LATINOBARÓMETRO
Según la economista chilena Marta Lagos eso “sorprende porque es uno de los indicadores que muestran un posible ingreso, o nacimiento, de movimientos populistas”.
Uruguay era “Claudia Schiffer a los 40 años”: una modelo que sobresalía de la región por su apego a la democracia, pero a la que, poco a poco, iban “notándosele las arrugas”. Hace tres años la economista chilena Marta Lagos, directora ejecutiva de uno de los estudios de opinión pública más emblemáticos de América Latina (Latinobarómetro), definía así el posicionamiento uruguayo en el contexto regional. Ahora, con los nuevos resultados del sondeo internacional, la experta afirma que Uruguay sigue siendo “una modelo top”, pero con unos “kilos de más y a la que no le vendría mal una dieta”.
Porque por más que Uruguay sigue siendo “el mejor de su clase” en el apoyo a la democracia (siete de cada diez dicen estar satisfechos con la marcha de este sistema), la última edición del Latinobarómetro, publicada este mes, enciende luces de alerta. El 28% de los uruguayos, por ejemplo, apoyaría un régimen militar en sustitución de un gobierno democrático “si las cosas se ponen difíciles”. Y eso, según la economista chilena Marta Lagos, “sorprende y porque es uno de los indicadores que muestran un posible ingreso, o nacimiento, de movimientos populistas”.
Chile, Costa Rica, Nicaragua, Panamá y Venezuela están mejor posicionados en este indicador. Eso significa que Uruguay queda relegado a mitad de tabla en valores muy similares a Colombia y muy cercano al promedio regional (33%, el peor posicionado es Paraguay con el 51,1% que apoyaría un régimen militar).
Pero más allá del comparativo regional, advierte Lagos, “Uruguay, comparado consigo mismo, empieza a mostrar signos de deterioro”. El apoyo al régimen militar en desmedro del gobierno democrático creció nueve puntos porcentuales en menos de una década (pasó del 19%, en 2011, al 28% actual). Incluso en 2009 llegó a estar en solo el 16% .
Y eso se complementa con otros indicadores que “encienden alertas”: casi cuatro de cada diez uruguayos (38,6%) están “de acuerdo” o “muy de acuerdo” con que el presidente de la República controle los medios de comunicación en caso de dificultades. Hace un lustro ese porcentaje era casi diez puntos menos (29,7%). Y hace una década era todavía inferior: 26,9%.
Según Pablo Iturralde, presidente del directorio del Partido Nacional, “la democracia es como la salud: te das cuenta de su relevancia cuando falta”. Sin embargo, un artículo que publicó esta semana en el blog Razones y Personas el economista Matías Brum, en base a su tesis doctoral, tira por la borda esa linealidad.
La conclusión principal a la que llega Brum, luego de analizar la opinión pública en el Latinobarómetro y vincularla con la clasificación de los regímenes políticos de la región es que “la exposición a regímenes dictatoriales durante los cuatro a 18 años erosiona los valores democráticos de las personas”. En este sentido, afirma el economista, el haber vivido un año de dictadura a esas edades “reduce la preferencia por la democracia en 2,1 puntos porcentuales, incrementa la indiferencia entre democracia y dictadura, reduce la satisfacción con la democracia y la confianza en el Poder Judicial, el Ejército, el Parlamento, y los partidos políticos”.
Esa mirada comparada de la región podría dar por tierra aquello de que “Uruguay es una excepción”. El secretario general del Partido Colorado, Julio María Sanguinetti, explica que el creciente apoyo de los uruguayos a un régimen militar “no deja de ser preocupante” y que “puede ser un contagio relativo a lo que se vive en el mundo: el crecimiento de lo que algunos llaman la antipolítica”.
Eso, dice el exmandatario, “interpela al sistema político todo y no solo a los partidos: el sistema democrático incluye la Justicia, el Legislativo, las instituciones, los medios y el compromiso del ciudadano”.
María José Rodríguez, quien ejerce la coordinación del Frente Amplio, se niega a pensar “que sea un efecto contagio”. Reconoce que en el mundo “se agudizaron algunos discursos, más de derecha, más intransigentes”, pero le “cuesta creer” que haya un porcentaje tan alto de uruguayo que apoyaría a un régimen militar “en un país con tanta tradición democrática”.
El presidente de Cabildo Abierto, Guillermo Domenech, también descree del resultado e insiste en que, posiblemente, haya un sesgo por la manera de preguntar en la encuesta: “En Uruguay el sistema democrático y civil está muy fuerte, no hay ningún motivo para que la ciudadanía tenga una preocupación de esa naturaleza”.
¿Populismo?
En el último Congreso Uruguayo de Ciencias Políticas, en agosto, hubo dos mesas especiales destinadas a abordar el llamado “populismo”. Y en lo único que los académicos se pusieron de acuerdo es en que no hay acuerdo sobre una definición de este término.
Según el politólogo Julián González Scandizzi, investigador y docente de la Universidad de la República, “la democracia como ideal no está en discusión. El problema es qué significa ese ideal”. Sucede que “desde el punto de vista de la satisfacción ciudadana no alcanza con que se cumpla rigurosamente con el procedimiento democrático si ese régimen no permite que cumpla con ‘mis’ expectativas, planteadas cada vez más en términos fragmentados”. Esa insatisfacción a veces “se canaliza en apoyos a regímenes no democráticas o dudosamente democráticas. Pero, desde la perspectiva de los ciudadanos que apoyan esas formas políticas, posiblemente un gobierno o un líder de ese tipo no sea visto como autoritario sino como alguien que representa la auténtica democrática, aquella que da mejores respuestas a sus demandas de orden, seguridad, protección de la familia tradicional”.
La “emergencia de movimientos populistas de derecha en Europa y en América Latina tiene mucho de esto. Pero muy probablemente ni esos líderes ni sus seguidores dejen de reivindicar la idea de democracia como un valor a ser defendido” y, probablemente, no se autoperciban como populistas.
Las redes sociales, dice Sanguinetti, “acentuaron la creencia de que la gente participa del debate político y en las que se puede demostrar la insatisfacción... pero son solo una ilusión”. El Latinobarómetro revela que para el 28% de los uruguayos “las redes sociales crean la ilusión que uno está participando en la política”. Una ilusión que, considera Iturralde, “genera mucho ruido, como los barrabravas que no ayudan a la moderación”. Pero, concluye el líder nacionalista, “los barrabravas no controlan los estadios, mucho menos controlan las democracias”.
Opina el liderazgo de los partidos políticos.
"La democracia liberal, la poliarquía, es una batalla que ya ganó en el mundo. Es el sistema casi exclusivo y no creo que esté en cuestión. A veces las personas responden las encuestas en momentos de calentura”.
"El Uruguay tiene una historia que habla por sí: la construcción democrática fuerte. A la vez, el ciudadano aparece ahora descomprometido. La democracia es un ejercicio de racionalidad que empieza con un voto”.
"Se han agudizado algunos discursos, más de derecha, pero me cuesta creer que sea el 28% el que apoyaría un régimen militar. Se han logrado avances en derechos que la gente no va a querer dejar de lado”.
"En Uruguay el gobierno democrático y civil está muy firme. Tengo mis dudas de que esa consulta de opinión sea correcta, a veces las cosas dependen de cómo se hacen las preguntas”.