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“Cuando conocés la pasta base no podés continuar con tu vida”: más privados rehabilitan adictos

El Estado cuenta con 420 puntos de acceso para el tratamiento de adictos y hay 15.000 consumidores de cocaína y 10.000 de pasta base en Uruguay

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La Casa del Alfarero.
La Casa del Alfarero.
Foto: Fernando Ponzetto

Por Maite Beer
Un día antes de parir, Gloriña seguía fumando pasta base. Su hija nació con droga en el sistema, su cordón umbilical estaba negro y demoró pocos días en caerse. Tanto ella como la bebé estuvieron internadas una semana para desintoxicarse y las dos sufrieron el síndrome de abstinencia. La criatura de menos de tres kilos seguía adicta y pedía ser amamantada por su madre porque la leche tenía droga.

Los médicos del Hospital Pereira Rossell ya habían detectado la situación de adicción de la madre durante los controles del embarazo y se habían contactado con el INAU. Gloriña (sin apellido para no revelar la identidad) se fue a su casa con la bebé institucionalizada y los técnicos empezaron a controlarla. Poco más de un año después quedó embarazada de su segunda hija y su consumo de pasta base no frenó.

A pocos meses del nacimiento, en 2021, Gloriña le rogó a su abuela que le consiguiera un lugar para internarse porque ya no podía más. Su padre murió cuando ella tenía 15 años y la madre abandonó a la familia tiempo después. Ambos eran adictos. Su abuela fue la que movió cielo y tierra para que su nieta se recuperara y dio a parar con la Casa del Alfarero, un proyecto de rehabilitación de adictos de la iglesia evangélica.

La Casa del Alfarero.
La Casa del Alfarero.
Foto: Fernando Ponzetto

Por un lado, la iniciativa no convencía del todo a Gloriña porque era atea, pero, por el otro, esta chacra de internación le ofrecía algo que era clave para ella: la posibilidad de internarse con sus hijas. La mujer de 27 años había tocado fondo y estaba dispuesta a todo. “Cuando conocés la pasta base no podés continuar con tu vida”, cuenta sentada en el alero de la chacra, ubicada cerca de Joaquín Suárez en el departamento de Canelones.

Algunas de las madres miran a los niños jugar mientras conversan sentadas en los bancos del jardín y otras hacen tareas en la huerta y el gallinero. Cada una de las 13 internas tiene un rol en la casa dentro de los llamados “ministerios”.

Hay dos reglas que se deben cumplir a rajatabla: no consumir ningún tipo de sustancia adentro de la chacra o de lo contrario se las expulsa y respetar los horarios de oración. La Casa del Alfarero no obliga a los internos a rezar si no quieren, pero sí deben sentarse en la mesa en las dos instancias en que se predica la palabra.

Las mujeres que conviven en la casa tienen entre 18 y 48 años y están ahí por alcoholismo, adicción a la cocaína, a la pasta base y por depresión. Pasan sus días viviendo en una casa modesta de material y techo de chapa, con cuatro cuartos con cuchetas que comparten con sus hijos y un ambiente al aire libre que acompaña la “lucha diaria” de rehabilitarse.

Todas tienen historias de vida muy difíciles, entre abusos sexuales y delincuencia, pero salen adelante como una familia. Hubo mujeres que quedaron por el camino. Que no aguantaron la abstinencia y huyeron de la chacra para drogarse e incluso dos jóvenes que estuvieron internadas en la chacra, ahora están en la cárcel. El tiempo de rehabilitación es lento y algunas están viviendo en el lugar hace dos años.

La Casa del Alfarero.
La Casa del Alfarero.
Foto: Fernando Ponzetto

La Casa del Alfarero tiene 76 cupos para rehabilitación de adictos distribuidos en cinco chacras, cuatro de hombres y una de mujeres. El que puede aporta una cuota de $ 4.000 pesos para cubrir los gastos del hogar, pero solo uno de cada cuatro internos logra costear su estadía, por lo que la obra se financia con donaciones. El proyecto ha sido apoyado por figuras políticas como el senador cabildante Guido Manini Ríos o el intendente de Maldonado, Enrique Antía.

