En vísperas de la Navidad el arzobispo de Montevideo destacó en diálogo con El País la enorme labor que hace la Iglesia a través de un centenar de obras sociales. También remarcó sus críticas al proyecto de ley sobre eutanasia, del que espera que el Parlamento no apruebe o, en su defecto, que el presidente vete. En su opinión, el mayor desafío está en la pérdida del “sentido de la vida” y se mostró preocupado por el aumento de gente en situación de calle.
-En su mensaje para la Navidad destacó las obras que lleva adelante la Iglesia. ¿Cómo ve la presencia que tiene en el país?
-La Iglesia está presente en cantidad de barrios en Montevideo con cantidad de obras. Y sobre todo está presente allí donde más se la necesita. Lo que manifestaba en el mensaje de Navidad es como en esa cuenca de Casavalle, como se le llama, hay una cantidad de obras y todavía me faltó alguna como la obra del padre Cacho. Es decir, hay muchas obras que están trabajando mucho y lo hacen bien desde hace muchísimo tiempo. Y que están sobre todo las obras educativas que son lo más importante para esos barrios. Pero después está la compañía que hace a la gente el cura y la parroquia como lugar de encuentro, de contención, de intercambio en el barrio, de escucha. La gente tiene mucha necesidad de ser escuchada, hay mucho sufrimiento en los barrios más necesitados. Y los curas, las hermanas donde las hay, suelen ser personas que escuchan mucho a los vecinos.
-¿Cómo evalúa la respuesta del Estado en estas situaciones?
-Nosotros trabajamos mucho con el Estado. De hecho, de los CAIF hay unos 30 que son organizaciones de Iglesia, hay otros tantos clubes de niños. Hay mucha colaboración Estado-Iglesia, sobre todo a través de INAU. Eso ha sido muy importante para el Uruguay. Después del Estado quien tiene más obras de atención a la gente vulnerable es la Iglesia. En total en el país hay unos 190 proyectos sociales llevados adelante por la Iglesia y mucho de ellos son en convenio con el Estado.
-La pandemia se ha vuelto un mojón para medir antes y después. ¿Qué cambios vio en la sociedad?
-Lo que me llama la atención después de la pandemia es la cantidad de gente en situación de calle. A cualquier montevideano eso le llama la atención. Ha habido un crecimiento en estos últimos dos años. Es un tema muy complejo, ligado a temas psiquiátricos, tema de consumo y a tema de gente que sale de la cárcel. No quiere decir que todos estén en este cuadro, pero en general quien está en situación de calle o hay un tema psiquiátrico o ha estado preso y ha salido pero la familia no lo ha recibido o tiene un tema de consumo por el cual está en la calle. Y a veces las tres cosas. Pero se han multiplicado. Lo vemos. Y es un desafío porque no es un tema fácil. El Mides ha hecho una tarea muy importante pero no es un tema fácil de manejar porque está la libertad de la persona, los que no quieren ir al refugio.
-A nivel político el Frente Amplio dijo que la gente tiene preocupación por la falta de empleo y la carestía. En su experiencia en el territorio, ¿la gente le transmite lo mismo?
-No te lo sabría decir así cabalmente. Hay que ir a datos más científicos. Pero los datos de la pobreza están. Puede haber una sensación de que hay una realidad de mayor carestía pero no te lo sabría decir. La pandemia, obviamente, supuso una bajada. Pero yo acompañé en el 2020 el reparto de comida en calle y ese año había muchísima gente. Este año ha habido menos. También porque hay más grupos que salen a repartir. Creo que hay una organización de la sociedad y el Estado que permite que menos gente tenga necesidad de las ollas. Y eso es positivo.
-¿Qué desafíos ve hacia el futuro?
-Hay un tema grande que no es político, y que es el sentido de la vida. Tenemos el gran tema del consumo de drogas que pulula por todas partes y que está en toda la sociedad pero que golpea más a los que menos tienen porque consumen cosas peores. Y son los que tienen menos recursos para salir adelante. Y eso tiene que ver con que la gente no encuentra sentido a su vida. Es un tema espiritual. No es un tema económico. Y ese es el drama del Uruguay. ¿Qué nos pasa como sociedad? Yo creo que es un vacío espiritual y hay un descenso del sentido religioso de la vida que la fe cristiana da. Y todo eso que no está presente, porque la fe está debilitada, hace que la gente busque por otro lado.
Después hay un problema que son esos bolsones de pobreza dura. Y ahí hay un tema educativo importante a afrontar Estado y sociedad civil, tratando de sacarse las baterías políticas porque no puede haber 600 asentamientos, no puede haber gente que viva en condiciones no humanas. Ahí tenemos que hacer algo.
-¿Cómo valora la reforma educativa que impulsa el gobierno?
-No soy técnico, pero he sido educador. En la mayoría de los colegios nuestros hay un tema clave que es la comunidad educativa. Eso se recoge y es importante. El trabajo en proyectos ha demostrado que los chicos se involucran más y es un cambio de mentalidad frente a la clase de catedrático que a los chicos los aburre. Integrar las materias en un proyecto educativo es positivo. Tiene muchas cosas positivas. Y todos estamos acordes en que hay que cambiar, la reforma no será todo lo ideal que pueda ser, pero comencemos a cambiar la inercia de hacer las cosas como se hacen siempre.
-Dijo que la fe “está debilitada”. ¿Por qué la Iglesia no logra revertirlo?
-Hay una razón histórica uruguaya que es el famoso laicismo uruguayo que fue un fuerte intento y bastante efectivo de descristianizar la sociedad. Un buen ejemplo son los feriados secularizados, que el 25 sea día de la familia o que Turismo sea la semana y no Semana Santa. Después la Iglesia ha tenido un problema de comunicación con la gente y especialmente en los barrios más populares. Hay una indiferencia importante y nos cuesta llegar con la fe. Y también porque hay grupos que han crecido, como los evangélicos y yo me alegro cuando son sanos y buenos, porque puede haber alguno que sea muy complicado. Y aclaro que yo no creo que sea bueno otras experiencias religiosas como la umbanda que es negativa.
