Argentina elige presidente entre la bronca por la crisis y el temor a un salto al vacío

“La gente está enojada con la política en general y con el gobierno en particular”, dijo a El País el analista político Lucas Romero.

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Elecciones en Argentina
Si este domingo no hay un ganador, los dos más votados irán a un balotaje el 19 de noviembre.
Foto: AFP

Gustavo Stok / Buenos Aires
Exhaustos tras más de diez años de estancamiento económico e inflación en imparable ascenso, una gran mayoría de los argentinos concurrirá mañana a las urnas en busca de un drástico cambio de rumbo. Esa voluntad no solo viene siendo reflejada en el apoyo a las propuestas económicas radicalizadas del candidato libertario Javier Milei, sino también en el respaldo a Patricia Bullrich, la postulante de Juntos por el Cambio quien suele afirmar que no temerá en introducir ajustes profundos a diferencia del gradualismo implementado por el gobierno de Mauricio Macri.

No obstante, esa demanda mayoritaria por un giro radical convive paradójicamente con el miedo a un salto al vacío. El temor extendido con respecto a lo que pueda ocurrir a partir del día posterior a las elecciones viene despertando una reacción conservadora en una porción de la sociedad. Eso explica en buena parte por qué pese a una inflación acumulada del 744% en lo que va del gobierno de Alberto Fernández, una cotización de los dólares paralelos que se multiplicó por 15 en los últimos cuatro años y una brusca caída en ese período del poder de compra, el ministro de Economía y candidato oficialista, Sergio Massa, se mantiene competitivo y con probabilidades ciertas de ingresar a un eventual ballotage.

“Los argentinos votarán entre la bronca y el temor. No es una opción nueva, pero esta vez está exacerbada. La gente está enojada con la política en general, y con el gobierno en particular, y reclama cambios. A esa porción de la sociedad le apareció un candidato como Milei que correlaciona con esa demanda y que tiene la gran ventaja de ser nuevo en la política. Sin embargo, también hay miedo a cambios tan radicalizados y si el oficialismo podía encontrar algún argumento para que aún en este contexto sus votantes persistan en su apoyo, es el surgimiento de algo que les despertara temor”, dijo a El País el analista político Lucas Romero, director de Synopsis Consultores, en Buenos Aires.

Milei, inesperado ganador de las elecciones primarias, aparece liderando la intención de voto en casi todos los sondeos. Si bien apunta a definir la elección en la primera vuelta -para eso debería obtener más del 45% de los votos o más del 40% con una diferencia superior al 10% con respecto al segundo-, la gran mayoría de las encuestas prevé que habrá un ballotage el 19 de noviembre.

En cualquier caso, la irrupción de Milei ya logró cambiar de raíz el escenario político en Argentina. Su ascenso es un emergente del fracaso para encarrilar la economía de las dos coaliciones que gobernaron el país en los últimos años. Tras el agotamiento del rebote post-crisis de 2001 y el freno del ciclo alcista de las materias primas, el PIB dejó de crecer a partir de 2011.

A ese estancamiento que lleva más de un decenio se le agregaron niveles de inflación en continua escalada. A fines de 2015, Macri asumió con la promesa de reducir en forma drástica una inflación en torno al 25% anual que heredaba del gobierno de Cristina Kirchner. Sin embargo, cuatro años después se fue de la Casa Rosada con un índice del 53,8%. Peor aún le fue a Alberto Fernández: de cumplirse las estimaciones para el último trimestre, el índice de inflación cerrará este año en torno al 180% anual.

En ese marco, las propuestas económicas tan extremas como de difícil cumplimiento planteadas por Milei, que incluyen desde la dolarización de la economía hasta la eliminación del Banco Central pasando por la promesa de un recorte del gasto público de dimensiones nunca antes vistas en Argentina, permearon en una porción de la sociedad tan harta de la crisis como de los cambios cosméticos.

