Dueño de Friopan: "La ocupación me liquidó las ganas de trabajar"

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Rubén Fernández, dueño de Fripoan. Foto: Francisco Flores
Ruben Fernandez de Friopan 20210219, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

ENTREVISTA

Rubén Fernández confesó que la ocupación que sufrió la planta en 2019 lo afectó y se sintió impotente. “Me liquidó las ganas de trabajar. Pensé en cerrar”, dijo.

El dueño de Friopan, Rubén Fernández, dijo que sintió “impotencia” cuando observó que personas que bajaron de tres ómnibus ingresaron y ocuparon su fábrica en la madrugada del 25 de mayo de 2019. “Con el gremio había roces, pero no había ocurrido nada grave como para tomar una decisión de tal entidad”, dijo Fernández. “Mi hijo Adolfo fue a hablar con (Fernando) Pereira, del Pit-Cnt, y lo escupió”, agregó.

La ocupación duró cuatro días. Un video que mostraba los destrozos provocados por la medida se hizo viral. El 10 de este mes el juez Humberto Álvarez ordenó a Fiscalía reabrir el caso sobre daños a la empresa y amenazas al empleado que filmó.

-La panadería tiene fama de ser una actividad esclavizante. ¿Es así?

-La panadería es esclava. Uno tiene que ir de noche y ponerse a producir el pan para que en el momento que abrirá la panadería -seis o siete de la mañana- pueda tener la mercadería pronta.

-Tuvo su propia panadería en 1985. ¿A qué hora usted empezaba a trabajar?

-En aquel momento el panadero no tenía hora. La panadería tenía un plantel de tres o cuatro personas en la “cuadra” -lugar de elaboración de la masa-. Si los empleados iban a trabajar, yo podía dormir. Si alguno no venía, me llamaban. Uno era el suplente. Ese era el estilo de mi padre y ahora de mi hermano y mío. Después compramos este lugar, que pertenecía a una empresa de piscinas. Ahí vimos que el futuro iba a ser el pan congelado. Compramos maquinarias en Europa, etc.

-¿Apostaron a la venta del pan congelado en los supermercados?

-Sí. Comenzamos a vender en los supermercados, hoteles y restaurantes. Iniciamos contactos con un cliente que pretendía exportar panificados. Este necesitaba que mejoráramos la calidad del hojaldre del producto. Fuimos a una feria a ver qué maquinaria había en el exterior, y adquirimos máquinas a un fabricante en Suiza. Con esas máquinas mejoramos el hojaldre y logramos que todos los productos tuvieran las mismas dimensiones, como pretendía el cliente.

-¿Luego qué ocurrió?

-En 2019, dos técnicos suizos vinieron a Uruguay a instalar las máquinas y a capacitar al personal. Ahí empezaron los roces con el sindicato. Los directivos del gremio pretendían que las capacitaciones para dirigir las máquinas las hicieran dos trabajadores afiliados. Nos negamos.

-¿Qué sucedió en las horas previas a la ocupación?

-En la noche del 23 de mayo de 2019 me llamó por teléfono el jefe de planta. Me dice: “Rubén, me acaban de pasar un Whatsapp de que mañana, a las 5:00 horas, van a ocupar Friopan”. Le pregunté por las razones de tal medida. Me dijo que no sabía. Si bien había roces, el gremio no tenía un motivo tan grave para ocupar la fábrica. En un principio dijeron que la medida era porque íbamos a echar a funcionarios, cosa que no era cierto. Ellos iban a ser redistribuidos en otros sectores. Nadie iba a perder el empleo en ese momento por la nueva maquinaria.

-¿Qué sintió al ver que le ocupaban Friopan?

-Impotencia. En ese momento, uno iba a una comisaría y lo escupían. Mi hijo, Adolfo, fue a hablar con Fernando Pereira al Pit-Cnt y le dijo que se estaban equivocando con nosotros. Que no había una razón valedera que justificara la ocupación. Acá nunca hubo un atraso de los sueldos ni se incumplieron acuerdos. Pereira nos escupió.

-Después de que una escribana documentara el estado de la planta previo a la ocupación, ¿qué ocurrió?

-Salimos de la fábrica y regresamos a la administración. Hay una puerta de hierro que comunica la parte de producción con administración. Los ocupantes no tenían acceso a la administración. Sí mirábamos por las cámaras lo que hacían.

-¿Y qué veían ustedes?

