En tiempos de furor electoral, Tomás Rebord se ha vuelto uno de los analistas más lúcidos de la caótica política de su más que caótico país. El miércoles 22 se presentará en el Teatro Stella D’Italia, “para ponderar los principales acontecimientos metafísicos acaecidos en la República Argentina, o en su defecto hablar de lo que sea que le haya pasado ese mismo día”.
-¿Cómo te definís? Abogado, periodista, comunicador... Cuando te presentás decís: “Hola, yo soy Tomás Rebord ¿_?
-Si soy completamente honesto creo que jamás en mi vida me presenté diciendo “Hola soy Tomás Rebord y me dedico a ...”, me sentiría Troy Mclure; si fuese un poco menos honesto (pero sin mentir) diría que disfruto de la indefinición y me entretiene también ver cómo puede buscarse rotular lo que sea que haga o me interese, o cómo pueda molestar lo que haga sin definirlo. No soy periodista, no me formé para eso ni me interesa serlo, no termino de entender qué es un “comunicador”, un abogado es más claro, el título lo tengo pero no ejerzo. Si uno quiere ponerse riguroso, la última vez que se ejerció mi oficio con claridad fue en la Edad Media. Soy un juglar de bajos recursos circenses. Los predicadores modernos quizás prefieran llamarse “comunicadores” para eludir sus responsabilidades teológicas, yo no.
-¿Cómo explicás el nivel de protagonismo que has tenido en los últimos tiempos? Sobre todo porque tu producto “estrella”, esas entrevistas largas y en profundidad, parece un poco a contrapelo de la hiperbrevedad de todo lo mediático hoy.
-Son cosas diferentes, EL MÉTODO y su éxito corresponden justamente a ir a contrapelo, no inventamos la pólvora. En una era de brevedad ofrecer profundidad tiene su mercado. Creo que nosotros supimos ocupar un espacio que no existía en Argentina. Por otro lado, y en paralelo, está lo que creo que denominás protagonismo, ahí no tengo otra fórmula que la misma que usé desde que tengo uso de razón: lo genuino, lo transparente. Va contra el manual de las “buenas entrevistas”, pero, nuevamente, jamás me intereso “entrevistar” en un sentido profesional, me interesaba construir una excusa para hablar con personas fascinantes ¿Quién iba a hablar con ellas? ¡Yo! Jamás pude vaciarme cual recipiente hueco en donde se vuelque un invitado, por ende cada intercambio fue justamente un intercambio, una mezcla entre mis intereses, capacidades, limitaciones y estupideces y las de otra persona. Ahí creo que se produjo una combinación que hizo a ese formato en particular interesante, realmente son charlas sin guion, sin hoja de ruta, y si alguien en su casa se entrega al formato se descubre siendo parte de la conversación porque está pensando en el momento tanto como quienes estamos circunstancialmente adelante de la cámara. Esa marca está en todo lo que hago. Considero que si alguien te brinda su atención eso es sagrado y busco corresponderlo así sea en un tuit, una historia de Instagram, una nota para uruguayos o una charla de tres horas con un presidente.
-En Uruguay estamos en un momento de adicción política en relación a Argentina. Pero uno de los grandes enigmas, o la cosa menos comprendida es el peronismo. Vos te definís como peronista, ¿qué es el peronismo?
-Esto podría ser una nota entera. Lo primero que puedo responder es que existen muchas definiciones. Yo aporto mi ángulo para el caso: creo que el peronismo son al menos dos cosas, primero una metodología, el peronismo es una manera de hacer política, no solo un cumulo de principios, valores y una ideología operativa. El distintivo intergaláctico del peronismo es que aportó un manual de instrucciones para armar tus propios “movimientos” en cualquier lugar del planeta, por eso hay un pensar peronista, y uno puede reconocer personas que “piensan en peronista” aunque aparentemente ideológica o culturalmente no tengan nada que ver; pensar de esa manera no es más que el entrenamiento en la metodología del manual de conducción y las 20 verdades, por citar algún caso. Además, hay una forma de sentir peronista, y esto es lo que lo hace invencible. No se explica ni se responde en una nota ni se sintetiza en un párrafo: el peronismo es una manera argentina de vivir la vida, de disfrutarla, de padecerla y de lucharla también. Y como las más grandes emociones nadie te la puede describir, un día agarrás y lo sentís y decís “ah claro soy peronista que pelotudo” y ahí se retoma el eterno ciclo de nuestra idiosincrasia cultural.
-¿Cómo hizo Milei para que, en un país con una cultura estatista tan profunda, casi como la uruguaya, un tipo que cita todo el tiempo a filósofos alemanes del siglo XIX, logre este nivel de fervor?
-Y convengamos que el peor peronismo desde el retorno de la democracia tuvo algo que ver, fue un gobierno que falló en representar lo que estaba pasando y pecó de lo único que no puede pecar un gobierno: de impotencia. Esa impotencia fue bien capitalizada por Milei y una gran irrupción de legítima bronca por abajo, no es difícil de explicar, es la cosa más lógica del mundo.
-Tu afiche tiene una gran imagen de José Mujica. Sin embargo la izquierda uruguaya siempre fue profundamente antiperonista, tal vez con la excepción de Mujica, justamente. ¿Qué representa Mujica para el imaginario de un argentino?
-Mujica es gracioso, por eso está en el flyer. Creo que si Uruguay fuese un ser humano se vería como Mujica, los argentinos y quiero hacer énfasis en “los Argentinos” dado que en este momento puedo afirmar que los represento absolutamente a todos, piensan en Mujica como un misterioso Hobbit malhumorado que es permanentemente molestado por turistas que quieren ser moralmente legitimados de cara a elecciones que a Mujica no pueden importarle menos, es un personaje espectacular, me encantaría conocerlo para molestarlo y quedar a su vez moralmente legitimado para lo que sea que quiera hacer.
-En general, mi impresión es que los políticos argentinos, de todos lados, usan a Uruguay para tratar de llevar agua a su molino cuando les conviene. ¿Cómo creés vos que se ve en realidad desde allá la política uruguaya? O cómo la ves vos?
-Estoy completamente de acuerdo, Uruguay se transformó en un beatificador de argentinos, vamos ahí a fingir que no somos garcas y sacarnos un par de fotos con uruguayos, es eso. Es excelente. De hecho, ahora que lo pienso voy a eso.
-¿Cuál fue el invitado más desagradable, o más incómodo que te tocó. ¿Y el que te rindió más sin que lo esperaras?
-El peor Método fue el de Leandro Santoro, para ser justo no fue ni desagradable ni incómodo, fue algo peor: un mal producto. Creo que ambos confundimos qué era lo que estaba pasando y ambos creíamos que nos estábamos haciendo mutuamente un favor; el resultado fue una catástrofe. Muy divertido también, en una de esas no fue tan malo. No sabría decirte de cuál esperaba poco y rindió bien, pero mis favoritos son conocidos.