“En Argentina está sucumbiendo una cosmovisión estado-céntrica de cómo administrar la cosa pública que ha sido hegemónica durante los últimos 20 años. Y cuando algo fracasa, la sociedad tiende a abrazar las ideas contrarias. A diferencia de otras crisis similares en que la gente se enojaba con todos, ahora parte de la sociedad está canalizando ese enojo en el apoyo a Milei, quien ha sabido interpretar este clima de época con mensajes que conectan con ese sentimiento”, dijo Romero.

La centralidad que logró Milei en la campaña a base de propuestas muy controvertidas como la libre portación de armas y la liberalización de la compra-venta de órganos, sumado a sus constantes descalificaciones al resto de la dirigencia política a la que califica como “casta”, impulsaron su intención de voto en detrimento, sobre todo, de Juntos por el Cambio, una coalición que hasta hace unos meses parecía tener allanado el camino para regresar a la Casa Rosada. “La bandera del cambio pasó a ser de Milei. Juntos por el Cambio quedó como el jamón del sándwich: no es la continuidad, pero tampoco representa un cambio extremo como el que plantea el candidato libertario. Además, como Juntos por el Cambio ya estuvo en el gobierno, para una parte de la sociedad es corresponsable de la situación de crisis”, dijo a El País el analista político Carlos Fara, en Buenos Aires.

Aún con esas dificultades a cuestas, la expectativa de Patricia Bullrich es que un aumento de la participación electoral con respecto a las primarias del segmento etario conformado por los mayores de 50 años y un mejor desempeño en las provincias del centro del país -Córdoba, Santa Fe y Mendoza-, además del esperado triunfo en la ciudad de Buenos Aires, le den el impulso suficiente para acceder a una segunda vuelta.

Massa, el sobreviviente

La división de la oposición dejó un hueco por donde pretende colarse Massa. El candidato por el oficialismo no tiene demasiados logros por exhibir en su gestión como ministro de Economía, cargo que ocupa desde fines de julio del año pasado. Desde entonces, la inflación se duplicó, la cotización de los dólares paralelos se triplicó y los niveles de pobreza ascendieron hasta alcanzar a más del 40%. Para peor, lejos de ser corregidos, los severos desequilibrios que arrastraba la economía argentina se profundizaron en el último año, lo que anticipa un doloroso sinceramiento de las variables económicas en el corto plazo.

Aún en ese panorama Massa conserva una intención de voto en torno al 30%. Si bien ese caudal sería el más bajo de la historia para un candidato presidencial de un peronismo unido, luce alto en función de las dificultades económicas. “Hay una reacción del electorado que tiene una identidad constituida, un sentimiento de pertenencia y una visión ideológica determinada. Para ese sector, Massa es la única opción potable”, dijo Romero.

A eso se suma que aún en un contexto de crisis profunda, algunas variables clave como el desempleo se mantuvieron en niveles relativamente bajos. “Esta es una crisis macroeconómica, pero esencialmente inflacionaria. Y las crisis inflacionarias no son como las de desempleo: una cosa es que se reduzca el poder adquisitivo de los salarios y otra cosa es quedarse sin salario. El padecimiento de la inflación es una suerte de deterioro lento”, señaló Romero.

Además, paradójicamente las estrategias defensivas de una porción de la sociedad para cubrirse de la aceleración de la inflación, sumado al boom del turismo receptivo por la brecha cambiaria, han permitido sostener los niveles de consumo en algunos segmentos puntuales. “Hubo mucho anabólico estatal como para que el dinero siga circulando. Por supuesto que en la medida en que se dispara la inflación, comenzará a sentirse un parate más importante, pero hasta ahora, para el tamaño del problema económico que tiene Argentina, en la calle la crisis se amortiguó bastante”, dijo Fara.

Los argentinos acudirán a las urnas para elegir presidente entre la bronca y el temor. Del sentimiento que predomine dependerá quién llegará el 10 de diciembre a la Casa Rosada.

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