Tatuadores apoyan el decreto estatal

| Menores que quieran algún tribal o letra china en el cuerpo deberán tener el consentimiento de los padres

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CESAR BIANCHI

Mariana Guedes (16) tiene un "piercing" en la nariz y un moderno tribal (dibujo con líneas de simbología supuestamente ancestral) al final de la espalda. Se lo hizo cuando quinceañera, y contó con un aval a regañadientes de sus padres. Para el próximo dibujo que quiera tatuarse en la piel deberá convencer a sus progenitores. De lo contrario, ningún tatuador reglamentado accederá a tenerla como clienta.

En efecto, un decreto del gobierno el jueves pasado, reglamentó la habilitación y funcionamiento de los centros de tatuajes y perforaciones. El fin de la resolución es "asegurar un adecuado control epidemiológico y el otorgamiento de garantías sanitarias", dijo el director general de Salud, Diego Estol.

El decreto gubernamental establece que los menores ya no podrán tatuarse sin autorización expresa de sus padres. La resolución del Poder Ejecutivo prohibió además, en menores de edad, los tatuajes y "piercings" en cara, cuello, antebrazo, manos y genitales. Se creará un registro para estudios y casas que ofrezcan estos servicios, y se fijaron multas para los infractores.

Como era de esperarse, el lunes de mañana, la medida fue materia de comentario entre los jóvenes.

Mariana no necesitó del consentimiento expreso de sus padres. Tampoco Alexis Ponjis (19) y Manuel Ferrón (17), ambos compañeros de clase de Mariana en el quinto Biológico del liceo Zorrilla (N� 4). Alexis se tatuó un demonio de Tasmania en la espalda cuando tenía 14 años, "de puro rebelde", según dice. Dos años después se mandó hacer un tribal en la pantorrilla. Manuel tiene el rostro de un arlequín riéndose en una pierna.

"Está bien que se reglamente el servicio, por la higiene y todo eso. También me parece bien que los menores necesiten el permiso de sus padres. Pero que el gobierno se ‘meta’ y diga dónde uno puede tatuarse y dónde no, eso no lo veo bien", dice Alexis.

Manuel coincide con su amigo, si bien cree que un joven a los 16 o 17 años ya tiene plena conciencia de lo que es y lo que significa tenerlo. Ambos dicen que escogieron comercios muy higiénicos para hacerse los tatuajes: se esterilizaron los instrumentos para tatuar a la vista y se rompieron las jeringas descartables delante de sus ojos, pero saben que no todos trabajan con la misma seriedad.

Damián Magliano (24) hace tatuajes desde los 14 años, y ve con buenos ojos la regularización de su oficio. "Ya era hora que se normalizara. El tatuaje no es otra cosa que una herida bien hecha en el cuerpo", define quien atiende Rhino Tattoes en Zelmar Michelini y San José.

Magliano explicó que realiza la esterilización por autoclave, es decir a baja temperatura con calor y presión: "esteriliza 100% el material quirúrgico". Y también tiene criterios propios para su oficio: nunca recomienda tatuajes en la cara ni en las manos "porque no permite el arte". Pero está en contra de las limitaciones forzadas. "Prohibirlo (en determinadas zonas) no está bueno porque sería discriminar a los que lo tienen desde antes ahí", comenta Magliano.

PROFESIONALES. Eduardo Sasía (32) es el presidente de la Asociación Uruguaya De Artistas Corporales (Audec) y hace 11 años que trabaja en este ramo. Dice que el decreto surgió a instancias de los propios tatuadores y perforadores asociados, que hartos de la competencia desleal entendieron que era menester regular su trabajo.

El tatuador Gastón Berger pre-sentó una inquietud al Ministerio de Salud Pública (MSP) en el 2001 y un año después la propia Audec se sumó a la idea. Así comenzaron los primeros encuentros con la directora del Programa Nacional contra el Sida, Margarita Serra. Según Sasía, el mercado se llenó de tatuadores de riesgo. "Muchos no saben cuáles son las normas de higiene básicas, o las saben y no las implementan. Quisimos que se legislara al respecto pensando en la gente".

