Fue de un momento a otro, como ya ocurrió otras veces, y con un ambiente previo que la diputada de Soriano María Fajardo -que se encontraba en la capital departamental- describe como “enrarecido”: mucho calor, aire espeso y un cielo que de pronto se puso negro. Luego, una lluvia que presionó con fuerza y un viento -de hasta 122 kilómetros por hora- que arrasó ventanas, puertas, techos.
Lo que sintió Tahiana Acosta en su vivienda del asentamiento de la calle Rodó fue un “vientito” que la alertó para hacer dos cosas: descolgar la ropa e ir a buscar a sus hijos a la escuela. Se dispuso antes a acostar a sus dos niños más chicos y ahí, sin darse cuenta cómo, empezó: una turbonada incontrolable y cargada de agua abrió las ventanas de su casa y ella solo pudo atinar a proteger a los niños que iban a dormir la siesta.En otro punto de la ciudad, Ana Laura Sclavi y uno de sus hijos intentaban cerrar puertas y ventanas ante el imprevisto invasor. Creían que lo controlaban hasta que por los gritos de los vecinos se dieron cuenta de que la situación era peor: uno de los techos de la vivienda se había volado.En la ciudad de Mercedes este tipo de temporales ya no son algo infrecuente, no al menos en los últimos 10 años, como recuerdan los vecinos. El tornado que en 2016 afectó Dolores -y dejó cinco muertos a su paso-, no ocasionó mayores daños en Mercedes, pero sí hubo otros eventos antes y después de esa fecha, y los mercedarios ahora asumen que deben estar preparados.
El que los azotó en la tarde de este martes -y que todos refieren con precisión que no duró más de 10 minutos- tuvo un impacto que llevó a decir al intendente Guillermo Besozzi: “Nos rompió la ciudad”. En efecto, aunque tal vez no fue de los peores y la situación ya estaba bajo relativo control, los destrozos estaban a la vista al otro día: árboles arrancados de raíz por doquier en la rambla -que algunos aprovecharon para hacer leña-, ramas caídas a diestra y siniestra, y un saldo de 28 familias damnificadas -un total de 116 personas-, según el reporte del Centro Coordinador de Emergencias Departamentales de ayer.La lista se completa con un total de 33 familias que requirieron de visitas de asistentes sociales y una demanda de reparaciones cuantificada en 15 servicios de barométrica y 169 viajes de camiones hacia el vertedero con desechos materiales.No todos necesitaron evacuación: se recurrió a eso para el caso de dos familias de contexto crítico -entre las que estaba la de Acosta. Hubo muchos, dijo Besozzi, que se negaron al refugio por miedo a dejar sus cosas.
La visita del presidente
El celular de Besozzi recibió dos llamadas del presidente Luis Lacalle Pou luego de la tormenta: una a las 18 horas, al enterarse del problema, y otra un rato más tarde, para anunciarle que pretendía viajar al otro día para ver él mismo los daños y hablar con las personas afectadas.Llegó a las 16:30 de ayer en helicóptero, y lo primero que dijo a los vecinos que se acercaron por entre los periodistas para sacarse fotos fue recordar que al otro día del tornado de Dolores él había estado presente en el lugar. Y lo comentó más tarde en rueda de prensa.
“Obviamente estamos hablando de una situación sensiblemente distinta y menor, sin perjuicio de lo cual hay algunos hogares, espacios públicos y centros sociales y deportivos dañados”, aseguró el jefe de Estado, que llegó al lugar con los ministros Javier García (Defensa), Martín Lema (Desarrollo Social) y Luis Alberto Heber (Interior).El presidente recorrió algunos de los puntos más críticos. Esto incluyó la visita de la casa de Sclavi y a la familia de Acosta, que por el momento se encuentra en la sede del velódromo municipal. Pero también fue hasta la casa de un soldado que sufrió varias roturas, y a un salón importante de un centro de rehabilitación ecuestre, que quedó sin su techo de chapa.El recorrido fue corto pero también tuvo una improvisada visita a la vivienda de una mujer que, impetuosa, le dijo: “A nosotros se nos llueve, se nos inunda y tenemos a alguien en silla de ruedas. Queremos que venga a ver cómo vivimos”. Lacalle fue, y el ministro Lema se comprometió con el hombre inválido -que recibió al mandatario y su comitiva recostado en una cama, en un cuarto húmedo y mal ventilado- a que se le brindaría ayuda.
“Estaba con los nenes en los brazos”
Tahiana Acosta no entendía la escena: de repente se vio con sus dos hijos en sus brazos, ambos envueltos con una frazada para protegerlos de la lluvia horizontal que entraba a su casa por todos lados. Así que, con los dos niños a upa y en desesperación total, intentaba que no se abriera la puerta. Se acuerda perfecto que la turbonada no duró más de 10 minutos, pero que ese tiempo bastó para que toda la vivienda se inundara. “Cuando me fui a fijar la parte de adelante de la casa vi que estaba llena de agua”, contó la mujer a El País. “La heladera y el resto de las cosas se paseaban por la casa”, agregó. Ahora, ella, sus ocho hijos y dos nietos duermen en la sede del velódromo municipal. Allí recibieron la visita del presidente Luis Lacalle Pou, que conversó algunos minutos con ella. Allí le contó que su hija más grande, que vive a pocas viviendas de la suya -y que está en su misma situación- se encontró con una pared caída sobre una cama al volver de buscar a sus hijos de la escuela.
La policía que se quedó sin un techo
A la policía Ana Laura Sclavi todavía le dura la sorpresa -aunque el shock por lo sucedido es bastante más fuerte- de haber conocido por primera vez, y en su propia casa, al jefe de Policía de Soriano, William Martínez; al ministro del Interior, Luis Alberto Heber; y, claro, al presidente de la República. Los recibió ayer de tarde y les mostró el techo del dormitorio que está en un segundo piso de su vivienda, que ahora está cubierto por una lona naranja, sobre todo para proteger su casa de otras lluvias. Del momento, recordó en diálogo con El País, que su hijo recién había llegado y que ambos trataron de contener el vendaval como pudieron, hasta que fueron advertidos que el verdadero problema que tenían era el techo. “Fueron 10 minutos de angustia”, resumió el adolescente, en un living que todavía tenía humedad en el piso. Hoy todavía no pueden dormir allí.