Durante 15 años, cada 22 de diciembre, cuando se cumple el aniversario del rescate de Los Andes, José Luis “Coche” Inciarte iba a la casa de Adolfo Strauch con un whisky en la mano y bajaban al jardín. La noche siempre era cálida; esas noches de reencuentros, previas a la efervescencia de la Navidad. Recuerda Strauch, su entrañable amigo: “Tomábamos un poco y él me decía: ‘esta botella que te traigo es la que tú me dabas con agua allá arriba’”. Así lo recuerdan todos: un hombre agradecido con la vida. Un hombre bueno.
El pasado miércoles 26 de julio, murió Coche Inciarte tras batallar con una enfermedad. El mundo entero conoce su nombre. Es el nombre de uno de los 16 sobrevivientes rescatados tras pasar 72 días en un valle recóndito de una montaña invisible a cualquier radar. “Blanca, divina”; así veía él la inmensidad de la cordillera de Los Andes desde la ventana de un avión que irradiaba entusiasmo juvenil antes del impacto, antes de la tragedia y del milagro que se transformó en una historia universal.
Veintinueve no sobrevivieron. Coche Inciarte volvió. Durante 30 años no habló del tema. Pero por dentro, un objetivo impuesto allá arriba, casi como un mandamiento, rigió su vida. En la montaña tenía una libretita en la que había anotado lo que iba a hacer si se salvaba. “Me dediqué a formar mi familia. Me casé con mi novia de ese entonces, Soledad, que es la misma que hoy. Lo único que no apunté fue que iba a ser abuelo, porque no me lo imaginé en ese momento. Con tener un hijo me alcazaba, y tuve tres”, contó en una entrevista en El País, en 2017. Tuvo nueve nietos.
Cada 22 de diciembre, Coche tenía otro ritual, con otro amigo. “Teníamos un clásico, que era sacarnos una foto con las hijas, que son íntimas amigas. Era una tradición de todos los años”, cuenta “Carlitos” Páez.
-¿Cómo quiere que Coche sea recordado?
-Como quiero es como será: un hombre bueno. Coche era un santo. Era solidario, colaborador, generoso. Armó una familia maravillosa. Un hombre bueno... ¿Qué más que eso?
El después
Coche se fue a Florida después de casarse. Se fue al campo, a Puntas de Maciel. “Tuve un tambo, produje leche, estuve de director de Conaprole, corrí atrás del precio de la leche como cualquier hijo de vecino”, contó en la citada entrevista a El País.
Hasta el 2002. Ahí hubo “un clic”. Dejó todas las actividades empresariales y se dedicó a compartir aquellos 72 días con la gente. Se volvió conferencista, escribió un libro, “Memoria de los Andes”. Había algo que lo inquietaba: se habían escrito ríos de tinta sobre cómo habían sobrevivido sus compañeros y él en la montaña. El cómo ya se sabía. Él quería explicar por qué. Y aunque ninguna respuesta fuera definitiva, aunque hubiera muchos porqués o ninguno definitivo, a una pregunta así no se le puede escapar. Coche no le escapó, y él en ese libro, habla desde el comportamiento del ser humano hasta del azar.
“La suerte puede ser buena o mala, según cómo la interpretes. Allá arriba buena suerte era morirse y dejar de sufrir. Mala suerte era seguir viviendo. Pero nadie quería morirse. Aunque envidiábamos a los que se morían”.
Pero al final, pese a estar a un paso de la muerte tras una avalancha y haber “visto” a su padre fallecido años antes, tras sentirse pleno y preparado para irse, Coche, dice, tuvo “la suerte” de seguir viviendo.
“Cada día daba gracias por haber amanecido”
“Frente al caos y al terror y a la tragedia, asomaba un milagro: había vivos, y éramos 29. Y aprecié la vida por primera vez, no como un derecho, sino como algo que había que merecerla y hacer para merecerla. Ese es el inicio de esta historia”, contaba Coche Inciarte a El País en 2022, para el especial La Hazaña de los Andes. “La palabra más grande que nos rondó y que admiré fue el amor entre los hombres. El amor que te da una bondad y un placer de darte hacia los demás, de ayudarlos. Ya levantarte a ayudar a alguien que estaba del otro lado de mi cama, por decirlo, así, era un esfuerzo brutal”, recordaba Coche en el mismo especial.
“Todos los días daba las gracias por haber amanecido, por ver un amanecer más”.
Con la muerte de Inciarte, son 14 los sobrevivientes de la tragedia que permanecen con vida.
El 5 de junio de 2015 falleció Javier Methol a causa de un cáncer y severos problemas en los huesos.
Hombre de campo
Ingeniero agrónomo, Coche era un hombre de campo. La querencia le tiraba. Ocho días antes de partir, fue a una yerra en su campo en Puntas de Maciel, donde tenía su tambo. Fue invitado por quien ahora trabaja el predio, el senador blanco Sebastián da Silva, con quien también tenía un vínculo por su afiliación al Partido Nacional.
Da Silva sabía que Coche estaba “embromado” pero igual lo invitó a la yerra. “Traé plato para el ensopado”, le dijo. Con él nunca habló de la montaña. Con él todo era campo. Ese día lo vio llegar con su silla plegable, y “feliz de la vida”, habló del campo, vio el verde, los tajamares. “Hablaba con el agrónomo y se acordaba perfectamente de todo”, cuenta el senador.
Al cabo de un rato, Coche pidió dormir la siesta en el parque que tantos años atrás había diseñado con su esposa. Allí plantó higueras, guayabos, limoneros, rosales. En ese lugar, tan suyo, la brisa le acarició la cara bajo el amparo de sus árboles. Su hijo cuenta que de la yerra volvió feliz de la vida.
Ocho días después, Coche partió. Adolfo Strauch lo visitó la noche anterior y charló una hora con él. Sabía que se iba. Rememoraron la hazaña; aquel día que Coche “vio” a su padre tras el alud, pero que todavía era demasiado pronto.
Cincuenta años después, a sus 75, rodeado de quienes lo amaron y dejando tras de sí un legado imborrable, Coche se fue a su reencuentro.