ASILO EN URUGUAY
El gobierno inauguró un nuevo plan de reasentamiento que busca dar refugio a entre 35 y 40 venezolanos que ahora esperan un destino seguro en terceros países.
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No fue necesario que cayera tumbado en la lona del cuadrilátero. Un gancho izquierdo directo al hígado lo dejó fuera de combate, apenas 67 segundos después de que sonara la campana de inicio. Eldric Sella perdió, pero no le importó. Ya se sentía ganador entonces, dice ahora.
Porque este boxeador de peso mediano, mirada que tiende a fruncir el entrecejo, dedos largos y nudillos saltones, subió al ring sabiendo que le había dado un golpe de suerte a su destino. Ese lunes 26 de julio, a las 13:06 horas de Tokio, lucía un uniforme rojo que a la altura del pecho se leía: Refugee Olympic Team (Equipo Olímpico de Refugiados). Era el primer latinoamericano en la historia en competir en ese equipo que suele estar conformado por africanos y asiáticos.
Debajo de la tela del uniforme y la piel mulata, en el corazón, admite que latía la bandera de Venezuela, de donde había tenido que escapar casi cuatro años atrás. Y en la mente procesaba la certeza de que, tras los Juegos, encontraría cobijo en Uruguay. Un lugar del que, el deportista reconoce “apenas sabía que era un país”.
Unos días antes de que partiera a Tokio, desde Trinidad y Tobago donde estaba asilado y donde le habían negado el retorno tras los Juegos, una autoridad de la agencia para los refugiados de Naciones Unidas (Acnur) se comunicó con la Cancillería uruguaya. Era una llamada apelando a la solidaridad de Uruguay para darle refugio a Eldric una vez que abandonara la Villa Olímpica. La consulta fue respondida por la subsecretaria Carolina Ache, quien por entonces ocupaba el cargo de ministra interina, y quien no lo dudó: “Bienvenido sea”.
Eldric -24 años, campeón nacional de boxeo en Venezuela y el adolescente mimado de ese deporte en el país caribeño tras haber conseguido su primer torneo con solo 15 años- lleva un par de meses viviendo en un hotel céntrico de Montevideo. Hasta ahora no ha dado entrevistas ni narrado su historia en las redes sociales porque su familia todavía corría peligro. Recién a mediados de setiembre los Sella volvieron a reunirse en su nueva tierra: Uruguay.
Con él se inició un programa de reasentamiento por el cual el gobierno uruguayo se compromete a dar refugio a entre 35 y 40 venezolanos que ahora esperan un destino seguro en terceros países. La crisis humanitaria de Venezuela es tal que Naciones Unidas considera que cualquier persona que huye de allí -sea perseguida política o no- puede considerarse refugiada.
Naciones Unidas estima que la cantidad de migrantes y refugiados venezolanos superará los siete millones para el año 2022. La ministra de Desarrollo Internacional de Canadá, Karina Gould, había dicho que el éxodo es de tal magnitud que promete “convertirse en la mayor crisis migratoria del mundo”.
“Uruguay es uno de los pocos países en América Latina que, en medio de la pandemia, mantuvo su gesto humanitario y estableció excepciones para que los solicitantes de refugio pudieran radicarse”, explicó a El País el representante regional de Acnur, Juan Carlos Murillo.
Prueba de ello, en los primeros 258 días de este 2021, emergencia sanitaria mediante, se registraron 1.538 solicitudes de refugio. El 62% eran ciudadanos venezolanos. Y, según Murillo, se prevé un incremento “moderado” tras la apertura de las fronteras y la suba de la movilidad regional.
Primer round
El béisbol es el deporte más popular de Venezuela. Pero desde pequeño a Eldric le entusiasmó el boxeo. En un gimnasio de Caracas, muy próximo a su casa, conoció la que sería su vida: “Uno entrena boxeo, come boxeo y duerme boxeo… la rutina pasa a estar acaparada, por completo, por el deporte”.
Pero, ¿cómo se come boxeo cuando el vientre cruje de hambre? La American Boxing Confederation recomienda que los boxeadores ingieran entre 4.000 y 6.000 kilocalorías diarias. Con su sueldo mínimo, un venezolano accede a un kilo de carne al mes y solo le sobran 0,02 centavos de dólar.
“La razón por la cual yo dejé Venezuela no es más que la misma por la cual se han ido más de 6 millones de venezolanos: la escasez de alimentos y de medicinas, la violencia y la delincuencia que se vive día a día”, dice este hombre de voz tan serena que, si no fuera por la musculatura esculpida y porque su nombre aparece al instante en las búsquedas de Google, nadie diría que es un boxeador.
Como parte del equipo nacional de boxeo de Venezuela, en 2018, Eldric fue a competir a Trinidad y Tobago, un país partido en dos islas que queda a menos de 800 kilómetros de Caracas. En su bolso de viaje llevaba la medalla de campeón nacional, la única cábala que mantiene para las peleas, y unas pocas mudas de ropa. Pero entendió que ese era el momento indicado para un “escape perfecto”.
En Trinidad y Tobago solicitó el refugio, pero no abandonó su sueño de alcanzar sus primeros Juegos Olímpicos. Fue albañil, sanitario, cargó cajas y cuanto trabajo zafral encontró con el solo objetivo de mantener una buena alimentación y costearse los entrenamientos.
“Desde niño soñaba con representar a mi bandera, la de Venezuela, en unos Juegos. Pero cuando averiguando cómo podía competir estando refugiado, y se me abrió la posibilidad de sumarme al equipo olímpico de refugiados, entendí que esto superaba un sueño: pasé a representar mucho más que una bandera”, cuenta el único hispanoparlante entre los 29 atletas que participaron bajo la sigla EOR.
Nocaut
El sueño olímpico duró menos de un momento, como llamaban los antiguos romanos a esa porción de tiempo tan breve de noventa segundos. Fue tal la frustración y la vergüenza que ni siquiera se animó a acercarse a los atletas uruguayos para decirles que, tras los Juegos, sería el primero de un plan de reasentamiento del gobierno uruguayo.
Para que la persona pueda ser parte de un plan de reasentamiento tiene que, previamente, haber sido considerada refugiada por un tercer país en el que aguarda o bien haber sido reconocido como tal por la Acnur. “Se le financian los pasajes, el alquiler de una vivienda por un año y recibe ayuda económica por ese tiempo para rearmar su vida y favorecer la integración local”, explica Murillo.
Es el mismo convenio por el cual, desde 2008, Uruguay trajo a ciudadanos colombianos, sirios y del Triángulo Norte de Centroamérica. Y es así que Eldric ya entrena en Uruguay. Su preparador, también refugiado, es su papá. Para París 2024 representará otra vez a los refugiados. Pero para 2028, si logra obtener la ciudadanía, “tal vez podría competir por Uruguay, ¿quién dice?”.
Sirios obtienen la ciudadanía
Cuando una de las cinco familias sirias que Uruguay había reasentado en 2014 abandonó el país, porque era “muy caro”, había incertidumbre de cómo avanzaría ese plan. Pero unos siete años después las restantes cuatro familias continúan en Uruguay, dejaron de recibir el financiamiento gubernamental y “la mayoría tramitó y consiguió la ciudadanía uruguaya”, explicaron fuentes de Cancillería. En ese mismo proceso están los reasentados de Colombia y El Salvador. Los centroamericanos que escaparon de las maras (pandillas), ahora trabajan en zonas rurales de Uruguay.