Frente a la fuerte deman- da de rehabilitación por el aumento del consumo problemático de drogas en el país, cada vez hay más privados que deciden crear centros de tratamiento para adictos y los existentes año a año aumentan sus cupos. Si bien el Estado incrementó su oferta de tratamientos para esta población (ver nota aparte), la respuesta continúa siendo deficiente.

Las que reciben más personas son las chacras de Remar y Beraca, pero también aumentan sus cupos instituciones como Fundación Manantiales, Hilos de Esperanza, centro El Faro y Casa del Abrazo.

Pasta base afecta a 10 mil y cocaína a 15 mil

En Uruguay hay unos 10.000 adictos a la pasta base, según estimaciones a partir del último estudio del Observatorio Uruguayo de Drogas que se llevó a cabo en 2019. Estos adictos son los que generan un mayor problema en la sociedad dado que están asociados a diversas vulnerabilidades.

Las investigaciones muestran que, en promedio, el consumo comienza a los 22 años de edad, siete de cada 10 personas adictas no terminaron el ciclo básico de Secundaria, la mitad vive en la calle o en un refugio y la misma cantidad estuvo presa alguna vez. Además, uno de cada 10 tiene VIH, un registro muy superior al promedio en la población uruguaya que se ubica en el 0,5%.

Uno de los datos más reveladores del estudio sobre los llamados “pastabaseros” es que la mayoría de ellos sí piden ayuda. Se derribó el mito de que es muy difícil convencer a estos adictos para que realicen un tratamiento de rehabilitación y se demostró todo lo contrario: los adictos a la pasta base son los primeros -a diferencia de alcohólicos o cocainómanos, así como otros adictos- que solicitan ayuda.

El 73% de los usuarios consultados en el marco de la investigación habían concurrido a un tratamiento de forma voluntaria, es decir que la mayoría son conscientes del daño que les produce la adicción. Y entre quienes nunca estuvieron bajo tratamiento, un 40% dijo que en algún momento creyó necesitar uno.

Por otra parte, también existe un registro estimativo de cuántos adictos existen a otras drogas. La última Encuesta Nacional sobre Consumo de Drogas en Población General, que se realizó en 2018, arrojó que 327.000 personas tienen un consumo problemático de alcohol, unas 15.000 lo tienen a la cocaína (43% de quienes consumen) y unas 41.000 personas tienen dependencia severa a la marihuana.

Existen 420 puntos de acceso para su tratamiento

En 2020 el Estado contaba con 140 camas de internación para la rehabilitación de adictos centralizadas en tres instituciones: el portal amarillo, el centro Izcali (con el que tenían convenio) y una zona de internación en el Hospital Maciel, pero, poco a poco, han aumentado los convenios con otras instituciones y asociaciones civiles.

Actualmente hay 420 puntos de acceso estatales para el tratamiento de personas con consumo problemático de drogas, según registró el Observatorio Uruguayo de Drogas. Esto no solo integra a lugares de internación, sino a todos los dispositivos de apoyo como lo son los centros de información y asesoramiento, los grupos de narcóticos anónimos y asistencia ambulatoria a lo largo y ancho del país.

Fernanda Auersperg, directora nacional de Protección Social del Mides, explicó a El País que el 86% de las personas que viven a la intemperie tiene un uso problemático de droga y, para atacar la causa del problema -al igual que la desvinculación familiar- la cartera solicitó un aumento de presupuesto en la Rendición de Cuentas para el área de salud mental y adicciones. A partir de ese incremento este año se generarán 355 nuevos cupos para centros 24 horas, 220 para tratamiento diurno y 150 para tratamiento ambulatorio con equipos itinerantes.

Héctor Suárez, director del Observatorio de la JND, resaltó a El País que Uruguay tiene un buen sistema de tratamiento y rehabilitación de adictos en comparación a los existentes en Argentina y Chile y una “muy buena respuesta” si se compara con la región.

Sin embargo, Suárez cree que aumentar los dispositivos de tratamiento no es la respuesta adecuada. “Mientras sigamos generando grietas, va a seguir aumentando el consumo problemático”, dijo el sociólogo.

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