-¿Por qué?
-El invocar espíritus termina llevando a lo que la Iglesia superó que es el animismo. Porque el animismo es fatalista y el fatalismo es que “esto pasa porque tiene que pasar” o “porque me hicieron un daño”. Las macumbas. Todo eso es negativo ya hacerlo, pero es negativo tener la creencia de que pueden hacer daño.
-Celebró la “valentía” que hubo en Estados Unidos para dar marcha atrás con la legalización del aborto ¿Esperaba con el cambio de gobierno que haya cambios?
-No, no lo esperaba. Porque hace falta un cambio de mentalidad y toda la corriente va en un sentido. Creo que va a llegar el momento, que no creo lo vea nuestra generación, en que va a volver a florecer la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Y se va a ver estas leyes permisivas como el aborto como un horror. Pero falta bastante para que pase eso.
-¿Qué incluye en ese cambio de mentalidad? ¿Toda la agenda de derechos?
-No, para empezar en la agenda de derechos hay cosas positivas que se dan porque hay mayor comprensión de la realidad humana. Pero el aborto como tal es la peor tragedia del mundo contemporáneo.
-¿En qué situación está la Iglesia?
-Me gusta decir que la Iglesia uruguaya es pobre, libre, pequeña y hermosa. Es pobre, no tiene grandes bienes, todo es a remo. Es libre, no tenemos compromisos con nadie. Es pequeña porque frente a otras iglesias en América Latina es más chica, en este momento hay un 40% de católicos. Y es linda porque en su pequeñez sirve a la gente, los curas viven austeramente. En general hay un clero muy sano, más allá de algunos casos tristes que ya sabemos. Yo veo que la Iglesia está viva más allá de estar más pequeña. Y eso es lo más importante, que sea incisiva. Ser levadura en la masa.
-¿Y cuál es la perspectiva a futuro?
-La realidad nos lo dice, la Iglesia va a ser más pequeña en número. El tema es que tenga una clara identidad y que sean capaces de decir su voz en la sociedad y anunciar a Cristo. El papa Ratzinger antes de ser obispo tenía una profecía que decía que la Iglesia serán grupos más pequeños, sin tanto poder ni brillo, pero que en un momento la sociedad vacía de Dios iba a ir a buscar a estos grupos para encontrar el sentido de la vida en la fe. Es posible que se dé eso pero más a futuro que presente. Miro con esperanza el futuro.
-El Poder Ejecutivo envió un proyecto de reparación a víctimas de la guerrilla en las décadas del 60 y 70. ¿Está de acuerdo?
-Me parece que es hacer justicia. Hay mucha gente que sufrió en este país en la previa a la dictadura por las acciones de la guerrilla. Pensemos en familias que perdieron seres queridos. Pensemos en situaciones como la del bowling de Carrasco o los que murieron en la toma de Pando sin tener nada que ver. Es justo que se repare de algún modo a las víctimas.
-Mencionó los casos “tristes” de abuso vinculados a la Iglesia. En 2021 se definió un curso obligatorio para la prevención del abuso. ¿Qué resultados tuvo?
-Ya hay unos 2.000 que lo han hecho entre obispos, sacerdotes, religiosos, laicos. La idea es que toda persona que trabaje en una obra de la Iglesia, sea cual sea, haga el curso. No se trata solo de prevenir que ocurran estas situaciones en el ámbito de la Iglesia sino también que haya un ojo atento para que si se detecta un chico que pueda estar sufriendo algo así en otro ámbito como el familiar pueda haber una ayuda para sacarlo de esa situación.
-¿Qué le pareció que Lacalle Pou invite a José Mujica y Julio María Sanguinetti a ir juntos a la asunción de Lula Da Silva en Brasil?
-Me pareció fantástico. Es una señal de que tenemos que superar este ambiente de tensión que nos puede llevar a la famosa grieta.
-¿Aún no ve esa grieta?
-Estamos pegando en el palo. Se trata, precisamente, de no imitar las cosas malas del otro lado sino las buenas. Porque de esas situaciones es difícil de retornar. Se está tirando de la masa y puede haber una ruptura. Ojalá no se dé, ya lo vivimos hace 40, 50 años. Hay una tensión muy fuerte y un gesto así ayuda mucho.
El veto de Lacalle pou a la eutanasia
El proyecto de ley sobre eutanasia tiene media sanción. Usted se opuso. ¿Qué espera que pase?
-Confío en que pueda haber un rechazo. Hay gente bien intencionada obviamente, siempre se ponen los casos límite que son poquitos, y no se tiene en cuenta la mentalidad común. Lleva a una mentalidad del descarte de las personas. Es muy peligroso y más en una sociedad como la nuestra con un número de personas depresivas muy grande. Acá a la persona que sufre le decimos que la solución es que te mueras. O peor, la persona siente que es un peso para la familia y le estamos diciendo: “tenés la solución a la mano”.
-¿Cree que la utilizarían más allá de los casos extremos?
-Es natural que se abra una puerta. Y hay un tema pedagógico de la ley. Se pasa de una ley que permite algunas situaciones a un derecho. Con el aborto lo que se hizo fue despenalizar un delito pero después se tomó como un derecho. Acá puede pasar lo mismo.
-Si el Parlamento aprueba la ley, ¿pediría o espera que Lacalle Pou la vete?
-Confío en que el presidente lo haga. No porque se lo pida la Iglesia sino porque él se ha manifestado como defensor de la vida.