Recién pasaban las 6 de la mañana del primer día del año 2025. No hacía mucho -apenas unas pocas semanas- que Nahuel, de 35 años, había llegado a Punta del Este desde Argentina para probar suerte e intentar juntar algo de dinero. No tenía con quién pasar las fiestas, así que le propuso a un excompañero de trabajo ir a ver el primer sol del año en la rambla, a pocos metros del conocido monumento de “los dedos”. Llegó hasta allí y desde un auto vio como dos chicas se arrojaban al agua. Hasta ese momento, no les dio ninguna importancia.

A pocos metros, el fotógrafo Ricardo Figueredo, de El País, cargaba su cámara con el objetivo de capturar imágenes de quienes se encontraban en la playa disfrutando del comienzo de año. Vio, entre la gente, a las mismas dos chicas metiéndose en el agua. Tampoco les prestó demasiada atención. Un rato más tarde se percató de que ellas pedían auxilio.

Figueredo vio como dos hombres que estaban con ellas se tiraban al agua con el objetivo de salvarlas, y también fue testigo de como en cuestión de segundos la situación se agravó. Pasaron a ser cuatro las personas que pedían ayuda.

El fotógrafo agitó sus manos, desesperado por hacerse ver, rogando por alguien que pudiera hacer algo, mientras esperaba que del otro lado de la línea de su celular lo atendiera la Prefectura. El que lo vio fue Nahuel, que cortó en seco la conversación con su amigo. Aunque nunca había ejercido como guardavidas, por no haber aprobado una última materia teórica, sí había llegado a completar el curso en su provincia, Santa Fe.

Por instinto y sin pensarlo dos veces, Nahuel, según relató el día después de los hechos a El País, salió corriendo hacia la playa. Contó las personas que estaban en el agua, vio las condiciones del mar y saltó hacia las rocas mientras se quitaba la ropa.

Al llegar ante una de las mujeres, le pidió “que se tranquilizara”. “Ella lo entendió, y pudo nadar por sus propios medios y salir por las rocas”, contó. Luego fue por uno de los jóvenes, pero la cosa no fue tan fácil. “Le pedí que patalee conmigo para poder sacarlo e ir por su amigo. De la desesperación me tiraba para abajo del agua, pero al final pudimos salir”, concluyó.

La segunda chica salió del agua con la ayuda de personal de Prefectura, que rapidamente llegó al lugar.

Pero faltaba uno.

Franco Toro, de 29 años, había desaparecido entre las olas. No había rastros de él y hasta el cierre de esta edición no han podido encontrarlo. Pasaron las horas y las búsquedas realizadas en los últimos dos días han sido infructuosas. Mañana se retoman los trabajos en el agua. Buscan su cuerpo.

Foto: Ricardo Figueredo/El País.

Oriundo de la ciudad de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires, Franco era tatuador. En Uruguay, a donde había llegado hacía pocos días junto a su novia, trabajaba en un local gastronómico. Era la primera vez que venía a Punta del Este.

“Sabía nadar muy poco”, dijo la madre del joven al medio argentino Telefe y definió a su hijo como alguien “totalmente solidario”.

“Me gusta hacer un poco de todo”, había escrito Franco en la descripción de su cuenta de Instagram, donde mostraba su facilidad para el dibujo y la realización de obras plásticas.

El operativo de Prefectura comenzó a las 5:30 de ayer jueves, aunque se vio dificultado por las condiciones climáticas. Los vientos fuertes impidieron que el equipo de buzos se desplegara en la zona de La Caldera, lugar donde hay fuertes corrientes. En horas de la tarde, las lanchas tuvieron que detener sus tareas debido a que no estaban preparadas para el oleaje.

Sobre el mediodía, mientras en la zona donde desapareció Franco se desplegaban los efectivos para la búsqueda, a pocos metros, en la zona apta para baño, las familias disfrutaban, algunos jóvenes surfeaban y otros tomaban sol en sus reposeras. Las dos escenas convivían; el contraste era absoluto.

