ENCUESTA
El 50% de los encuestados cree que su vida cambiará mucho o bastante por el nuevo coronavirus en el país, según encuesta de Factum.
Para la mitad de los uruguayos el 2020 es el año cero: hay un 2020 antes de COVID-19 y hay uno después de la pandemia. Y aunque los calendarios gregoriano y juliano jamás han incorporado un año cero, para la opinión pública este año de pandemia es un punto de inflexión.
A juzgar por las respuestas de los más de 1.400 encuestados por la consultora Factum, solo una minoría de los uruguayos adultos (17%) piensa que su vida mutará poco y nada con COVID-19. Y es todavía una minoría más pequeña la que sostiene que la sociedad tampoco cambiará.
“Parecería que hay un desfasaje: yo percibo que el colectivo cambiará más que yo mismo. Eso, desde lo racional, es incongruente: porque el cambio social me termina afectando a mí”, explica el filósofo Javier Mazza.
Para que no suene a frase rebuscada de un típico filósofo, Mazza da un ejemplo cotidiano: “El otro día fui a comprar unos bizcochos a la panadería y había que entrar de a uno. La compra que antes me llevaba cinco minutos, me tardó más de 20. Si eso mismo ocurre en la nueva normalidad, cuando retorne al trabajo presencial y tenga solo media hora para irme a comprar la milanesa al pan y comerla, es probable que no me dé el tiempo de almorzar. Y mi jefe va a tener que entenderlo, y a lo mejor se flexibiliza el horario, y así…”.
En este sentido, los uruguayos que trabajan —al menos los que lo hacían a comienzos de mayo que fue cuando se hizo la encuesta de Factum— son quienes más perciben que la pandemia del coronavirus los cambiará: para el 53% COVID-19 modificará “mucho” o “bastante” sus vidas.
Según el sociólogo Eduardo Bottinelli, director de la consultora, “es esperable” que la mayoría visualice un cambio cuando se habla de “incertidumbre”, de “distanciamiento” o “nueva normalidad”. Pero para él, como para el filósofo Mazza, el tiempo dirá si esta es una “sensación pasajera” o un verdadero cambio de matriz.
Como hipótesis, dice Bottinelli, “si no hay ningún cambio drástico respecto a la situación sanitaria, en el último trimestre del año notaríamos que esa percepción del cambio de la vida empezaría a disminuir”.
Mazza acompaña la anécdota de los bizcochos con un mate: “Si en el próximo verano ya estamos compartiendo el mate entre todos, como lo hacíamos antes de COVID-19, es obvio que no habrá habido ningún cambio profundo en un hábito tan identitario”. ¿Por qué? “El lingüista Ferdinand de Saussure decía que para que haya un cambio en el lenguaje, tiene que haber una persistencia de ese cambio que se sostenga en el tiempo. Dicho de otro modo: el polémico todes o niñes triunfará en la medida que la sociedad lo sostenga durante mucho tiempo”.
La “peste negra”, considerada por algunos epidemiólogos como el “peor desastre biológico de la historia”, no se sabe con exactitud cuánto duró. Pero la ciencia habla que su pico en Eurasia fue de al menos seis años en el siglo XIV. “Esa peste terminó eclosionando el sistema económico de la época y eso más bien fue el efecto de los efectos”, dice Mazza.
La (mal) llamada Gripe Española coincidió con el final de la Primera Guerra Mundial, por tanto, dice el filósofo, “es difícil atribuirle a la pandemia el cambio de vida o a la guerra en sí”.
COVID-19 va menos de cinco meses. Pero para Mazza ya hay algunos indicios de “leves” cambios: “La universidad de Cambridge ya anunció que todas sus clases teóricas seguirán siendo a distancia hasta junio de 2021, ¿y luego no seguirá así? El transporte aéreo, según los economistas, no volverá a su máximo desarrollo hasta al menos 2021. El comercio electrónico alcanzó los niveles de facturación que estimaban para dentro de cinco años. Varias organizaciones vieron que el teletrabajo les va bien, y es esperable que, si se asienta, cambien las rutinas como sucedió con los trabajadores de software que ya venían en una modalidad remota”.
El sondeo de Factum muestra que para dos tercios de los uruguayos las formas de enseñanza cambiarán “mucho” o “bastante” tras la pandemia. Es una postura que se intensifica todavía más entre los más educados (trepa al 68%) y los votantes de Luis Lacalle Pou (73%).
¿Habrá realmente un antes y un después? “Estando en el ‘durante’ es difícil una respuesta concreta, para empezar porque no sabemos cuánto va a durar el ‘durante’, y, por tanto, cuándo será el después”, dice Bottinelli. Sin embargo, concluye el sociólogo, nada hace pensar en “un cambio drástico en las vidas de la población mundial, ni en las formas de producción ni de comercialización”.
Ellas dicen que su vida les variará mucho más
Los hombres y las mujeres uruguayos piensan, mayormente, que sus vidas irán a cambiar por COVID-19. Pero ellas opinan en mayor porcentaje que la pandemia les generará “mucha” o “bastante” variación (56% de ellas están en esta postura frente al 45% de ellos). Lo mismo pasa al preguntarse sobre el cambio social: para el 73% de ellas habrá un gran cambio frente al 67% de ellos.
Según el sociólogo Eduardo Bottinelli “las mujeres son las que han mostrado mayor preocupación en cada una de las ediciones del Monitor Coronavirus Factum”. ¿Por qué? Pese a que no está estudiado, dice el director de la consultora, “puede estar dado por la división de los roles de género predominante en las sociedades actuales: el varón debe mostrar mayor fortaleza y certezas en su accionar mientras que las mujeres tienen mayoritariamente el rol más débil y al mismo tiempo protector/cuidador de la familia”.
Respecto a este último punto, agrega el filósofo Javier Mazza, “la rutina previa a COVID-19 no se retoma hasta suplir el efecto ‘guardería’ de la escuela y, mientras tanto, son ellas las que soportan buena parte de esa carga”.
Mazza sostiene que COVID-19 viene a mostrar viejas tensiones, no solo de género. “Un ejemplo es lo que ocurre entre la seguridad y la libertad: en cualquier novela distópica consta que lo nuevo anula las libertades en pro de la seguridad”. Eso mismo, dice, ocurre ahora “y no solo en China”.
Cuando hay un enemigo externo como el coronavirus, dice el filósofo, “parecería que existe un mayor permiso a que se meta el brazo del Estado en pro de la seguridad”. Uruguay, a su entender y al decir del presidente de la República, “apostó por el ejercicio responsable de la libertad… y parece que le está yendo bastante bien”.
Eso, sin embargo, “no significa que todas las democracias liberales han acertado rotundamente cómo combatir la pandemia ni tampoco que han fallado rotundamente”.