-Ellos vinieron con mujeres, con niños. Donde se constataron faltantes y roturas, las cámaras de esos lugares fueron tapadas con cartón. O las dieron vuelta para que no enfocaran. Cuando retomamos el control, nos dimos cuenta de que habían roto el candado de la cámara stock y allí faltaba mercadería. Durante la ocupación nos mantuvimos acá adentro. Debimos atender a los clientes. Nos llamaban y les decíamos que nos habían ocupado. No los podíamos atender. Eso fue el viernes. El sábado de mañana me llamó Fernando Finkelstein, el dueño de Pangiorno. Me dijo: “Rubén, me enteré de lo que te pasó. Si en algo te puedo ayudar, con mucho gusto lo hago”. Le agradecí. A los cinco minutos le dije a mi hijo Adolfo que llamara a Fernando y le pedí que atendiera a mis clientes. Él puso una vendedora y a un equipo especial a entregar mercadería a nuestros clientes el sábado y el domingo. Se portó espectacular. A partir de ahí nació una amistad con él.

Friopan
Según la empresa, más de media tonelada de masa se perdió durante la ocupación. Foto: Friopan

-¿Cómo siguió la relación con el sindicato?

-Hasta la ocupación le dijimos al gremio muchas cosas que sí para evitar esa medida. Sabíamos que una ocupación nos iba a pegar muy mal. Era todo sí. Pero después de la ocupación, las cosas no volvieron a ser las mismas. Les dijimos: ahora sí vamos a sacar gente porque perdimos clientes, perdimos ventas, y la situación de Uruguay ya venía en declive. Y comenzamos a despedir. Al delegado que hizo las amenazas al trabajador que filmó los destrozos, lo despedimos. Un juez laboral nos advirtió: “Mire que yo puedo hacer que lo tome de vuelta y todavía debe pagarle los días que no trabajó”. Y le repliqué que había amenazado a otro compañero. Al final acordamos que le pagara el despido pese a que no se merecía.

-¿Qué le dejó la experiencia de la ocupación?

-Me liquidó las ganas de trabajar. Estuvimos con un pie para irnos.

-¿Estuvo a punto de cerrar?

-Sí. Lo pensé. Si en ese juzgado me obligaban a tomar a ese señor que hizo las amenazas, salía de allá, venía acá y agarraba la chequera. Pagaba las liquidaciones y me iba. Agarraba las máquinas, las metía a un contenedor y las llevaba a Paraguay, Chile o donde fuera.

“Percibí que el pan congelado era el futuro”
Rubén Fernández, dueño de Fripoan. Foto: Francisco Flores

-¿Qué lo hizo cambiar para el pan congelado?

-En los 90 viene esa moda. Lo vi en España. Y me dije: “Esto (el pan congelado) hará un tsunami que nos va a tapar a los panaderos. Acá cambiamos o la ola nos pasa por arriba”.

-¿Percibió que el pan congelado era el futuro?

-Sí. Pensé ahí que, en lugar de conservar el pan en una bolsa, debía hacerlo en cámaras de congelados.

-¿Dónde supo que era posible hacer ese cambio?

-En las ferias de maquinarias para panaderías. A los expositores les interesaba mostrarnos lo que tenían. Ahí podíamos aprender.

-¿Y cómo fue a la feria si trabajaba todo el día?

-Ese era el tema. ¿Cómo iba a ir cinco o seis días a una feria? En 1998 nos enteramos de que se realizaba una feria de maquinarias para panaderías en Francia. Pero había otro obstáculo que era el idioma. Sabemos hablar el español y el gallego (ríe). Resolvimos que fuera mi señora a la feria. Y contratamos a una ingeniera en alimentación que hablaba varios idiomas. Le dije a mi señora: “Vas y te fijas lo que hay, filmás todo lo que puedas. Traé todos los folletos que te den. Ella estuvo una semana en Francia. Se vino con la información y ahí empezamos a estudiar en horas libres.

-¿Cómo definieron qué necesitaban para transformar la panadería?

-Compramos una máquina que costaba el doble de la que habíamos visto inicialmente, pero producía cinco veces más. Le dije a mi señora que comprara tizas y diseñamos en el suelo de la fábrica la ubicación de las máquinas y las paredes. En una película vimos que el dueño de McDonald’s hizo lo mismo. Entonces me dije: “Ellos me copiaron a mí o yo a ellos”.

perfil

Propietario de Friopan

Rubén Fernández es descendiente de gallegos que llegaron a Uruguay a fines de la década del 40 del siglo pasado. Es la tercera generación de panaderos. Sus dos hijos y otros familiares también trabajan en la misma actividad. En 1985, cuando se casó, Fernández se independizó y comenzó a ocuparse de una panadería ubicada en General Flores. Luego compró a una fábrica de piscinas la planta donde funciona Friopan .

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