RAÚL MERNIES
Eduardo Dutra no tiene piernas pero su casa está repleta de trofeos de atletismo. Cuando a los 13 años le dijeron que debía usar silla de ruedas, estuvo casi un año encerrado. Hoy sueña con una silla nueva para clasificarse a los Panamericanos.
Eduardo nació con una malformación en las piernas. En el parto le amputaron una. La otra la perdió a los siete años. Cursó toda la escuela con piernas ortopédicas, pero cuando pasó al liceo se tuvo que enfrentar a la realidad de la silla de ruedas.
"No sé qué fue lo que pasó con el BPS y otros problemas, pero las prótesis se dejaron de hacer, las que tenía me empezaron a apretar cada vez más, a medida que iba creciendo, y mi madre me dijo que la alternativa era una silla de ruedas", cuenta Dutra en el living de su casa, que está plagado de copas, plaquetas y medallas.
Esos meses fueron traumáticos. Eduardo no salió de su casa por casi un año porque se negaba a usar la silla de ruedas. Finalmente se decidió a usarla y comenzó primer año de Secundaria en el Liceo N° 4. "Con mucha vergüenza", asume.
Un día, a la salida del liceo, un chico desde un auto lo invitó a jugar básquetbol en silla de ruedas en la Organización Nacional Pro Laboral para Lisiados (Onpli). Eduardo aceptó y al día siguiente coordinó para que lo pasaran a buscar. "Esas fueron mis primeras incursiones en el deporte. Jugué bastante al básquetbol y hasta llegué a viajar para competir en Argentina, pero la realidad es que no era bueno para eso, no me iba muy bien", afirma entre risas.
Impulsado por ese grupo de deportistas en silla de ruedas fue que Dutra decidió participar de una carrera de calle, la corrida municipal San Felipe y Santiago de Montevideo, y aunque corrió con una silla de básquetbol se quedó con el segundo lugar en esa carrera.
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"El que quedó primero en esa competición tenía una silla de carrera y me di cuenta que con una silla de esas podría haber ganado", dice. Onpli compró dos sillas de carrera, y una la empezó a usar Eduardo.
"Empecé a entrenar en la Pista de Atletismo con un profesor, pero tenía que ir hasta allá todos los días, cargar con la silla en el ómnibus (pide que le abran la puerta de atrás, se sube él a fuerza de brazos y después sube la silla), pero eso molesta a la gente y a los de los ómnibus. Muchas veces no me quieren llevar y los ómnibus para lisiados no pasan cerca de casa, entonces se me hacía muy difícil ir a entrenar", asegura Dutra, que pocos meses después dejó de ir a la pista.
Hace nueve años, y con la misma silla que Onpli había comprado, Eduardo retomó los entrenamientos, pero en la calle. "Es lo que hago actualmente, salgo por el barrio. Voy hasta el Palacio Legislativo por General Flores, vuelvo hasta Belloni y después vuelvo para casa".
Como no hay entrenadores especializados en silla de ruedas en Uruguay, Eduardo basa sus entrenamientos en lo que leyó o le han comentado. "Para todo deporte los cambios de ritmo son importantes, así que eso es lo que hago, recorro los 15 kilómetros haciendo cambios de ritmo y complemento eso con gimnasio", explica.
Todos los días, Eduardo Dutra lleva a su hijo de cinco años, Benjamín, a la escuela, regresa a su casa, sale a entrenar y luego del almuerzo se va a la rambla y Pagola, en Pocitos, donde hace seis años vende paños.
"La verdad que cuando arranqué me iba bien, lo hacíamos con unos amigos. Los muchachos se fueron yendo y quedo solo ahora. Voy en ómnibus todos los días, cargando una mochila y la silla", cuenta. Además, hace dos meses trabaja los fines de semana en el call center que recibe apuestas en el hipódromo de Maroñas y recibe una pensión.
"La pensión no llega a los 5.000 pesos, pero todo suma y de a poco nos vamos revolviendo", cuenta, mientras Laura, su pareja, agrega que ella trabaja en una pizzería cuatro veces por semana. Después de aquella San Felipe y Santiago en que quedó segundo, su siguiente participación en una carrera fue varios años más tarde. "Empecé a correr los veranos, en el circuito de carreras comerciales. Y hace unos años nos sumamos al circuito de carreras que organiza la Agrupación de Atletas del Uruguay, que se corren en todo el país. Son como 17 fechas y eso nos permite correr todo el año", asegura. Desde ese momento y hasta ahora, Dutra ha corrido y ganado casi todas las carreras del calendario.
DEJAR HUELLA. "La carreta". Así llama Eduardo a la silla de carreras que desde hace 12 años lo acompaña, y que ya cumplió su vida útil. Con ella logró un segundo puesto en un campeonato en Argentina, podios en todas las carreras locales en las que participó y hasta se clasificó para los Juegos Panamericanos de Rio de Janeiro, en 2007.
Ahora anhela presentarse en la clasificatoria para los próximos Panamericanos, que se disputarán en noviembre en Guadalajara, México, en la modalidad 100 metros. Pero con su actual silla le resulta imposible lograr la marca.
Por eso es que la Intendencia de Montevideo, la Confederación Atlética del Uruguay y el Ministerio de Deporte organizaron una carrera de 7 kilómetros "en apoyo a Eduardo Dutra", para el próximo 6 de agosto en Instrucciones y Belloni.
La inscripción, en los locales de Red Pagos, cuesta $ 130, de los que $100 se destinarán a la compra de una nueva silla, que cuesta más de US$ 7.000.
Pablo San Martín, presidente de la Confederación Atlética del Uruguay, afirmó a El País que se están haciendo gestiones para conseguirle una beca en un centro especializado de entrenamiento para corredores de silla de ruedas en Argentina, de dónde salió el actual cuarto mejor del ranking mundial.
"Si puedo conseguir la silla voy a poder entrenar con más ganas, bajar los tiempos y lograr clasificaciones, que es la forma que voy a tener de agradecer a toda la gente que está ayudando con las rifas", dijo Eduardo, que en los últimos meses no ha podido entrenar demasiado porque "la silla siempre está rota, hay que hacerle cosas y hasta tiene un desperfecto que la hace saltar", describió.
Otra de las complicaciones es el tiempo. "Hacer una silla a medida lleva como dos meses", explica, por lo que los tiempos apremian. "Lo ideal sería poder vivir del deporte, pero eso es un sueño muy difícil acá", afirmó Dutra, y expresó que su máximo sueño es "poder participar en todas las competencias representando a Uruguay, hasta que me dé la edad y el cuerpo. Tengo el deseo de dejar mi huella en el mundo antes de irme".
Laura: "Así lo conocí y así me enamoré"
Eduardo y Laura se conocieron en el barrio Casavalle. Tenían amigos en común, empezaron a salir hace unos seis años y terminaron juntos. Hoy viven en pareja en una modesta pero prolija casa en San Martín y Bertani, a unas cinco cuadras de Aparicio Saravia. Además, la familia cuenta con la traviesa presencia de Benjamín, su hijo, que tiene cuatro años.
Laura resalta que Eduardo es "una persona normal". "Lo conocí y lo que más me llamó la atención es lo gracioso que es y la simpatía que tiene. Fue impresionante", asegura con los ojos brillosos. "Obviamente que tuve un poco de contra de mi familia; yo tenía 16 años, estudiaba y no había salido de casa todavía", cuenta.
Hasta ahora hay gente que le sigue diciendo lo buena que es por estar con una persona que no tiene piernas, y hasta le preguntan cómo "se la jugó", con una persona así. "Así lo conocí y así me enamoré, no hay nada raro", dice segura.