URUGUAY EN LA GUERRA MUNDIAL (SÁBADO 16 DE DICIEMBRE DE 1939)
Anuncian la llegada de más naves de guerra al Río de la Plata en una guerra de rumores: barcos británicos y franceses, así como submarinos alemanes.
A las ocho de la noche de mañana domingo vencerá el plazo otorgado por el Gobierno uruguayo al acorazado de bolsillo alemán Graf Spee para que abandone el puerto de Montevideo. Una gran incertidumbre rodea lo que pueda ocurrir a partir de ese momento, pero está claro que el Spee zarpará y que al menos dos buques británicos lo esperan en el propio Río de la Plata para entablar un nuevo combate.
Las agencias internacionales de noticias aseguran que otras naves vienen en camino para apoyar a los cruceros livianos Ajax y Achilles en caso de batalla. Se menciona al Cumberland, en viaje desde las islas Malvinas, así como al acorazado Renown y al portaaviones Ark Royal, desde Río de Janeiro, de acuerdo con un despacho de United Press. Esta agencia asegura que ambas naves se dirigen “a toda máquina” hacia el estuario.
Desde París, fuentes “no oficiales” indican que el acorazado francés Dunkerke, de 26.500 toneladas, se desplaza hacia el Plata con la orden de atacar y hundir al buque alemán.
Para completar este panorama bélico, el corresponsal del Giornale d’Italia en Londres escribió que el régimen nazi envió a la zona submarinos y al Admiral Scheer, gemelo del Graf Spee.
Nuevamente hoy el puerto estuvo repleto de curiosos, que trataban de observar al Graf Spee o enterarse del último rumor. Fue una jornada pródiga en conjeturas.
Hay quienes temen que si sus pretensiones no son satisfechas por Uruguay, el capitán Hans Langsdorff resuelva apuntar los cañones de su poderosa nave contra Montevideo como represalia.
Mientras tanto, la tripulación alemana sigue tratando de reparar su barco. Los cañoñes fueron repintados, aunque todavía se aprecian los agujeros que abrió en el casco la metralla británica. Los responsables de los trabajos se quejan sobre las dificultades para encontrar en Montevideo chapas de acero de la calidad necesaria para usar en el buque.
Informe reservado.
El Gobierno elaboró hoy un informe reservado sobre las medidas a adoptar si el Graf Spee incumple el ultimátum.
Se evaluaron tres posibilidades. La primera es que el Spee efectivamente abandone el puerto de Montevideo. En ese caso, se lo seguirá “a prudente distancia” hasta que el acorazado abandone aguas territoriales. Si se llega a producir un nuevo combate, se deberá obtener “máxima y precisa información”.
La segunda posibilidad es que el buque alemán se quede y su capitán acepte la internación. En ese caso, la nave deberá ser fondeada en Dársena B, sin habilitación para moverse. Su tripulación será destinada a la isla de Flores y su plana mayor permanecerá bajo palabra en el país.
La tercera posibilidad admite que si el capitán se niega a zarpar y no acepta la internación, las autoridades uruguayas carecen de medios para hacer efectivo el acatamiento de la orden. En ese caso, dice el informe, “los hechos serán llevados a conocimiento del señor ministro para la acción permanente”.
Acciones británicas.
El primer planteo del embajador británico, Eugen Millington Drake, fue reclamar al Gobierno uruguayo que se le otorgaran apenas 24 horas al Spee para sus reparaciones, cuando su capitán Hans Langsdorff pedía no menos de 14 días.
Sin embargo, hubo un cambio de estrategia del diplomático británico: después pasó a tratar de retener al barco alemán lo más posible, a través de las normas de la Convención de La Haya que impiden la salida de un buque de guerra antes de las 24 horas de la partida de un mercante enemigo. Esto hace pensar que los ingleses pretenden ganar tiempo hasta que los refuerzos arriben al Río de la Plata.
Una idea de Millington Drake fue contratar jubilados para que espíen al Spee desde los cargueros ingleses en el puerto. Otras personas vigilan desde puntos estratégicos de la ciudad, listos para avisar si se produce algún movimiento de barcos. A estas horas, Montevideo es un hervidero de espías, hacia uno y otro bando.
Desde Londres, en tanto,se informó que el rey Jorge VI designó al comodoro Henry Harwood, comandante de las naves que combatieron en el Plata, “caballero comandantre de la Orden del Baño y contraalmirante” a partir del 13 de diciembre, precisamente el día de la batalla. Todo en reconocimiento por la “heroica y efectiva” acción desarrollada contra el Graf Spee.
Desde Washington.
El secretario de Estado estadounidense, Cordell Hull, comentó hoy que un segundo combate naval en el Río de la Plata sería considerado “una nueva violación de la zona de seguridad de las naciones americanas”.
En el ambiente político estadounidense se pretende establecer una zona neutral de 300 millas de ancho a lo largo de la costa atlántica. Grandes empresas norteamericanas están preocupadas por la posibilidad de que las acciones de guerra afecten el tráfico marítimo neutral.
