dar un “mínimo de dignidad” y, sobre todo, evitar que “ningún niño nazca en un piso de tierra”.
A poco de salir del Mides, Bartol contó que se fue a descansar a Paysandú, pero terminó recorriendo el asentamiento Antena 35. Piso Digno, que fue un apunte en el celular en 2016, renació cuando vio una embarazada de siete meses que vivía con un piso de tierra. Primero pensó colocar hormigón, pero como no se puede esperar el tiempo de fraguado, pasó al piso de madera, que reduce la humedad en el ambiente.
La humedad generada en las viviendas más precarias provoca enfermedades respiratorias de gran impacto en los más chicos, que derivan, entre otras consecuencias más allá de la salud, en un mayor ausentismo escolar. Otro efecto, entre varios, es que si un bebé gatea en la tierra corre el riesgo de que le ingresen parásitos que pueden generarle enfermedades gastrointestinales y malnutrición.
Lo cierto es que Piso Digno nació al salir del Mides. Bartol dijo que “en general, quien toma decisiones de política pública siente una presión enorme para dar soluciones completas”. Y por ello llamó a “distinguir” esas soluciones, con otras de “emergencia”, como colocar pisos de madera, para brindar “mejor salud”, sobre todo a los niños.
El proceso implica colocar un nylon de 100 micrones sobre el piso de tierra o fino hormigón para evitar que suba la humedad y bacterias; luego incrustan en varios puntos estacas de eucalipto colorado; arriba se clavan los tirantes de eucaliptus blanco, y encima van tablas de pino. Algunas maderas, de exportación, son donadas por la industria forestal.
La instalación deja un piso a unos 10 centímetros de distancia de la tierra, que realiza un constructor quien suele recibir ayuda de los beneficiarios. El proceso debe durar horas, porque se sacan todas las pertenencias de una casa, y una vez terminado el piso, se pasa una pintura color terracota, también entregada por la fundación, que seca en una hora, para proteger la madera. Si el piso se cuida, tiene una vida útil de hasta unos siete años.
De acuerdo a los testimonios recogidos por El País, el piso le “cambia todo” a quienes pisaban hasta ahora la tierra, quienes vivieron toda su vida en asentamientos. La fundación, que recibe aportes de privados, ya instaló unos 18.000 metros cuadrados.
Consultado sobre si en caso de que ganara Orsi, y le ofreciera un cargo para encabezar la implementación nacional de Piso Digno, él aceptaría, el exministro retrucó: “Si vos me decís, ayudar, siempre estuve para ayudar a todo el que me lo pidió, venga de donde venga”. “Lo de ocupar un cargo ya me tocó, fue una etapa, tendría que pensar mucho si quiero volver (…) pero ayudar siempre van a contar conmigo, y más para mostrar esta realidad tan dura. Si alguien desde el gobierno quiere darle impulso a este tipo de iniciativas obvio que va a contar conmigo”, agregó.
Pensando en un próximo gobierno, sin importar el signo político, la expectativa de Bartol es que este “aporte recursos para esta tarea, que no lo deje solo o librado a las donaciones que se pueden conseguir, que siempre son más limitadas y el impacto es muy acotado”, señaló.
No solo de Orsi, sino de “muchos”, está escuchando que “se le va perdiendo el miedo a que los critiquen por dar una solución más parcial”. Y con un tono optimista, que lo caracteriza, estimó que “se van a tirar al agua”. En caso de tomar la idea, valoró que debería ser el Ministerio de Vivienda quien lleve adelante tanto la solución completa, como esta de emergencia.
Para erradicar el piso de tierra en Uruguay, Bartol planteó que se debería cumplir la tarea en “un año o dos máximo”, y solo en Montevideo “en un año”. “Así como hoy le estamos dando luz segura a todos; bueno, que otra meta como sociedad sea dar un piso digno a todos”, remarcó el trabajador social, quien ya piensa en su próximo objetivo: instalar baños en las cabañas precarias.
Recuperó a su hijo tras obtener el nuevo piso
En el asentamiento San Miguel Norte, Ana María, de 31 años, contó a El País: “Sin el piso, no me entregaban a mi hijo”. En la Justicia, le decían “’no podés tenerlo’, por las condiciones, había barro, de todo”, señaló la joven que se mudó en enero a ese “terrenito a pagar”, sobre el cual construyó junto a familiares una cabaña con chapas y otros objetos. Antes se le “llenaba” todo de barro ya que su casa se “llueve” , incluso hoy, dijo al mostrarla. “La humedad se nota, pero no como antes. Teníamos que salir, estar con botas adentro de casa y todo”, narró la joven que vivía en otro asentamiento. Sus hijos tienen problemas respiratorios. Ana María estimó que la asistente social que controla a sus niños la va a ayudar “a construir la casa para que ellos estén un poco mejor”.
“Un cambio radical” en asentamientos
En Santa Catalina, frente a los caños de la fallida regasificadora de Gas Sayago, hay un extenso asentamiento. Es jueves y bajando por un camino se ven colchones apoyados en una cabaña con chapas, y a un costado muebles con ropa, entre otros objetos de Camila, de 17 años, madre de una bebé de tres meses, a quien la fundación le colocó el piso.
Para ella, que gran parte de su vida la pasó en piso de tierra, este resulta un “cambio radical”, que coincide con el estreno de la cabaña que le regaló su abuelo. “Un piso de tierra no es feo, porque ta, feo es no tener casa, ¿entendés? Pero un piso de madera frente a un piso de tierra, te cambia todo”, indicó la joven a El País.
Antes de vivir aquí, estuvo en otra casa alquilada con el mismo piso. “Es un lujo, porque tampoco es que se te cae el piso ni nada”, puntualizó.
En tanto, el piso de tierra “es horrible”: “Constantemente tenés que estar limpiando, pero tampoco podés barrer mucho porque se levanta polvo y te ensucia todo. Tenés que estar cuidando la comida, la ropa de la bebé (...) y estar abriendo la puerta para que salga el olor a polvo”, graficó.
En la zona, además, hay “ratas”, “arañas”, entre otros bichos, por lo que el piso le ayuda a que no ingresen.
Su madre, Victoria, de 35 años, contó a El País que cuando Camila era chica “al vivir en pisos de barro se agarró un montón de enfermedades”. Tuvo sarna y lombrices por “estar en el barro”, señaló.
“Un montón de gente del barrio necesita salir del pozo”, subrayó Victoria, que busca una vivienda. “Es horrible vivir acá abajo (...) por el barro, la tierra, el agua y la humedad”, al estar “pegados” al mar.
Criado en Casavalle, hoy ayuda a miles sin piso
Matías Acosta es el coordinador general de Piso Digno. Tiene 30 años, nació en un asentamiento de Casavalle, se crió en una vivienda precaria, con goteras, donde tenía que salir de botas los días de lluvia si no se embarraba. Si bien su casa no era de piso de tierra, sí la de sus amigos. Fue alumno del centro educativo Los Pinos, que fundó Bartol. Luego trabajó allí y en la Fundación Pérez Scremini. Estudia para ser ingeniero agrónomo, pero también quiere mantener este trabajo. “Llegar a casa y pensar que ayudé a una familia me llena el alma. Por mis raíces”, dijo Matías a El País. Hoy articula el trabajo en territorio, y le dicen “Mati”; lo conocen. La construcción de pisos suele venir de inquietudes de los referentes del barrio. Pero también por convenios, por ejemplo, con el Pereira Rossell. Si allí detectan que la familia de un recién nacido vive en piso de barro, se busca que al llegar ya tengan uno de madera.
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