Redacción El País
En la década de 1980, Adolfo Antelo era el religioso más querido de la sociedad uruguaya. Dirigía a la prolífera Comunidad Jerusalén. Cada domingo salía en televisión. Tenía el porte de un actor de cine y un magnetismo que conquistó el interés de cientos de jóvenes y se ganó la simpatía del papa Juan Pablo II. Pero unos años después terminó acusado de dirigir una violenta secta y fue procesado por la Justicia Penal, protagonizando un episodio que cambió para siempre a la Iglesia Católica Uruguaya.
El País realizó una investigación periodística de más de 12 meses, que reunió el trabajo de ocho periodistas de diferentes secciones de la redacción. Dieciséis figuras clave aceptaron ser entrevistadas, incluyendo antiguos consagrados de la comunidad. Se recopilaron decenas de artículos de prensa y publicaciones sobre el caso, y se conversó con sus autores. Y se analizó a fondo el expediente judicial, de más de un metro de alto.
Hoy, miércoles 10 de abril, están disponibles en Spotify los nueve episodios de esta truculenta historia.
La historia de Antelo es la de un hombre que se creía un elegido. Que sobrevivió a una enfermedad mortal y construyó un mito en torno a su sanación. Es la historia de un joven carismático que fue ordenado sacerdote antes de tiempo, propuso un camino diferente para conectarse con Jesús y terminó obsesionado con el diablo. De un religioso rebelde —tomaba alcohol frente a los fieles, manejaba una moto y montaba misas en la playa— que acabó montando un sistema de dolorosos exorcismos para quitarles el diablo del cuerpo a sus discípulos.
Y es la historia de sus discípulos. Estudiantes universitarios, provenientes de familias adineradas, que lo dejaron todo para seguirlo a Antelo y de un momento a otro se convirtieron en las víctimas de un infierno que durante años mantuvieron en secreto. Hasta que un día, rompieron el silencio.
Es la historia de un tribunal eclesiástico que investigó las denuncias por sus maltratos bajo las presiones del Vaticano, que envió a un representante para hacer su propia pesquisa y hasta el último momento creyó en su inocencia.
Y de la perseverancia del periodismo, que no se conformó con las versiones oficiales, continuó escarbando y lo que encontró terminó provocando que por primera vez la Justicia Penal iniciara un proceso en contra de un sacerdote. Fue procesado con prisión pero su muerte, a los 48 años, dejó la causa inconclusa. Por eso, finalmente, los delitos de Adolfo Antelo nunca fueron condenados por la Justicia.
Casi 30 años después, esta es una historia que algunos prefieren que no vuelva a ser contada, porque no es cierto que el tiempo cura todo.