Amelia vuelve a casa, a su familia, a su pueblo”. Esa fue la premisa con la que fueron despedidos ayer en el cementerio de La Teja los restos de Amelia Sanjurjo, la mujer que desapareció y murió bajo tortura en 1977, cuyo cadáver fue encontrado hace un año en el Batallón 14 del Ejército y luego, el 28 de mayo pasado, se confirmó cuál era su identidad. Su entierro, de cierta manera, puso fin a un periplo de casi medio siglo.
Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos le tributó un homenaje a Sanjurjo, con muchos puntos en común al que, por ejemplo, había recibido en 2019 Gerardo Bleier, otro militante del Partido Comunista desaparecido y posteriomente encontrado.
Desde la mañana, los restos de Sanjurjo fueron despedidos por cientos de personas que desfilaron por varias horas por el hall de la Universidad de la República. Una “guardia de honor” del PCU, integrada por una veintena de militantes, permaneció en el lugar por donde pasaron varios dirigentes políticos. Entre la multitud, algunos repartieron rosas.
Para Familiares, fue una jornada contradictoria. Por un lado, la alegría de haberla encontrado. Por otro, el dolor de enfrentar la muerte de un ser querido. Así se expresó uno de sus dirigentes, Ignacio Errandonea.
“Nuestros familiares siguen secuestrados en todos los silencios cómplices, porque el tiempo pasa inexorable”, se dijo, en tanto, desde la organización, y se “exigió” respuestas.
“No estamos dispuestos a que nuestros compañeros se sigan yendo sin saber qué pasó con sus seres queridos”, se concluyó.
A Sanjurjo fue posible identificarla a partir de contrastar su ADN con dos de sus sobrinos, ya que sus familiares directos murieron hace tiempo.
Familiares leyó una carta en la que se relató la historia de Sanjurjo. “Hoy la tía Pocha vuelve a nosotros, a su familia, a sus compañeros de lucha, a todas las personas que la buscaron desde siempre”, empezaron. Y hubo un especial recuerdo a su padre, Francisco, y a su hermana, Carmen. “Se fueron sin poder tener una respuesta y sin poder conocer la verdad”, decía la misiva. “Hoy, aquí, también los recordamos”.
Se recordó a Sanjurjo como una “mujer valiente, que murió defendiendo una causa”; una mujer “solidaria, sencilla, cobijada y amada por su querido Colón”.
La recordaron “dulce, cálida, distraída, pero de gran temple, paciente y tozuda”.
“Dedicó su vida entera a la militancia y fue consecuente con ella hasta el final. Amelia nunca rehuyó a sus responsabilidades”, destacó Familiares. Y se agregó: “Entregó su vida por lo que ella más quería: su partido”,
“La dictadura se ensañó con ella, como hizo con tantos otros y otras, haciéndole pagar un muy alto precio por el simple y valiente hecho de soñar con un mundo diferente, más justo y solidario”, se afirmó.
Sanjurjo desapareció el 2 de noviembre de 1977, tenía 41 años y cursaba un embarazo. Tiempo después, se supo que había sido secuestrada en la vía pública en medio de un operativo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA).