Laura Surraco, que en 1972 era novia y luego se convirtió en la esposa del doctor Roberto Canessa, abre los archivos de lo que significó el accidente y su historia de amor. "Algunas madres siempre pensaban que los chicos estaban vivos y algunas novias también. Yo no". Dos décadas después del accidente, en 1992, Laura tuvo que vivir todo el revuelo que significó que hicieran una película en Hollywood con la historia de los 16 que sobrevivieron en la cordillera soportando temperaturas de 40 grados bajo cero y comiendo muertos para sobrevivir. Viajó a Estados Unidos, Europa, Sudáfrica, Australia, Asia. Siempre acompañando a su marido, al igual que hoy.
-¿Cómo dejan a los chicos irse en ese avioncito que es un mosquito?
Laura Surraco tenía 19 años cuando hizo esta reflexión. Era la novia del uruguayo Roberto Canessa, un joven rugbista del equipo Old Christians que se subiría al vuelo 571 de la Fuerza Aérea de Uruguay para ir a Chile a jugar un partido contra el equipo chileno de rugby, Old Boys, pocas horas después. Era el 12 de octubre de 1972.
-Será una cosa que se acostumbra hacer, pero que yo no conozco -pensó para calmarse. Al día siguiente, al salir de clases, pasó a ver a la mamá de Roberto para saludarla. Era el 13 de octubre -el día del accidente- y Laura decidió hacer un alto en la calle Costa Rica, en Carrasco. Ahí era donde vivía su suegra, a cuatro cuadras de su casa. Cuando llegó, justo estaba hablando por teléfono. Supo después que le habían dado una noticia que le desencajó el rostro.
-¿Cómo se nos va a caer un avión a nosotros? ¡Los aviones se caen en las películas! -exclamó Laura.
Su primera reacción fue no dar crédito a lo que decían, dudar. Seguramente se trataba de otro avión, no el de su novio Roberto, quiso creer. Él y sus amigos habían viajado el día anterior, por lo tanto, no era posible que estuvieran involucrados en ese accidente. No tenía ningún sentido. Pero lo que Laura no sabía era que el avión había hecho una escala en Mendoza debido al mal clima. En consecuencia, todo era factible, los tiempos coincidían.
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Laura Surraco conoció a Roberto Canessa siendo una niña. Eran amigos de infancia y vivían cerca.
-¿Qué fue lo que la conquistó?
-Para mí fue su persistencia (carcajadas). Yo era chica. Cumplí 15 enseguidita de que nos ennoviamos. Pero los novios de ese entonces eran distintos a los de ahora. Nosotros nos veíamos cuando podíamos y estudiábamos. Íbamos al colegio de uniforme.
Laura iba cada fin de semana junto a sus amigas y a su hermana Cecilia, a ver cómo Roberto y sus compañeros jugaban rugby en la cancha. Lo alentaba como nadie.
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Para comunicarse por teléfono con Chile había que pedir hora con anticipación. Se hacía el requerimiento y la instrucción era "vuelva en dos horas más y le conectamos". Lo más expedito para obtener noticias del accidente del avión que se había caído en Los Andes era tener algún conocido que fuera radioaficionado. Laura Surraco tenía un primo: Rafael Ponce de León. Él vivía cerca de su casa e inició un rastreo entre los radio-aficionados de nuestro país para estar al tanto de lo que estaba pasando con la búsqueda de los sobrevivientes. Si es que había alguno.
Cuando no estaba en la casa de Rafael a las seis de la tarde, cuando daban las noticias, se ponía a rezar el rosario con sus amigas. Pasó por todas las etapas imaginarias. La esperanza, la desesperanza, la rabia, el odio contra Dios, la rebeldía, el desamparo, la incertidumbre, la fe, la ilusión, la frustración, la impotencia.
-Para nosotros era una tragedia espantosa porque se nos habían muerto todos los amigos (...). Algunas madres siempre pensaban que los chicos estaban vivos y algunas novias pensaban que los novios estaban vivos siempre. Yo no. Algunas veces pensaba que no, que eso no podía ser. Que me dijeran que estaban comiendo nueces o conejos en la nieve, me parecía que no era posible. Pero era mucho más fácil tener la esperanza que asumir el duelo.
Escuchó de la localidad de San Fernando, de un grupo de personas que estaban ayudando a encontrar rastros, señales. Conoció el radioclub de Talca a través del que recibían informaciones, pistas, teorías. Cuando Laura se desplomaba en sufrimiento y se veía demasiado desanimada: iba a ver a la mamá de Roberto que estaba más esperanzada que ella.
-Yo lo siento vivo a mi hijo. Él va a volver.
