El mandril que come lo que parece ser una manzana es el animal más parecido al ser humano que vi en mi vida, por su complexión y su gestualidad. Lo veo a través de un ventanal, a pocos metros, junto a niños y adultos que también aprecian sus movimientos. Desde enero ocupa el recinto en el que vivía una jaguar hembra que murió longeva. “Patitas”, como le llaman al primate en el parque de Villa Dolores, tiene el rostro azulado y losa radiante en su dormitorio.
El mandril nació en Jerusalén, la capital de Israel, el 2 de octubre de 2003, y llegó en avión en 2009 a Montevideo, aunque recién estuvo a la vista del público desde este verano. “Nosotros estábamos buscando si era posible un destino en algún lugar de África, pero el mandril ya tiene muchos años y esto no ha prosperado por ahora; seguimos en esa búsqueda”, cuenta el intendente del zoológico de Villa Dolores, Gabriel Weis.
“Es un animal que está acostumbrado al trato con los seres humanos y es bastante dócil. Los cuidadores son muy responsables, lo siguen muy de cerca, los veterinarios también, y goza de excelente salud”, destaca el responsable del zoológico, al que la intendencia ha optado por llamarle parque.
Detrás del pretendido cambio de nombre hay también otra mirada sobre propuesta, de la que Patitas es testigo.
El zoológico fue creado en 1894 en un predio de siete hectáreas, al que fue llegando flora y fauna exótica y autóctona. Weis asegura que hubo unos 4.000 animales, cifra que fue bajando paulatinamente. La intendencia tiene registro de 2.800 ejemplares en la década de 1970, de unos 750 en 2012 y hoy estima que hay 208 individuos de 27 especies.
“Nosotros no somos una colección de animales victorianos. Hoy si alguien quiere ver un animal: Discovery y National Geographic, que va a ver un animal en su hábitat, cazando, apareándose, pariendo a sus crías, criándolas. La función nuestra es establecer para los animales que tenemos las mejores condiciones de bienestar animal; no aceptar el ingreso de animales exóticos, salvo que haya una orden del juez; y proteger las especies locales o autóctonas que estén en riesgo y amenazadas de extinción”. El norte es el bienestar animal y la sustentabilidad ambiental”, insiste. Por eso, Patitas es testimonio de una práctica que la intendencia abandonó en los últimos años: la del intercambio de ejemplares con países remotos. “En Villa Dolores históricamente se reproducían los lobos de mar; los lobos iban para Israel y venía el mandril”, recordó Weis.
Hoy solo aceptan animales exóticos si un juez lo dispone tras una requisa a un traficante, como sucedió hace años con uno de los monos caí, característicos de la mata atlántica de Brasil y de la Amazonia. Dos caí machos y dos hembras pasean por un caminador sobre un espejo de agua en el que conviven ocho flamencos. Entre los curiosos que los observan, deambulan algunos de los 45 pavos reales que permanecen libres dentro del parque.
Un cóndor y la alerta por guacamayos centenarios
La adaptación del recinto donde está el mandril se dio el año pasado, tras la muerte de una jaguar que vivía allí. Los funcionarios le hicieron juegos luego de que una docente de Facultad de Ciencias especializada en primates explicara que era importante instalarle estructuras para que él pudiera jugar, subir y bajar. Su aparición ante el público se dio semanas después de que en diciembre la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, inaugurara la transformación del zoológico en “un parque urbano integrado al barrio”. Para ello, fue clave cambiar los muros perimetrales por un cerramiento visualmente permeable. En el predio, hay 208 animales de 27 especies, entre los que se destacan 123 aves de 14 especies. Además de un cóndor andino macho, hay 10 guacamayos de cuatro subespecies distintas, algunos de ellos incautados al empresario y sindicalista argentino Marcelo Balcedo. “Los guacamayos viven hasta 100 años, por eso le decimos a la gente que no compre animales exóticos. Nosotros no vivimos 100 años y el animal que fue desarraigado de la naturaleza, luego establece un vínculo con el dueño o la dueña, quienes desaparecen, y otra vez vuelve a tener un golpe anímico, porque los animales sufren, y terminan en el circuito del tráfico o en algún zoológico”, alerta Weis en diálogo con El País.
Jaguares extienden su vida por cuidados
En el recinto contiguo al del mandril, hay una jaguar hembra o pantera onca, especie extinta en Uruguay desde 1901, cuando se vio por última vez a un ejemplar en la naturaleza, en Melo, Cerro Largo, detalla el intendente del zoológico. La presencia de “Cleo”, como le llaman al felino de 14 años, responde a la política de conservación del parque, “porque hoy el jaguar está amenazado, porque lo cazan por temor, porque come el ganado, porque las empresas chinas les sacan los colmillos y los venden”, repasa Weis. En Villa Dolores hubo en los últimos años tres jaguares que murieron longevas. “Una murió de 21 años en diciembre de 2022; si el promedio de vida en la naturaleza es de 14 o 15, 21 es una importante extensión”, destaca el intendente del predio, quien aclara que mientras algunos animales pueden extender su expectativa de vida en cautiverio, otros la acortan, como los elefantes, mamíferos que tuvieron una presencia histórica y destacada en el lugar. La elefanta Yothi, la última que lo habitó, murió en 2012 a los 62 años. El mandril suele vivir unos 30 años en la naturaleza y Patitas está transitando su vigésimo otoño. Mientras que el jaguar come carne y pescado, el primate se alimenta de maní, banana, manzana, zanahoria, boniato y otras hortalizas. “Le gusta la acelga, el girasol; se le cocina polenta y come carne también. Es una dieta omnívora, como la nuestra; comiendo también es parecido a nosotros”, comenta Weis. Ni al jaguar ni al mandril les dan animales vivos. Patitas pesa entre 55 y 58 kilos, mide unos 85 centímetros de altura (en posición cuadrúpeda) y sus pies tienen un largo de entre 15 y 20 centímetros.