La pareja con su pequeña hija había ido a cenar a un restaurante ubicado sobre la avenida en 18 de Julio. Luego, los tres volvieron rumbo a su casa caminando por la calle Durazno. Eran pasadas las diez de la noche. La mujer y la niña, de unos cinco años, se adelantaron un poco. De repente, ella sintió la ausencia de su pareja. Cuando giró la cabeza lo vio caído encima de un muro de ladrillos de unos 60 centímetros de alto. Regresó corriendo y vio que tenía un pincho clavado en la parte superior del cuello. Días más tarde, moriría.
Luis Enrique Sánchez (57), de profesión comerciante, había ido a pescar a la rambla. Casi en el mismo momento del accidente iba caminando por Héctor Gutiérrez Ruiz. Al llegar a la esquina con Durazno, observó al herido caído en la vereda. Cruzó rápidamente la calle y trató de auxiliar.
Al verlo con el rostro ensangrentado, Sánchez corrió unos 100 metros hasta su comercio. Agarró una botella con agua y toallas de cocina. Regresó al lugar donde estaba el herido.
“En ese momento él estaba inconsciente. Le limpié la sangre de la cara. Él seguía sin reaccionar”, dijo Sánchez a El País.
Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, la pareja de la víctima narró a Sánchez y a un cuidacoches apodado Rafa que habían salido a pasear con su pequeña hija y que, en el camino, su pareja creía que había tropezado con un escalón.
El edificio tiene un pequeño muro por la calle Durazno. Antes del muro hay un escalón cuadrado de cemento de unos 10 centímetros de alto.
“El edificio tiene rejas en la entrada y un muro con pinchos. Él (la víctima) tropezó con un escalón y cayó de cara contra los pinchos”, resumió Sánchez.
Minutos antes del incidente -por allí había pasado una cuerda de tambores-, Rafa se había acercado a verla. Estaba en la esquina de Durazno y Héctor Gutiérrez Ruiz cuando observó al herido caído en la vereda, y cruzó la calle Durazno para ayudar.
“El accidente fue a las 10 u 11 de la noche. Él venía con la señora y una nena. Terminó cayendo encima de los pinchos ubicados al costado del edificio. Lo ayudamos entre varios”, dijo Rafael (55) a El País, ratificando el testimonio de Sánchez. Según los testigos, una ambulancia y la Policía llegaron 10 minutos después del incidente.
A unos dos metros del escalón, se encuentra la entrada de una oficina alquilada por el operador inmobiliario Christian Olivera. “Los pinchos que estaban encima del muro eran muy grandes y viejísimos. Había dos hileras de pinchos”, sostuvo. Olivera señaló que hace dos días al edificio le llegó una intimación del Municipio B para que los retiraran.
“Los pinchos fueron sacados enseguida. Yo vi cuando los extrajeron. Eran bastante peligrosos. Fueron colocados porque se juntaba mucha gente encima del muro y debido a que en frente hay una ONG que ayuda a personas en situación de calle”, contó Olivera.
Según supo El País por fuentes del Municipio B, ya se llevan realizadas 300 intimaciones a edificios y casas, para que quiten los pinchos u otros objetos cortantes de sus fachadas o muros.
En la sesión del miércoles 4, el Consejo del Municipio B (que nuclea a barrios céntricos) aprobó por unanimidad una iniciativa para regular la instalación de elementos punzantes, cortantes o similares, denominados “arquitectura hostil”. Así se llama cualquier objeto que tenga la posibilidad de provocar daños a transeúntes, pudiendo llegar, como en este caso, a la muerte de una persona. Luego, la alcaldesa del Municipio B, Silvana Pissano (Frente Amplio) solicitó a la IMM que envíe un proyecto de decreto a la Junta en el que prohíba la instalación de “pinchos”.
Dolor
En un comunicado de prensa fechado el miércoles 1°, la hermana de la víctima señaló que hace 51 días que la familia atraviesa por una situación difícil, impensada. “Pasamos 27 días en un CTI, de los cuales (la víctima) 20 estuvo en coma. En ese lapso fue sometido a dos operaciones craneales, de las cuales nunca regresó. Falleció el 16 de noviembre” pasado, dice la misiva.
En otro tramo de la carta, la hermana del fallecido defendió la decisión del Municipio B de exigir el retiro de objetos considerados arquitectura hostil.
“Esto no es política partidaria. Es sentir que hacemos del mundo un lugar un poquito mejor. Es querer que nadie jamás tenga que pasar por lo que nos tocó pasar a nosotros. Es cuidar de que si alguien se cae cerca de esos lugares no sea más que un golpe”, señala la carta.