Sobre las 19:30, el prefecto de Punta del Este, Sebastián Sorribas, habló en rueda de prensa y lamentó la falta de resultados hasta el momento. “Los buzos necesitan condiciones muy específicas”, dijo haciendo referencia a que hasta el día de ayer estos no habían podido desempeñar tareas.

Foto: Ricardo Figueredo

A partir de este viernes, la zona de búsqueda se ampliará. “Empiezo a buscar un cuerpo sin vida, no son los mismos parámetros, y no son las mismas zonas”, dijo Sorribas.

La fatiga del personal y el impacto que tuvo la búsqueda estos dos días será evaluado por el prefecto para determinar los recursos que destinará en las próximas horas.

“Vamos a buscar con coherencia y mientras los medios nos lo permitan. Recordemos que estamos en enero, en la medida que las emergencias sean controlables, yo voy a seguir buscando”, concluyó.

Hay recomendaciones obvias que hacen los salvavidas como no bañarse en áreas prohibidas, en momentos en que no hay salvavidas o cuando las condiciones climáticas lo desaconsejan. Pero hay muchas otras. Por ejemplo, se debe tomar en cuenta que las desembocaduras de arroyos en el Río de la Plata o en el Atlántico (“barras”) son particularmente peligrosas y que nadar en agua dulce es más difícil que hacerlo en la salada.

Daniel Arregui, quien trabaja en el parador Tajes, sobre el río Santa Lucía, en Canelones, explicó a El País que las “barras” son “re-peligrosas, principalmente por los canales que pueden tener y el intercambio de aguas dulces y saladas”. Y añadió: “El agua salada, por contener cloruro de sodio, es más liviana y permite más flotación, lo que no ocurre con el agua dulce”, agregó.

Es fundamental que quien sea testigo de que una persona está en peligro avise rápidamente al personal profesional y evite ingresar al agua, dijo. “Hay que solicitar auxilio al puesto más cercano de guardavidas y lo único que se puede hacer si tenemos algún inflable, cuerdas o ramas, es intentar alcanzárselos a quien esté en una situación de peligro desde una barranca o arena, pero nunca desde una roca”, explicó Arregui.

Foto: Ricardo Figueredo

“Siempre aconsejamos interactuar con los guardavidas que pueden dar conocimientos básicos sobre la playa, sobre las corrientes laterales y sobre la dinámica que es muy variable en el río, porque sube y baja permanentemente por la incidencia de los vientos en la zona. No hay que sobreestimar las capacidades natatorias, hay que respetar toda la señalización y no ingresar con objetos inflables”, insistió.

Adriana Sosa, pediatra e integrante de la Mesa Intersinstitucional de Seguridad Acuática en representación del Ministerio de Salud Pública, explicó que “si una persona sufre un calambre debe intentar salir o de lo contrario flotar boca arriba y solicitar ayuda con los brazos”, y que “cualquier condición médica que disminuya la autonomía de las personas requiere que ellas entren acompañadas al agua”. En el caso de los adolescentes y jóvenes es necesario insistir en que no deben ingresar al agua si consumieron alcohol u otras sustancias estimulantes o alimentos pesados.

A cualquier espejo de agua se le debe tener mucho respeto aunque sea una piscina, avisa Carlos Curbelo, coordinador de los salvavidas de Maldonado. “Estoy hablando hasta de las piscinas inflables. Los menores deben estar siempre acompañados. Los ahogamientos son la primera causa de muerte de los menores de 5 años”, enfatizó.

La intendencia de Maldonado tiene una aplicación llamada “Infoplayas” en la que informa minuto a minuto qué banderas hay en cada playa. En Maldonado hay salvavidas entre las 9.30 y las 19.30 horas en 88 puestos ubicados entre Solís y José Ignacio. En Rocha hay salvavidas en servicio entre 10.30 y 18.30 y en Canelones de 10.30 a 19.30. La desaparición del joven argentino en Punta del Este se produjo cuando todavía no había salvavidas en la Playa Brava.

Foto: La Nación/GDA