–Cada uno es doctor en lo que es doctor ¿viste? Y yo soy el doctor de la calle.
Así explica uno de los interruptores de violencia del modelo Cure Violence su trabajo en la zona 2 del programa Barrios Sin Violencia. Esta zona abarca los barrios de Casabó, La Paloma, La Teja, Tres Ombúes, Cerro Norte. “Cada uno sabe de lo que sabe, y yo sé de la calle. Por eso soy doctor en calle”, repite como si fuera su mantra.
La vida teñida de violencia, a la que ahora busca combatir en otros, hace tiempo que la dejó atrás. Por eso, su cara seria se estira hacia los lados y logra una sonrisa que parece va a salir de las mejillas, para contar los casos que tuvo esta semana en los que Cure Violence “funcionó”.
Solamente a él, que forma parte de una de las cinco duplas que trabaja en esta zona, evitaron el suicidio de una joven que amenazó con hacerlo. “No quería hablar con nosotros, no quiso hablar con la madre, pero con la psicóloga se abrió ¿viste?”, cuenta orgulloso. A otros dos jóvenes, que los estaban buscando para matarlos por problemas en el barrio, lograron sacarlos a un país limítrofe. A otro chico en una situación similar, lo convencieron de que se interne en una chacra en otra zona para tratar sus adicciones.
Les podría haber hablado un vecino, un trabajador social o un policía, pero los terminó convenciendo alguien que les pudo decir: “Mirá, esta yo ya la viví”.
“Es muy difícil medir lo que se evita”, repiten tanto Diego Sanjurjo, asesor del Ministerio del Interior e impulsor del programa, como Nicolás Martinelli, el ministro. Estos casos, pudieron haber sido un suicidio y varios homicidios. O no, podrían haber sido un intento de suicidio y lesiones. O una pelea vinculada al manejo de una "boca" de drogas.
Las estrategias para intervenir, de todas formas, son distintas. No siempre es suficiente decirles: “Mirá, esta yo ya la viví”. En muchos casos, los más sensibles, se acercan de a poco. Van a su calle, reparten folletos, hablan con los vecinos que los conocen desde chiquitos. Vuelven una, otra, y otra vez, hasta que verlos ya les parezca cotidiano. Además, la particularidad del programa es que los interruptores tienen que ser de la zona, por lo que todos saben de dónde vienen.
Una vez logran captarlos, intentan acompañarlos todo lo posible. A uno de los jóvenes que convencieron de dejarse ayudar, días atrás le festejaron el cumpleaños. El hombre se sentó a la mesa y no entendía. Tenía jugo y pan y gente alrededor que lo felicitaba. Pero no lo entendía. “Nunca lo había vivido, nadie nunca se había sentado a decirle que lo quería, ¿qué querés que sea de un tipo así después?”, contó uno de los presentes.
Hay veces, en que en lugar de un aliado, la familia es prácticamente un enemigo. Desde la ONG tratan de pedirles lo menos posible, salvo cuando no queda otra opción. Pero allí surgen historias insólitas, como una madre que pidió un préstamo para comprarle a su hijo championes de marca, cuando él estaba intentando rehabilitarse por sus adicciones.
En otras oportunidades, la familia es el ámbito en el que hay que mediar. Una de las interruptoras mujeres, cuenta con palabras –y ojos negros que le brillan– cómo logró que una madre bajara un machete con el que esperaba a su hijo detrás de la puerta. Ella le estaba haciendo el “seguimiento” al joven, que había tenido problema con un “tipo pesado” de las bandas de la zona y se encontró con ese panorama.
La mujer estaba “podrida” del joven y sus problemas. Lo esperaba con el machete para “darle”, pero lograron evitarlo. “‘¿Querés dejar a tus hijos sin madre? ¿a tu nieto sin abuela?’”, le dijo. Ella le terminó contando que su nieto no quiere salir de su cuarto para ir a la escuela porque tiene miedo de que su tío le robe la ropa. “Ahí tenés otro niño que no va a la escuela”, puntualiza la interruptora.
Pero ¿cómo sigue? “A veces no logras mejorar nada, pero en ese momento, evitaste que quizás se mataran”, contesta. En este caso, siguen haciéndole “seguimiento” al hombre para intentar convencerlo de que se interne para rehabilitarse.
El camino se vuelve incierto y en algunos casos las alternativas son pocas: “Se tienen que ir, porque si no los van a terminar matando. O ellos van a terminar matando por defenderse”, afirma.
Pero el rumbo de los interruptores, dicen ellos, no tiene vuelta atrás. “Yo en ese mundo ya estuve y salí”, insiste la interruptora, que hace años que trabaja en asistencia en cárceles y rehabilitación de adictos.
Un punto clave
En la nueva sede del programa Barrios Sin Violencia (basada en el modelo internacional Cure Violence) inaugurada este martes, es donde distintos interruptores contaron a El País las historias relatadas. La sede está pegada a la puerta de emergencias del Hospital del Cerro.
“Cuando caen los heridos, cazamos a la familia ahí en la puerta y los metemos para acá adentro”, dicen sin reparos. Esa es la idea.
La organización cuenta con un psicólogo, una asistente social y una amplia red de contactos que los puede asistir según la necesidad de los consultantes. Entre ellos, hogares, lugares para rehabilitar adictos, entre otros.
El modelo Cure Violence fue aplicado en dos zonas, siendo la del Cerro la número 2. La zona 1 está compuesta por Peñarol, Casavalle, Manga, Marconi, Las Acacias, Villa Española.
Se lleva adelante gracias a financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo y aunque el Ministerio del Interior fomentó su instalación, desde su comienzo se volvió responsabilidad enteramente de las ONG seleccionadas para el proyecto. En la inauguración de ayer, el ministro Martinelli ofreció su ayuda de ser necesaria, aunque remarcó la independencia del programa. La única responsabilidad de la organización es intentar evitar los conflictos. Ni más, ni menos. No es denunciar ni informar a autoridades en qué se basan los conflictos del barrio, es impedirlos.
El plan es que se lleve adelante por cinco años, aunque se renueva anualmente. Tanto Martinelli como Sanjurjo insistieron en la dificultad de “demostrar lo que se evita” pero celebraron los casos de éxito.
Martinelli dijo a El País en febrero de este año, refiriéndose a las políticas implementadas por Interior en general, que “honestamente” no veía a “un próximo gobierno tirando por la borda un trabajo que está dando resultados, no importa qué partido gane”. El referente en seguridad del programa del candidato Álvaro Delgado, Luis Calabria, dijo a El País que “se evaluará”. “Es una medida más en lo que tiene que ver con la lucha contra los homicidios, como hay otras y como puede haber otras (...) Está sujeto a la evidencia que vaya surgiendo”, sostuvo.
Si funciona, se continuará y “si no funciona, se buscarán alternativas. Este es un desafío que tenemos y en el programa también vamos por algún otro lado, como agravar penas para la integración de bandas criminales”