Sasía tuvo varios locales donde practicó el "arte" de tatuar, inclusive en el exterior. Comprobó que en verano se realizan más dibujos en la piel que en invierno, y de hecho cuando en Uruguay hace frío se va al verano boreal de España a trabajar.

El titular de Audec, aclara por qué el decreto vedó algunas zonas del cuerpo sólo para menores de edad: "es un intento de preservarlos de la discriminación. Después no los toman en ningún trabajo por tener un tatuaje".

También es cuestión de tener el cuerpo desarrollado: "si tiene 15 años y no desarrolló completamente su cuerpo, no lo tatúo ni que venga con el padre. Pero si tiene la misma edad y un cuerpo ya formado, sí".

EN FERIAS. "Muy pocos (en Uruguay) cumplen las reglas sanitarias básicas", sostiene, por su parte, Andrés Pagano (23), alias "El Tano". Estima que hay unos 14 centros de "tattoes" en el centro de la capital, y no pone "las manos en el fuego" por ninguno. "Muchos hacen tatuajes y piercings en la feria de Tristán Narvaja o van a domicilio, sin esterilizar nada".

El decreto estatal exige que los locales, que deberán registrarse en el MSP, deben tener lavatorios y agua potable, paredes y pisos lavables, toallas descartables, un área de procedimientos separada del sector de espera, y una esterilización estricta (ver nota adjunta).

Pagano recuerda que el año pasado en Italia murieron dos chicas contagiadas con hepatitis, a causa de la colocación de "piercings" en la lengua. "¡Si tatúan en la feria! Dejémonos de jorobar!", exclama, defendiendo la reglamentación. "Por eso queremos que haya un registro, para que si pasa algo se sepa dónde le practicaron el tatuaje. Yo vivo de esto, no es un ‘hobby’", dice.

Pese a eso, "El Tano" tiene algunas dudas sobre parte de la resolución. Dice que en principio se había acordado que se prohibirían los tatuajes a menores de 13 —y finalmente la prohibición fue a menores de 15— y que las zonas a priori prohibidas iban a ser sólo el rostro y los genitales. "En manos y antebrazos trabajamos mucho. Eso no puede ser", se quejó.

Pagano, de oficio tornero y amante del dibujo, cobra $ 400 como mínimo para hacer un tatuaje pequeño, y $ 350 por un "piercing" (pieza y colocación). Los dibujos más solicitados son tribales y letras chinas, aunque tampoco faltan los retratos de seres queridos o escudos del cuadro del alma. Los delfines y dragones ya pasaron de moda. Pagano ha llegado a cobrar $ 2.500 por pintar todo un brazo. En sus ratos libres, pinta óleos.

Admite que sus precios no son baratos, pero se explica: "yo cobro bien mi trabajo. Pero si viene alguien y me pide un Jesucristo, yo le hago un Jesucristo. He visto algunos que más que Jesús, parecen la Virgen María".

Su público no es necesariamente joven. Dice que hace poco atendió a una mujer de 68 años que quiso hacerse un dibujo en el pecho, entusiasmada porque un año antes se había hecho otro cuando estaba en Europa. "Es como en la propaganda de Sprite, viste. Tal cual". Damián Magliano comparte: no sólo jóvenes se acercan. "Hago muchos maquillajes permanentes en cejas para mujeres. Y es una forma de tatuaje, porque utilizo agujas estilizadas", dice Magliano.

Las presentaciones de "arte" de Pagano —así los conciben—no son tan caras, en comparación con los trabajos de Sasía. El presidente del gremio de tatuadores y perforadores no cobra menos de $ 500 el tatuaje más chico —"cobro el trabajo previo de soldar una aguja para el cliente, y estirilizar las agujas"— y los "piercings" oscilan entre $ 400 y $ 700.

Su amigo "El Mono" exhibe con orgullo su espalda completamente tatuada con un dibujo, autoría de Sasía: una mujer con rasgos andróginos y un seno al descubierto en tonos de negro y gris. Ese trabajo le insumió 30 horas, más el costo del dibujo. Vale 2.500 dólares.

La resolución citada precisa que los tatuadores y punzadores deberán aprobar un curso de capacitación en bioseguridad, efectuado o reconocido por el MSP. Sin embargo, Sasía admite que no hay actualmente en Uruguay cursos de ese tipo. "Es algo que tendremos que ver con el Ministerio...", apunta.

