Redacción El País
Montevideo está puesta bajo la lupa luego de que la alcaldesa del municipio B informara que el pasado mes de octubre un hombre de 30 años que paseaba con su familia se tropezó en el escalón de un edificio, cayó sobre una hilera de pinchos y murió como consecuencia de las graves lesiones.
Al enterarse de lo sucedido, funcionarios del Municipio B acudieron al lugar y tomaron fotografías. Luego, el Municipio B solicitó al Servicio de Convivencia Departamental de la Intendencia de Montevideo (IMM) que intimara al edificio al retiro inmediato de dichos elementos. Tras la intimación, los objetos punzocortantes fueron sacados. Sin embargo, no es el único lugar donde hay piezas con estas características.
Rejas, alambres de púas y cercas electrificadas forman parte del paisaje urbano desde hace mucho tiempo. Este fenómeno conocido internacionalmente como “arquitectura hostil” es la respuesta ciudadana frente al aumento de la inseguridad. Sin embargo, no todas estas barreras están pensadas para enfrentar el delito, sino para evitar que personas se sienten, paren a conversar o duerman allí.
“Cuando la arquitectura se reviste de formas limitantes —visuales, físicas y sociales— esa arquitectura es hostil”, dice un artículo de la revista académica brasileña Geographies, escrito por Shayenne Barbosa Dias y Cláudio Roberto de Jesus, ambos miembros del programa de posgrado en estudios urbanos y regionales de la Universidad Federal de Río Grande del Norte. Según estos autores, la arquitectura hostil aleja a la gente, pero también retroalimenta la sensación de inseguridad urbana.
Alejandro Fernández, un arquitecto consultado por El País para el reportaje de revista Domingo “Montevideo hostil: las formas de excluir a las personas de espacios públicos y privados”, se refirió al fenómeno histórico de la arquitectura disuasiva y defensiva: “Todo este tema tiene su razón y origen en la propia condición humana. La arquitectura en la época de las ciudades-Estado y en la Edad Media se caracterizaba por las fortificaciones, que se planificaban en función de la hostilidad que existe en la propia civilización, en la especie humana. La arquitectura militar y defensiva fue durante años preponderante en la definición de las ubicaciones de las ciudades y en la forma en la que se configuraban, pensando en que te podían venir a atacar y en que te tenías que defender”.
El arquitecto recordó el caso de la Gran Muralla China, una obra colosal y una de las estructuras más importantes hechas por el hombre: “Era una construcción defensiva que segregaba a los pueblos del Norte. Si extrapolamos esto al ámbito cotidiano, a nuestra época, y teniendo en cuenta todo el ingrediente de desigualdades sociales, vemos que a veces cada persona intenta resolver a su manera las cosas que el Estado no logra solucionar, poniendo sus propias protecciones. En definitiva, nos defendemos de quienes nos puedan hacer un daño a nuestra integridad o a nuestra propiedad. Siguen siendo consecuencias de la propia condición humana”.
En 2019 el papa Francisco denunció el “ensañamiento” y la “arquitectura hostil” contra las personas que se encuentran en situación de calle, en un mensaje divulgado en ocasión de la III Jornada Mundial de los Pobres que se celebró en noviembre de ese año.
“Se ha llegado hasta el punto de teorizar y realizar una arquitectura hostil para deshacerse de su presencia, incluso en las calles, últimos lugares de acogida”, dijo el pontífice.
La jornada dedicada a las personas de menos recursos fue fundada por el papa argentino en 2016, para motivar la reflexión de los católicos en todos los continentes sobre las formas de explotación del hombre y a su vez movilizar a la Iglesia ante este grave fenómeno.
“El papa pide un cambio de mentalidad”, dijo entonces monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Y agregó: “Es que la Iglesia no puede cerrar los ojos ante ese fenómeno”.
La solicitud de retiro de arquitectura hostil en Montevideo
Consultada por El País, la alcaldesa Silvana Pissano dijo que muchos edificios y viviendas ubicados en el Municipio B no tienen retiro frontal. Por ello, agregó, sus propietarios colocaron esos sistemas para evitar que personas duerman frente a sus propiedades.
Por esta razón, el Consejo del Municipio B solicitó a la Intendencia de Montevideo que, por intermedio de los departamentos de Planificación o de Desarrollo Urbano elaboren una propuesta normativa y que ésta luego pase a estudio de la Junta Departamental.
Según la resolución del Consejo, hay casos muy complejos de uso de esa "arquitectura agresiva" donde los inspectores del Municipio B y la tramitación administrativa enfrentan un "vacío normativo", es decir, la falta de normas que expresamente prohíban la instalación de elementos de este tipo de arquitectura hostil.
"Se debe aprobar una norma sobre la utilización de esos elementos. Hay que pensar la ciudad para personas de ocho a 80 años y dar garantías a todos", insistió Pissano.