Más allá de la laguna de las Lavanderas, desde 1987 punto neurálgico de la fiesta folclórica Patria Gaucha, se congrega el pintoresco y tradicional desfile de decenas de aparcerías que recorren parte de la ciudad de Tacuarembó hasta su tramo final por calle 18 de Julio, pasando por la Catedral y el edificio de la Intendencia, y donde -sobre la plaza 19 de Abril- se ubica el habitual palco destinado a las autoridades.
Allí se ubicó el presidente Luis Lacalle Pou acompañado, en una nueva reaparición juntos desde su separación, por Lorena Ponce de León.
Además de presenciar desde primera fila la hora y media que duró el desfile -comenzó sobre las 11 y finalizó 12.34 horas-, flanqueado por “Loli” y por el intendente de Tacuarembó, Wilson Ezquerra, el mandatario se vio desbordado, con fotos y selfies -una gran cantidad, como es costumbre en sus recorridas-, recibió regalos, cartas, besos, pedidos, saludos, gente que no lo dejaba avanzar, sin que él interpusiera una quejara.
Todo eso con 38 grados de sensación térmica, con un sol que caía punzante y una humedad que no daba tregua. Algo parecido a un horno.
Vestido con una remera gris -que empapó de sudor-, pantalón cargo azul oscuro y alpargatas azules con ribetes celestes, el presidente debió atravesar la plaza 19 de Abril para llegar hasta la parte de atrás del palco montado sobre 18 de Julio. Se tomó todo el tiempo del mundo para sacarse todas las selfies habidas y por haber: desde niños, adolescentes, chicas vestidas con atuendos de chinas, madres con bebés, abuelas, hasta el vecino que una vez lo vio junto a su padre, el expresidente Luis Lacalle Herrera.
Una señora muy rubia y alta, se le plantó delante y le habló en inglés: le regaló un libro, “American”, de esos gruesos, grandes de tapa dura, que se suele colocar de adorno en las mesas ratonas. Le dijo “I love you” al mandatario y, consultada por El País, dijo ser de Nueva York y que su presencia en Uruguay era un “secreto”. “Compartimos un mismo modo de ver la vida”, aseveró respecto a Lacalle Pou.
Con Pedro Nieves, de 62 años y de Maldonado, se saludaron como viejos amigos, un abrazo al pasar, pero afectuoso que indicaba una relación más profunda. “Es un amigo de muchos años”, dijo, orgulloso, el campero vestido, claro está, con su camisa blanca impecable, pañuelo, bombacha, faja y facón. A continuación, una señora lo tomó del brazo y le pidió una foto, una más para ella con la misma persona: “Tengo una cantidad de fotos con usted”.
El obispo de Tacuarembó, Pedro Ignacio Wolcan, que lo esperaba para saludarlo, hizo referencia a las autofotos que no paraban de sacarse: “Están buenas las selfies; una competencia terrible”. Luego, el presidente cumplió con él con un abrazo rápido sin mucho protocolo. Entre tanto, hasta mandó un beso por una videollamada, recibió una carta dirigida al presidente de la República Oriental del Uruguay y un sobre papel manila que enseguida entregó a sus custodios con la promesa de luego revisarlo.
“Luis Aparicio, salí con tu tocayo; hace cuatro años te sacaste una foto con él”, le dijo la madre al hijo mientras lo acomodaba al lado del mandatario que se agachó para un mejor encuadre de la imagen.
Así, y luego de más de media hora, pudo acceder al palco para presenciar el desfile que ya estaba pasando por el lugar. Al pasar, se abrazó con el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, sus ministros, varios intendentes, legisladores y otros jerarcas del gobierno.
Al cabo del desfile hubo tiempo para una segunda tanda de selfies. Ni siquiera lo dejaban bajar de la tribuna, hasta que poquito a poco se fue arrimando a la escalera hasta salir nuevamente hacia la plaza 19 de Abril.
Secándose el sudor de la frente con la mano, Lacalle Pou siguió agarrando todo celular que le pasaran para sacar él mismo la foto. Un grupo de aparceros argentinos de Chivilcoy (provincia de Buenos Aires), liderado por Martín Jauregui, le obsequió el libro “El cuchillo criollo”. Ya se conocían de otros eventos. Incluso, estos bonaerenses vienen a Tacuarembó desde hace una década.
Para cerrar estos eventos siempre emotivos, se pasó al homenaje al prócer José Gervasio Artigas cuya figura se yergue sobre la plaza: ofrendas florales y la entonación de la canción a Don José. Lacalle Pou también puso su voz.
Al concluir, el presidente se fue como llegó: con muchas más selfies. Aunque con más calor. De sus admiradores y de la canícula tacuaremboense. Y se marchó sin hacer declaraciones.
Sobre el mediodía de ayer se llevó a cabo el tradicional desfile de aparcerías, que duró cerca de una hora y media, bajo un intenso calor.
En el palco principal observaban las autoridades, entre ellas el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, junto a su esposa, Lorena Ponce De León, y autoridades del gobierno nacional y de los distintos gobiernos departamentales.
El amor por el campo y la presencia de brasileños
La fiesta de la Patria Gaucha se realiza anualmente en la ciudad de Tacuarembó, en el predio de la Laguna de las Lavanderas, desde hace 36 años, y suele durar una semana. Entre las variadas actividades se llevan a cabo jineteadas, escenarios musicales con diversos artistas, competencia entre las distintas sociedades nativistas y un desfile criollo en donde participan cientos de personas.
Ese desfile, como el de ayer, con un recorrido por la ciudad, buscó demostrar una vez más el amor de los aparceros por el campo, al engalanar con sus trajes, carretas y representaciones un evento que el público aplaude y se queda hasta el final, con gusto. Y quedó claro en esta última edición, con un calor insoportable.
El desfile fluyó animado, dinámico, colorido; bien organizado y cuidado en todos los detalles. Desfilaron personas de todas las edades, incluso bebés de nueve o cinco meses.
En Tacuarembó también se escuchó hablar portugués. Aparceros y público de Rio Grande do Sul, que llenaron de banderas las tribunas,
se hicieron notar durante el desfile de la Patria Gaucha. Incluso, hubo un número musical de adolescentes brasileños.