Estima que hay unas 20 casas de tatuajes y perforaciones en Montevideo, y otro tanto en el interior. Sin embargo, no se anima a enumerar los informales temporarios o clandestinos. "Conocemos varios, pero en un mismo barrio pueden haber 10, que lo hagan en el fondo de su casa".

Las fuentes consultadas estimaron que para abrir su propio negocio de tatuajes, deben desembolsar unos U$S 3.000 en mobiliario y materiales, más unos $ 5.000 por mes por el alquiler de un local, más gastos comunes.

Deberá tener "piercings" de acero quirúrgico 316L o de titanio ("algunos están colocando con pistolas, pero no se pueden estirilizar"), máquinas específicas para tatuar, punteros de acero quirúrgicos, tintas, agujas, vaselina sólida, papel de cocina, dibujos, papeles transferibles, alcohol, jabón antiséptico, estirilizadores autoclaves —a presión— o a horno —a calor seco—, más un catálogo de dibujos o fotos de tatuajes y un sillón para el cliente.

Decreto

El decreto establece que las prácticas de tatuajes y perforaciones "deben realizarse en medio aséptico y por parte de técnicos responsables, por lo que se hace necesario reglamentar las condiciones (...) a los efectos de habilitación y funcionamiento de los centros donde éstas se efectúen".

El Ministerio de Salud Pública "será la autoridad de aplicación de la presente normativa", define.

Los establecimientos, habilitados por MSP, deberán reunir las siguientes condiciones: a) sistema de provisión de agua potable, b) servicio higiénico accesible, c) lavatorio en el salón con agua potable, d) el área donde se efectúan los procedimientos deberá estar separada del área de espera, e) iluminación suficiente, f) las superficies deberán ser lisas, impermeables, de color claro, fáciles de limpiar y en adecuadas condiciones de higiene.

El instrumental utilizado deberá reunir las siguientes condiciones: a) las agujas deben ser descartables. Para el acto de limpieza el operador deberá utilizar guantes, delantal o sobretúnica impermeable, gafas y tapaboca.

Para la esterilización, pueden utilizarse: calor húmedo, autoclave (temperaturas entre 121° C y 132° C) o calor seco (180° C por 30’).

El artículo 7° establece que: a) sólo se tatuará a personas mayores de 18, con vacuna antitetánica vigente, b) se permitirá tatuar a personas de entre 15 y 17 años, sólo con la autorización expresa de padres o tutores, c) se permitirá perforar o insertar ornamentos decorativos hasta los 17 años, con autorización de padres, prohibido en zonas genitales, d) la persona que será tatuada deberá haber realizado un baño higiénico dentro de las dos horas previas, entre otros incisos.

Las sanciones por incumplimiento podrán acarrear una multa entre 30 ($ 6.960) y 130 UR ($ 30.160), multa y suspensión de actividad, hasta la clausura del establecimiento.

Incas, piratas y liceales

Dicen que algunas momias ya tenían tatuajes. Otros pioneros fueron los escitas en Asia y los incas en América (Perú). En un principio el uso de tatuajes está vinculado al pensamiento "mágico religioso" y la creencia de la vida ultraterrena. También fue usado para intimidar a enemigos en campos de batalla. Los griegos acostumbraban a tatuarse serpientes, toros y motivos religiosos.

Los romanos marcaban con ellos a los prisioneros. El advenimiento del cristianismo y la Iglesia Católica los desterró por considerar que fomentaban la superstición. El surgimiento de los gremios de artesanos en la Baja Edad Media y la expansión de los viajes de ultramar, durante el Renacimiento, le dieron un nuevo ímpetu a la costumbre.

Los piratas marineros del Capitán Cook (1769), iniciaron la tradición en los hombres de mar, desde la vieja Polinesia.

Durante las Guerras Mundiales, el tatuaje representó una señal de pertenencia entre los soldados. A partir de los años ’60 ilustraron el carácter de rebeldía de sus portadores. La palabra latina para denominar a los tatuajes es "estigma": "mancha hecha con un elemento afilado" o "mancha de culpabilidad".

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