Testimonios
Hay uruguayos que viven en carne propia lo que sucede en el país caribeño, donde hoy hay dos hombres que se llaman a sí mismos presidente.
En los últimos años, y mientras la situación económica y social se deterioraba cada vez más en Venezuela, miles de ciudadanos de ese país al norte de América del Sur eligieron emigrar a Uruguay. En concreto, hoy hay unos 9.000 venezolanos en el país. Se estima que en 2019 ese número trepará a 12.000.
Pero, hace algunas décadas, el trayecto era el inverso. En especial durante la dictadura (1973-1985) fueron muchos los uruguayos que viajaron hasta el país caribeño huyendo del gobierno de facto. Recientemente, algunos de ellos volvieron al país donde nacieron, pero otros no y viven en carne propia lo que sucede en ese lugar donde hoy hay dos hombres que se llaman a sí mismos presidente. El País habló con tres de ellos y estas son sus historias.
u201cEstá todo el mundo como a la espera de que termine de explotar la bombita de tiempou201d
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Alejandro Silva responde al otro lado del teléfono con un u201calóu201d. Llegó a Venezuela por primera vez en 1979 y hoy vive en Maracay, una ciudad a unos 120 kilómetros de Caracas, la capital. Ahí es donde se han producido la mayoría de los disturbios y las concentraciones de los últimos días, explica, y agrega que mucho de lo que sucede no llega a los oídos de quienes viven fuera de la principal ciudad del país. u201cHay muchas cosas que pasan en Caracas que nosotros a veces no nos enteramos porque no salen a la luz públicau201d, cuenta.
Es que uno de los problemas que señala Silva es la incertidumbre que genera la falta de información. u201cNo sabés ni en qué creer, porque unos te dicen una cosa, escuchás otra de otrosu201d, señala. Además, agrega que el gobierno mantiene un control férreo sobre los medios: u201cA nivel de televisión local o radio local no hay un canal que puedas escuchar y digas u2018esto es lo que está pasandou2019, nos enteramos de lo que ellos quieren que nos enteremosu201d.
De todas maneras, por conocidos que viven en la capital, sabe que allí u201cla situación sigue difícilu201d. En Caracas el clima es u201cmuy peligrosou201d y ya casi no se ve movimiento ni en la calle ni en las autopistas, dice. u201cEstá todo el mundo como a la espera de que termine de explotar la bombita de tiempou201d, grafica el uruguayo.
Para Silva, la propuesta de Uruguay y México u2013que el miércoles emitieron un comunicado pidiendo a u201cla sociedad venezolana a encontrar una solución pacífica y democrática a sus diferenciasu201d- es poco viable. El diálogo en Venezuela en los últimos tiempos, dice, u201cnunca llegó de ninguna parteu201d, ni de la oposición ni del oficialismo. u201cSe viene hablando de diálogo desde hace tiempo y ninguno de los dos se ha sinceradou201d, afirma.
Silva no sabe qué va a pasar en el país que eligió como hogar, pero repite que lo que precisa Venezuela es un u201ccambiou201d. u201cLo que se necesita es un cambio urgente porque esto ya no es vida para nadieu201d, insiste.
"Me gustaría llegar a Uruguay porque no puedo seguir más aquí"
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Para Marcel Soria (52) el 23 de enero de 2019 puede llegar a ser recordado como el día en que empezó el cambio en Venezuela. Un cambio que cree no será de la noche a la mañana. Aunque Juan Guaidó se haya autoproclamado como presidente encargado de Venezuela ese cambio, piensa, empezará a darse u201cpaulatinamenteu201d. u201cNo vayan a pensar que ya va a haber buena economía, buena seguridad, que ya se van a encontrar los productos básicos. El cambio será a mediano y largo plazou201d, dice.
Soria nació en Montevideo y a los cinco años se fue a Venezuela. Hoy vive en la ciudad de Cumaná. En 2017 volvió a Uruguay, se quedó cinco meses y retornó a Venezuela, y de eso se arrepiente. u201cEsa es una mala decisión que toméu201d, reflexiona.
Dice que hace dos años no tiene trabajo en Venezuela y que gracias a la ayuda de sus padres puede comer dos platos por día de comida. Si la administra mejor capaz que llega a tres, cuenta.
u201cAquí la situación está muy crítica y esperemos que la oposición con el transcurrir de los días vaya haciendo las cosas positivamenteu201d, dice.
Cree que la decisión del gobierno uruguayo de no reconocer a Guaidó como presidente estuvo u201cun poco malu201d, según piensa Uruguay tuvo que u201chacer lo mismo que hizo Argentina, Ecuador, Chile, Paraguay, Canadá y Estados Unidos.
Soria afirma que la situación en Venezuela está mal y que siente que va a pasar algo. u201cPara bien o para mal pero algo va a pasar, espero que sea para bienu201d, dice, y agrega: u201cLa gente está esperando que pase algo positivo para Venezuela en todos los aspectos, tanto en lo social, en lo político, como en lo económicou201d.
u201cSi no se acepta a Guaidó es un duro golpe y pienso que Maduro se pondrá más fuerte y tendrá mano dura con los políticos de la oposiciónu201d, cuenta el uruguayo, que piensa en un mes volver a su país de origen. u201cMe gustaría llegar a Uruguay porque no puedo seguir más aquí, llevo casi dos años sin trabajar, no puedo seguir aquíu201d.
"Últimamente la cosa está muy difícil y estamos inventando algo para poder sobrevivir"
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Al principio Sergio Martínez dice que puede hablar pero que prefiere que sea por WhatsApp porque algunas llamadas son intervenidas. Enseguida se desdice y asegura que igual mucho no le importa.
Llegó a Venezuela hace 40 años, en abril van a ser 41. Pisó la tierra caribeña junto con su esposa y ahora ya tienen tres hijas, todas son venezolanas. No pasó mucho tiempo para que consiguiera trabajo, es músico y poco a poco fue formando una carrera. Finalmente logró formar una orquesta que tocaba en las mejores fiestas de Caracas. Hoy esa época es solo un recuerdo.
Las fiestas cesaron y con eso el trabajo. "Últimamente la cosa está muy difícil y estamos inventando algo para poder sobrevivir", asegura y explica que el cambio ocurrió en los últimos años de mandato de Hugo Chávez y que "con Maduro la cosa se puso fea".
Mientras habla con El País sale al balcón. En su casa no hay luz, tampoco en la calle pero a lo lejos escucha el sonido de varias personas que se acercan con cacerolas. Hacen ruido para protestar.
"El país está mal", asegura Martínez, y explica que "comida hay pero los precios son inaccesibles". Él es diabético y para comprar cuatro lapiceros de insulina tiene que trabajar 15 meses. "Los que tenemos esta enfermedad estamos con pena de muerte prácticamente", dice.
Pero la esperanza de un futuro mejor continúa y está puesta, dice, en la ayuda internacional. "Si acá no intervienen desde afuera nosotros perderíamos toda la esperanza", asegura.