MOSCU | ANSA
Veinte años después de la explosión del cuarto reactor de la central ucraniana de Chernobyl, continúa la controversia sobre el número de muertos y heridos en ese desastre, el más grave en la historia nuclear civil.
Medio millón de muertos, expresan investigadores independientes; 55.000 según versiones de los protagonistas, y "solamente" 4.000 mencionan estudios oficiales.
En ese marco, sobrevivientes y familiares de las víctimas pidieron ayer en Chernobyl que se diga toda la verdad sobre las consecuencias de la fatídica noche del 26 de abril de 1986: los más prefieren olvidar, también porque ya no tienen muchas alternativas.
CERRADO. El último reactor activo de la central de Chernobyl fue apagado en diciembre de 2000, pero el "monstruo" no murió y no solamente para las 3.800 personas que todavía trabajan en su cierre definitivo, o para los alrededor de 10.000 que desafían las prohibiciones de volver a la zona de interdicción, una franja de 30 kilómetros que, por ley, ningún ser humano puede transitar.
Bajo el "sarcófago" de cemento que recubre al reactor destruido, y que presenta grietas cada vez más profundas, se encuentran entre 130 y 200 toneladas de uranio -sólo el 10 por ciento del combustible nuclear se pulverizó con la explosión- y más de 70.000 toneladas de otros compuestos radioactivos. Un veneno que, de acuerdo con expertos, puede alcanzar en un futuro próximo las napas acuíferas, un fuego intestino que para algunos científicos quizá vuelva a brillar con violencia.
Chernobyl provoca aún miedo y no solamente para quienes trabajan allí con un sueldo cuatro o cinco veces superior al promedio ucraniano y con derecho a una pensión anticipada de diez años.
El "sarcófago" está vigilado permanentemente y sus datos sobre radioactividad y calor son difundidos en tiempo real por internet, en homenaje a una transparencia pagada con dinero occidental.
Sin embargo, este "dragón dormido" suscita una fascinación que dio vida a una economía sumergida: por ejemplo, el "turismo radiactivo", para los necesitados de sensaciones fuertes, con la venta ilegal de permisos de acceso a la zona interdicta, un pic-nic junto al "sarcófago" o visitas a la adyacente ciudad fantasma de Pripiat, evacuada rápidamente y donde el tiempo quedó detenido.
BALANCE. El informe del comisionado de la ONU en el lugar del desastre habló de 50 muertes directamente ligadas a la catástrofe y 4.000 decesos posteriores. Pero basta con ingresar al hospital oncológico pediátrico de Kiev o en los de las zonas rusas o bielorrusas más azotadas por la nube radioactiva para comprobar cuadros muy diferentes en los rostros de niños enfermos de cáncer tiroideo o linfático, leucemia y hasta mutaciones genéticas.
Investigadores independientes hablan de una tasa de mortalidad infantil que ascendió al 20 o 30%, y la predisposición a las enfermedades subió 50%. Y además la suerte de los "liquidadores", 860.000 hombres y mujeres enviados intempestivamente para frenar el desastre: unos 40.000 murieron de cáncer.
El drama de Chernobyl costó asimismo a Occidente alrededor de 2.000 millones de dólares ya concedidos a Kiev para cerrar definitivamente estas instalaciones y otros 787 millones para cerrar nuevamente el "sarcófago".
Excursión
Cientos de viajeros optan por el turismo "radioactivo"; se organizan visitas a la central