La “política del buen vecino” impulsada por el presidente Franklin Delano Roosevelt desde la Conferencia Panamericana de 1933, aboga por la neutralidad de los países del continente americano y la solidaridad en caso de ataque por parte de los beligerantes.
Mientras tanto, el presidente de la subcomisión de Marina de la Cámara de Representantes, James Schrugham, consideró que resultaría de gran importancia obtener información sobre los secretos técnicos del Graf Spee de parte de los prisioneros británicos que venían a bordo del buque y fueron liberados al llegar a Montevideo.
“Si Montevideo no quedase tan lejos, iría yo mismo. Los datos directos sobre esa batalla podrían ahorrar a Estados Unidos mucho dinero”, aseguró el congresista.
Sin embargo, Patrick Dove, uno de los capitanes mercantes liberados, concedió una entrevista radial en la cual destacó el cumplimiento de las convenciones de La Haya por parte de Langsdorff y su tripulación. Sus palabras de elogio hacia un capitán enemigo molestaron a muchos de sus compatriotas
Polémica alrededor del uso de gas mostaza
La prensa alemana afirmó el 14 de diciembre pasado que los buques británicos lanzaron bombas con gas mostaza contra el Graf Spee durante la batalla en el Río de la Plata, lo cual fue enseguida difundido y amplificado por el ministro de Propaganda del régimen nazi, Joseph Goebbels.
La acusación fue rechazada de inmediato por el Almirantazgo en Londres. Los diarios londinenses hasta se burlaron de la posibilidad. Uno de ellos publicó una viñeta en la cual un marinero con un recipiente de mostaza “condimenta” los proyectiles que dispara su barco.
El argumento incluso fue utilizado por los diarios de Berlín para justificar el ingreso del Spee al puerto de Montevideo, ya que minimizaron los daños sufridos por el acorazado de bolsillo durante el combate. Así, según los alemanes, la decisión se tomó ante “el temor de que los gases hubieran echado a perder los víveres”.
La versión del gas mostaza surgió porque algunos artilleros del buque alemán sufrieron lesiones en la cara y en la vista en cierta forma similares a los originadas por el uso de esa arma química.
El primer examen de los heridos realizado en el Hospital Pasteur pareció confirmar que se trataba del gas.
Sin embargo, el propio jefe de máquinas del Graf Spee, Karl Klepp, consideró que las lesiones seguramente fueron consecuencia del estallido de una granada, que a su vez hizo volar un contenedor de ardexina, un producto químico utilizado para combatir incendios en el barco.
El gas mostaza fue el arma química más utilizada en la Gran Guerra europea (1914-1918). Se trata de una mezcla de productos químicos denominada iperit, cuyo uso atemorizaba a los soldados más que cualquier arma convencional: en contacto con los ojos, provoca una irritación intensa y genera ampollas en la piel, y puede conducir a una muerte muy dolorosa. Ni siquiera el uso de máscaras impedía sus efectos. Se lo llamó así por el hedor que producen sus vapores.
La condena de la opinión pública a ese tipo de armas determinó que la mayoría de los contendientes de ese conflicto firmaran en 1925 la Convención de Ginebra, que prohibió el uso de armas bacteriológicas y de gas letal.
El Admiral Graff Spee es una verdadera ciudad flotante, con sus 1.040 tripulantes: además de los marinos, transporta hombres de los más variados oficios, aunque todos están al servicio del perfecto funcionamiento de esta máquina de destrucción de la Kriegsmarine.
Los oficiales son 30. El acorazado lleva también excapitanes de barcos mercantes asimilados con el grado de tenientes de navío. Hay especialistas en torpedos, artillería, navegación, defensa antiaérea y comunicaciones, así como médicos, odontólogos, meteorólogos, ingenieros de máquinas, pilotos, señaleros, mecánicos, electricistas y radiotelegrafistas. También cuenta con empleados civiles, como mozos, cocineros, peluqueros y sastres. Incluso viajaban algunos tripulantes chinos, encargados de la lavandería.
Llamó la atención que la mayoría de los marinos son muy jóvenes, entre 18 y 21 años aproximadamente.
El Graf Spee tiene hasta “moneda” propia: para utilizar los servicios de la cantina, la tripulación dispone de unas fichas de aluminio con la inscripción “Kantine Panzerschiff Admiral Graf Spee” por un lado y en la otra cara su valor. La cantina, además de centro de reunión para confraternizar y beber cerveza, es una especie de almacén donde los tripulantes pueden adquirir una amplia variedad de objetos: chocolates, papel para cartas, cigarrillos, postales y recuerdos del barco.
Las estrictas normas a bordo establecen que el desayuno se sirve a las 7.30, el almuerzo a las 12.00 y la cena a las 16.00.
Los oficiales disponen de cocina y comedor propios, atendidos por camareros civiles.
La actividad, tanto en cubierta como en el interior del buque es constante, incluso lejos de la batalla.