PÉSAJ
El viernes 30 de marzo con la puesta del sol empieza la festividad judía de Pésaj, que conmemora el Éxodo de Egipto que tuvo lugar hace 3.330 años.
La celebración central tiene lugar alrededor de la mesa familiar con los más chicos de la familia haciendo sus preguntas sobre la celebración y los más veteranos respondiéndoles y narrando la historia milenaria del texto tradicional, conocido como Hagadá.
Hay una cantidad de comidas típicas y rituales llenos de significados históricos, religiosos y pedagógicos que acompañan la velada, que han ayudado a asegurar que la identidad y tradiciones milenarias se transmitieran fielmente durante tantas generaciones.
Veamos el significado de una de ellas, la Matzá o pan ácimo.
El origen de la Matzá está en la propia Biblia (Éxodo, 12:14 - 20). Dios le instruye, por medio de Moisés, al pueblo judío que, en preparación a su inminente salida de Egipto, coman el sacrificio pascual acompañado de Matzá y hierbas amargas. Así había que hacer para toda la posteridad en el aniversario del Éxodo.
La Matzá es un pan chato que contiene nada más que harina y agua y está elaborado de tal manera que no llega a leudarse. De hecho, por la duración de la festividad (en Israel son siete días; en la diáspora son ocho) está prohibido ingerir —e inclusive poseer— comidas que contengan derivados de granos fermentados.
¿A qué se debe? La explicación básica que aparece en la propia Biblia es para recordar la prisa con la cual salieron de Egipto; a tal punto que las masas que se prepararon para el viaje no tuvieron oportunidad de leudarse.
Esto explicaría el significado de la Matzá producida como consecuencia del Éxodo. Pero vemos que los judíos fueron ordenados a comer Matzá todavía antes de su salida apresurada. Nuestros sabios señalan que la Matzá también representa la llave de la liberación personal que, a su vez, lleva a la verdadera felicidad.
Todos tenemos nuestras limitaciones que impiden nuestra libertad y felicidad plenas. Pueden ser limitaciones intelectuales, emocionales, sociales, sicológicas o económicas. A menudo pensamos, "si tan solo no tuviera tal o cual limitación, si tan solo tuviera tal o cual recurso, estaría feliz". La Matzá nos enseña que no es por ahí donde pasa la libertad personal que conduce a la felicidad. La libertad personal no se logra por medio de la autoexpansión, representada por el pan común, sino por la humildad. No pasa por ocupar más espacio; pasa por el mayor impacto que uno tenga. No pasa por aspirar a responder a la pregunta de "¿qué es lo que yo necesito?", sino a la pregunta de "¿para qué me necesitan a mí?". Y en definitiva es lo que uno mismo más necesita para ser feliz: ser útil para los demás.
Este concepto se puede aplicar también a la construcción de una sociedad modelo. No es lo mismo una sociedad en la cual cada uno piensa principalmente en sus derechos que una sociedad en la cual cada uno piensa principalmente en sus responsabilidades. O como lo dijera Viktor Frankl, que cuando llegó a los EE.UU. lo recibió la Estatua de la Libertad. Para lograr un equilibrio había que construir otra, en la costa oeste: una Estatua de la Responsabilidad.