Así se vive la “hora pico” en 18 de Julio, la avenida de las mil caras

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Personas que caminan por 18 de Julio. Foto: Fernando Ponzetto.
Personas cruzando la Avenida 18 de Julio en Montevideo.
Foto: Fernando Ponzetto/Archivo El País.

CRÓNICA

Tras un proyecto de reforma fallido, la arteria principal del Centro mantiene su desorden.

Los autos todavía descansan en las perpendiculares a laAvenida 18 de Julio. Son las cinco de la tarde y se empiezan a ver las primeras camisas rebeldes escapándose de pantalones, los primeros botones desabrochados, los pelos que se sueltan después de una jornada sujetados.

La avenida es una bomba de tiempo, es una arteria que todos conocen y saben que está a punto de explotar.

El Obelisco tiene la mirada de un panóptico y, desde su altura, consigue predecir con minutos de anticipación lo que va a ocurrir. Más adelante, la Biblioteca Nacional se mira con la sede de la Universidad de la República (Udelar) porque saben sobre la historia que tiene su calle.

Saben que gran parte de las manifestaciones de nuestro país fue ahí, que cada ocho de marzo las mujeres la pintan de violeta, que el último viernes de cada setiembre los colores de la diversidad se ven en todos lados, que fue sede de los más grandes festejos futboleros. Pero también saben que después de ese flujo descontrolado la arteria queda desangrada.

El cine Ópera ve pasar a la gente que solo mira en tres direcciones: hacia el suelo, el celular o el número del ómnibus.

La Plaza de los Treinta y Tres reúne a unas pocas personas que logran ir más lento que la ciudad: se sientan, comparten un mate, rapean. A unas cuadras, el Monumento al Gaucho espera preparado, en posición de batalla, a que lleguen las seis de la tarde.

Seis menos diez

Faltan 15 minutos para las seis y una señora le grita a su compañera mientras camina hacia la parada: “¡Dale que ya sale todo el mundo y se llena el bondi!”. Es así y todos lo saben: 18 de Julio va a reventar.

La explanada de la Intendencia reúne a gente que la elige para descansar, para esperar el ómnibus o para charlar. Incluso existió un proyecto de la Intendencia de Montevideo (IMM) que la reformaría para mayo del 2020, entre tantas otras partes de la avenida.

La idea era lograr la “revitalización urbana de 18 de Julio para reforzar su carácter de convivencia, lugar de encuentro y significancia para la ciudad”. Pero, desde la anterior administración capitalina, se decidió no concretar el proyecto, aunque en su página web diga -por error- que fue completada en un 95%.

Se planeaba ensanchar las veredas, plantar nuevos árboles, agregar papeleras y bancos, incorporar una mayor cantidad de ómnibus eléctricos y mejorar las paradas, entre otras cosas, y el costo aproximado era de US$ 10 millones.

Hoy un señor elige una de esas parada para vender lo que parecen ser de los últimos tapabocas que circulan por la avenida. Y son dos cajas por $100.

La arteria principal del centro de Montevideo se quedó sin su revitalización y se nota.

“Antes sabía que, en 18, encontraba todo lo que necesitaba. Me conocía cada galería de memoria”, dice Carla: “Ahora no es lo mismo, se perdió algo”. Pero no sabe qué es eso que perdió, porque el Facal y su fuente siguen, la Plaza Cagancha y su Columna de la Paz también.

Niños de túnica y moña caminan esquivando puestos y personas. Es que son muchos los que eligen la avenida como lugar de trabajo en todas sus formas. “Con esto me da para alquilarme una casita y vivir tranquilo”, dice Ezequiel, un artesano.

Las galerías no tienen el público que tenían antes. Gonzalo, un peluquero, cuenta que tiene que salir a la vereda con las tijeras para atraer a la gente, porque sino son pocos los que entran: “Igual siguen viniendo varios clientes de toda la vida que, por ahora, no nos cambian por un shopping”.

Las seis

A las seis en punto algunos bocinazos intentar robarle el protagonismo a las hordas de transeúntes que terminan su jornada laboral. Algunos enfilan hacia las calles laterales; otros tantos se mantienen por 18.

Los mates están lavados pero las bombillas siguen girando en busca de un sabor que ya no está. La formalidad de algunos se mezcla con la informalidad de otros, el olor a perfume con el de garrapiñada, los gritos de unos con los llantos de otros. La arteria ya explotó.

Hay quienes corren y quienes se asustan de los que corren; quienes comen y quienes piden comida; quienes fuman y quienes piden cigarros.

Mientras que tantos se van, otro grupo de personas empieza a llegar. La Plaza Fabini acoge a algunos de esos que aparecen con la caída del sol, la Sala Zitarrosa a otros, pero ambos con perfiles muy distintos.

Los del “entrevero” llegan a “rescatarse”, a pedir algo, a pasar el rato, pero en cuestión de minutos se multiplican. Hay de los que cantan, de los que enseguida se duermen, de los que deambulan sin destino, pero todos con la guardia en alto. “Acá es bravo. Si no te parás de mano estás frito”, dice Franco, que hace dos años está en situación de calle y durante la noche viene al Centro.

Seis y media

A medida que la avenida se acerca al kilómetro cero, el aire cambia, pero son las seis y media, y la arteria sigue siendo una selva. En donde hace décadas se estrenó La Cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez, ahora el Palacio Salvo guarda unos cuantos misterios.

Parecería, a simple vista, que todos los ómnibus de Montevideo pasan por 18 de Julio. También parecería que lo que se necesita es más espacio para descongestionar el tránsito, sin embargo, en un proyecto presentado por el ex intendente de la comuna capitalina, Daniel Martínez, y el ex director de Planificación de la IMM, Ramón Méndez, se planteaba la construcción de una ciclovía en el centro de la arteria que ocuparía unos tres metros de ancho. En el resto de 18 de Julio el tránsito estaría restringido y permitido solo para ómnibus eléctricos.

Ante distintas críticas -entre ellas la del presidente de la Cámara de Transporte y de Cutcsa, Juan Salgado- por la supuesta falta de viabilidad de la idea, el proyecto fue dado de baja.

Las siete

Cuando las agujas del reloj marcan las siete, el ruido de las cortinas de hierro predomina. Cuatro minutos después, son pocos los comercios abiertos. 18 de Julio se calma, los pasos son más apurados, las carteras se sujetan más fuerte.

Se siente el agotamiento del día y la llegada de la noche. La Plaza Independencia vigila con los restos de José Gervasio Artigas como máximo tesoro, mientras que a los alrededores distintas personas se hacen un lugar. En tanto, cientos de carteleras, pósteres y vitrinas esperan que la arteria vuelva a explotar una vez más.

Los números del tránsito

Según datos del 2017, por 18 de Julio circulan unos 200 ómnibus y 5.000 peatones durante cada hora “pico”. La velocidad promedio de los ómnibus es de 10 kilómetros por hora y de 6 kilómetros por hora en los momentos de mayor congestión. Es decir, hay momentos del día durante los cuales no es tanta la diferencia de tiempo entre caminar los casi 3 kilómetros de la avenida y recorrerlos en ómnibus.

En ese entonces, el 8% de las personas se movilizaban en auto, pero ocupaban el 50% del espacio público y por eso el proyecto de la Intendencia pretendía prohibir la circulación de vehículos particulares.

El cambio urbanístico que la comuna planificaba se basó en el diagnóstico hecho en 2015 por el arquitecto danés Jan Gehl.

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