LA EPIDEMIA CAMBIA DE NIVEL
El final del GACH tras el homenaje que el gobierno le rindió ayer, tuvo la épica futbolera. Lacalle reconoció el trabajo del dream team que “generaba material para aplicar de inmediato”.
Rafael Radi, el capitán del equipo de científicos que asesoró al gobierno, puso su carpeta con el discurso que acababa de leer debajo de su brazo izquierdo, con la misma elegancia con que Obdulio Varela había refugiado la pelota ante Brasil, y salió caminando con el mentón en alto por la calle Andes hacia Mercedes. El resto de los jugadores -esos científicos a los que el presidente Luis Lacalle Pou calificó como el “dream team”- lo acompañó y a su paso fue apagándose el griterío de “ge-no-ci-das” que coreaban los antivacunas de la acera de enfrente.
Dicen que es necesario ver para creer. La ciencia trata de ello: hacer visible lo invisible. Ese final del GACH tras el homenaje que el gobierno le rindió ayer en el Auditorio del Sodre, fue el retrato de una gesta que tuvo la épica futbolera.
Unos minutos antes -sobre el mismo escenario en el que los bailarines deslumbran con un grand jeté, pero que pocas veces recibe a científicos- Radi había dicho que “la pandemia nos alertó sobre un derecho humano que como sociedad estábamos ejerciendo escasamente: el derecho a la ciencia”.
El 13 de marzo de 2020, cuando la pandemia del COVID-19 golpeó las puertas de Uruguay, en la Torre Ejecutiva reinaba una duda: cómo evitar la saturación de los hospitales. Por entonces “la primera ola” hacía desbordar los sistemas sanitarios de parte de Europa y se temía lo peor. Fue al día siguiente que a Hugo Odizzio, otrora director de la Agencia de Gobierno Electrónico, se le encomendó la tarea de coordinar una aplicación de celular que permitiera un trabajo más sencillo para la sanidad. Ante tamaño desafío, el hoy presidente del directorio del BPS notó que le estaban faltando algunos modelos matemáticos para predecir el posible colapso del CTI, pero, también, las miradas de las ciencias más básicas. Así nació la necesidad de un GACH.
Desde el 16 de abril hubo 55 médicos, ingenieros y científicos que integraron el grupo honorario que asesoró al gobierno al que ayer se rindió homenaje. Un reconocimiento que incluyó la entrega del Premio de la Presidencia de la República a los tres coordinadores del equipo. El diseño del premio contenía un medallón del escudo nacional, acuñado en cobre con un baño de oro 24 k, con una cinta de la bandera uruguaya. Porque, como dijo en su discurso el mandatario Luis Lacalle Pou: este fue un equipo “honorario de honor, de servir a la patria, de aquella canción: ‘Si la patria me llama allí aquí estoy yo’”.
Henry Cohen, en tanto, a su turno destacó que “no imaginaban” establecer un “vínculo de asesoramiento permanente con el gobierno, en una relación que sin perder la independencia de las partes echó raíces en el respeto y cultivó el afecto que suele surgir en los momentos difíciles de la vida”.
La matemática María Inés Fariello -una de los 55 homenajeados- no subió sola al escenario, pues en seis semanas volverá a ser mamá. Y tal vez su imagen, de una mujer que previo al COVID-19 era bastante más desconocida que muchos de sus colegas del GACH y ahora era aplaudida por las máximas autoridades, fue una representación del punto de inflexión tras la simbiosis entre ciencia y la política pública.
Fariello sabe que su hijo o hija que está en camino no la tendrá fácil el día que quiera dedicarse a lo mismo que su madre. Pero tal vez no tendrá que estar explicando por qué tomar supuestos y hacer modelos con datos puede ser un aporte para la vida. Un aporte que hizo que el homenaje de ayer fuera, por ejemplo, más seguro.
Porque en el silencio de la platea baja de la sala Eduardo Fabini, el ministro de Salud, Daniel Salinas, miraba con frecuencia su teléfono celular. Desde esa pantalla monitoreaba en tiempo real cuál era el nivel de dióxido de carbono en el ambiente. Sabía que cuando las partículas por millón aumentaban demasiado, como ocurrió en la zona de la platea en un instante, era necesario dar la orden de que abrieran las puertas y se renovara el aire para que volvieran los valores normales.
Por más evidencia instantánea, la investigación científica necesita (además de recursos) tiempo. Un tiempo que hace que la información sea “curada”, un término que Lacalle reconoció que aprendió en este intercambio con el GACH. Pero la urgencia de una pandemia en curso hizo que los científicos tuvieran que reacomodar su marcha. En ese sentido, el presidente reconoció la labor del comité de expertos que “generaba material para aplicar de inmediato (...), porque la urgencia era parte de lo que se le requería”.
Y parecería que, a juzgar por la opinión pública, el GACH estuvo a la altura. Una encuesta que la consultora Cifra difundió ayer en Telemundo reveló que para el 86% de los uruguayos el trabajo del grupo fue “bueno” o “muy bueno”.
Epidemia avanza a “zona de mayor control”, pero restan “varios escalones”
La pandemia del COVID-19 fue como un gran incendio. Las llamas empezaron a descontrolarse y la propagación fue exponencial. Ahora, con las vacunas que hicieron las veces de un extintor, el fuego empieza a controlarse. Con esa imagen ilustró el matemático Fernando Paganini lo que aconteció, y lo que ahora sucede, en Uruguay.
Su colega científico Rafael Radi dijo que “el país ha entrado a una tercera etapa evolutiva del desarrollo de la epidemia (...) a partir de inicio de junio de 2021, la cual en el marco del plan de vacunación, aparece un claro desacople entre la intensidad de interacciones humanas y la tasa de contagios, lo que se ha acompañado de una trayectoria progresiva de la epidemia hacia una zona de mayor control”.
Pero, recordó, “resta bajar varios escalones en el nivel de transmisión comunitaria para llevar a la zona de 200 casos diarios, y retomar en forma plena la estrategia de testeo, rastreo y aislamiento para el control de la epidemia”.