A través de la radio surgían pequeñas luces de esperanza. Que habían encontrado un humo que salía de un lugar, que dieron con una cruz donde podrían estar. Pero todas eran falsas alarmas.
-Mi padre, que era médico, estaba desesperado porque se daba cuenta de que no podía ser, así es que colaboraba en la búsqueda con los familiares que iban continuamente a Chile a buscar. Volvía sin noticias. Otra vez era empezar el duelo: mi papá iba a Chile, yo con ilusión, y volvía sin noticias, una vez más.
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Habían pasado dos meses del accidente y en la cordillera Roberto Canessa y Nando Parrado caminaban en dirección al oeste desde donde había caído su avión. Habían escuchado por radio que los habían dado por muertos, y decidieron cruzar a pie las montañas para buscar asistencia. Caminaron 60 kilómetros hasta que un arriero los divisó.
-Esa es una de las cosas que me impresiona de Roberto, porque él nunca había visto nieve en su vida. Para mí, él cruzó ese glaciar caminando, por no saber, por inconsciente.
Un día de mediados de diciembre de 1972, cuando Laura llevaba dos meses y medio esperando por algo que no llegaba, llorando y rezando sin parar, decidió irse a la playa para despejarse, cambiar de aire y pensar en otra cosa. Tomó sol, bronceó su cuerpo, fue a la peluquería, se cortó el pelo y se hizo las uñas. Ese mismo día, se juntó con una amiga en su casa para jugar a las cartas. Apareció su mamá con una expresión espantosa en la cara. Laura la encaró:
-Mami, hoy no por favor; es el primer día que me siento bien. Cambiá la cara. -¿Qué querés que haga si hay dos chicos que dicen que vienen del avión?
Se fueron rápido a la casa del primo Rafael Ponce de León para escuchar la radio y tener más antecedentes. Pasaban las horas y no decían nada. Era un estrés horrible. Se cortó la comunicación y no había noticias. Su papá le dijo que era hora de irse a dormir. Le dieron una pastilla para calmarla. En mitad de la noche, se asomó por su pieza:
-Tú tenés razón, está vivo.
(* EL MERCURIO / GDA)
El joven que se transformó en celebridad
Un año después del accidente Roberto Canessa estaba convertido en toda una celebridad. Del mundo entero querían conocer sobre su vida y la hazaña que había realizado. Fueron de vacaciones a Punta del Este y la conmoción era total.
-Al otro año se puso famoso y yo sufría como una loca porque decía: "¿Por qué ahora con todo lo que pasó no podemos tener la vida tranquilita que teníamos antes? Entonces yo lloraba porque fuimos a Punta del Este ese verano y él estaba rodeado de gente todo el tiempo. Nos íbamos a bañar al mar, nos dábamos vuelta, y estaba lleno de personas en nuestras toallas. Yo quería una vida sencillita. Después, un día, me di cuenta de que cuando estaba "muerto" lloraba porque no lo tenía y ahora que estaba vivo igual estaba llorando. Me percaté de que mi vida había cambiado y que tenía que asumir los cambios, acomodar mi disco duro, la cabeza, resetear, empezar de nuevo y agradecer de vuelta lo que tenía, en vez de quejarme.
Cuatro años después del accidente (1976), se casaron.
En los días de espera Laura hizo una vez una promesa a Dios: si esta vez era verdad que estaban a salvo, al primer hijo que tuviera con Roberto le iba a poner el nombre de la montaña que los cobijó: San Hilario.
Luego, el matrimonio tuvo otro hijo (Roberto Martín) y una hija (Laura Inés).
PERFIL
"Toda la vida" con Canessa
Laura Surraco tenía 19 años cuando ocurrió el accidente de Los Andes. Entonces era novia de Roberto Canessa, a quien conoció siendo una niña. Siendo amigos de la infancia, vivían muy cerca. Mientras ella andaba en su bicicleta con sus amigas, Roberto la perseguía a caballo y tiraba el lazo para atraparle un pedal y hacerla caer.
-¡Ahí viene Canessa! El grito era de pánico, de alerta, para arrancarse a tiempo de las travesuras de Roberto. Muchos iban al colegio Stella Maris de Carrasco. Era otra época, fines de los años `60, cuando se podía jugar, correr, hacer carreras en la vía pública. Laura tiene tres hijos con Roberto Canessa: Hilario, Roberto Martín y Laura Inés. Su hermana es Cecilia Surraco, esposa de Roy Harley, otro de los sobrevivientes de Los Andes.
Nombre: Laura Surraco
Nació: Montevideo
Edad: 59 años
Hijos: Hilario, Roberto Martín y Laura