Argentina comenzará a transitar desde hoy un recorrido inédito. Por primera vez en su historia, un gobierno electo en comicios transparentes no surgirá de ninguno de los dos grandes partidos -la Unión Cívica Radical y el Peronismo- o de una coalición que los incluya. Más aún, el nuevo presidente Javier Milei, quien se define como libertario y anarco-capitalista, es un economista que creó una agrupación política hace apenas dos años y que no cuenta con ninguna experiencia de gobierno.
Ese escenario, impensado hace algunos meses, refleja el nivel de hartazgo de buena parte de la sociedad argentina con la dirigencia tradicional, aunque, al mismo tiempo, abre enormes interrogantes sobre el futuro. No es para menos: Milei dará sus primeros pasos en la gestión pública e intentará aplicar algunos de sus planteos disruptivos sobre un campo minado conformado por una de las crisis económica y social más profundas de la historia argentina.
“El rasgo del nuevo gobierno que más sobresale es su extrema debilidad política. Es un gobierno de hiper minoría. En ese contexto, los primeros pasos de Milei se vuelven mucho más atractivos para analizar que los de cualquier otro presidente más tradicional. Sus movimientos iniciales darán una pauta de cómo hará lo que dice que va a hacer”, dijo a El País el analista político Lucas Romero, director de Synopsis Consultores, en Buenos Aires.
Si bien el mayoritario rechazo social a la continuidad del peronismo en el poder llevó a Milei a obtener un amplio triunfo en el balotaje con el 55,6% de los votos, sus apoyos parlamentarios se corresponden con el 29,99% obtenido en las elecciones generales.
Con eso, Milei iniciará su gestión con una bancada propia de 38 diputados sobre un total de 257 y de 7 senadores sobre 72.
Además, ninguno de los 24 gobernadores electos pertenece al flamante oficialismo nacional. A ese combo conformado por un escaso respaldo parlamentario y falta de poder territorial es probable que se le agregue en las próximas semanas una creciente conflictividad social en las calles, un ámbito en el que se dirimen muchas de las cuestiones políticas en Argentina.
Sindicatos y organizaciones sociales ya anticiparon que resistirán los ajustes previstos por el nuevo gobierno.
En ese marco de objetiva debilidad, Milei viene desde el día posterior a su triunfo en el balotaje enfocando sus esfuerzos en dirección a un doble objetivo: ensanchar su base de representación política pero sin que eso implique entregar jirones del gobierno a sus nuevos aliados.
El ejemplo más evidente de la búsqueda de ese delicado equilibrio está reflejado en la inestable relación que el nuevo presidente viene manteniendo con Mauricio Macri. Tras el apoyo explícito del expresidente a Milei antes del balotaje, todo hacía suponer que ese respaldo iba a ser recompensado con cargos.
Sin embargo, los puestos clave demandados por Macri para sus dirigentes más cercanos, como la presidencia de la Cámara de Diputados y el ministerio de Justicia, no fueron cedidos por Milei.
Lejos de establecer una alianza formal con el macrismo, el nuevo presidente hizo meras convocatorias puntuales a dirigentes de Juntos por el Cambio. La designación más emblemática es la de la ex candidata presidencial Patricia Bullrich, quien será ministra de Seguridad y que está enfrentada con Macri.
Para no tener que recostarse más de lo debido en la experiencia de gestión y en los equipos técnicos del macrismo, Milei busca equilibrar la balanza con gestos hacia el peronismo no kirchnerista. En esa línea, viene tendiendo puentes con el ex candidato presidencial y gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y con Florencio Randazzo, ex ministro del Interior y Transporte durante la gestión de Cristina Kirchner.
“Es tal la situación de hiperminoría de Milei que necesita un sistema de alianzas múltiples, y abrazarse a Macri le hubiera impedido avanzar con otros acuerdos. Ante eso, prevaleció la idea de conservar su identidad propia y desde esa base tener las manos sueltas para enhebrar diferentes acuerdos que incluyan también a sectores del peronismo. Además, el abrazo a Macri hubiera disparado muchas dudas acerca del liderazgo de Milei y el interrogante sobre hasta qué punto gobernará con decisiones autónomas”, dijo Romero.
En todo caso, con acuerdos puntuales y la previsible ola social que lo impulsará al menos en los primeros meses de gobierno, Milei buscará aprobar en el Congreso un proyecto de “Ley Ómnibus” que incluirá desde una reducción del número de ministerios y privatizaciones de empresas públicas hasta cambios en el régimen cambiario, simplificación tributaria y desregulación en vastos sectores de la economía.
El rasgo del nuevo gobierno que más sobresale es su extrema debilidad política. Es de hiper minoría”. Analista político Lucas Romero
Con ese paquete de normas, Milei deberá abordar la herencia explosiva que deja el gobierno peronista conformada por un fuerte atraso del tipo de cambio oficial y de las tarifas de los servicios públicos, elevado déficit fiscal, abundancia de pesos producto de la excesiva emisión monetaria, inflación en torno al 170% anual, una deuda comercial con importadores superior a los US$ 40.000 millones y un stock de reservas netas negativas -el Banco Central usa divisas que no son propias- de unos US$ 11.000 millones.
“Después del triunfo electoral, Milei pareciera que se corrió un poco más al centro en sus planteos económicos. Sin embargo, es un gobierno que viene con un mandato de la sociedad para introducir reformas profundas, para cambiar la estructura económica que impidió el crecimiento en los últimos diez años. Habrá que ver cuánto de la Ley Ómnibus queda en el camino tras las negociaciones en el Congreso, pero en la primera etapa la prioridad económica de Milei será el ajuste fiscal. De hecho, el nuevo presidente dijo que el único ministerio que tendrá la billetera abierta para gastar es el de Capital Humano, el que se ocupará de atender a los caídos por el ajuste de la economía”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.
Giro al pragmatismo
La abismal distancia entre la fortaleza que se requiere para aplicar las propuestas económicas disruptivas esgrimidas durante la campaña y el escaso capital político con el que cuenta forzó a Milei a emprender un viraje hacia una mayor moderación.
En ese giro por el que viene abandonando antiguos dogmas para abrazar el pragmatismo, las principales promesas de campaña que parecen haber quedado atrás son la dolarización de la economía y la eliminación del Banco Central.
Milei pareciera que se corrió un poco al centro. Pero la sociedad le mandató reformas profundas”. Economista Sebastián Menescaldi
Ese repliegue se viene evidenciando en otros ámbitos. Además de haber archivado, al menos por ahora, proyectos muy controvertidos como el sistema de vouchers educativos o el regreso de las administradoras de fondos privados al sistema previsional, sus constantes críticas a lo que denomina la “casta política” fueron mutando por el acercamiento a sectores tradicionales de la dirigencia, tanto de Juntos por el Cambio como del Peronismo.
Ese evidente giro se percibe incluso en el campo internacional. Luego de señalar en campaña que no tendría relaciones con Brasil porque ese país es gobernado por un presidente “comunista” y “corrupto”, Milei envió a Diana Mondino, quien será canciller del nuevo gobierno, para intentar restablecer relaciones con el presidente Luíz Inácio Lula da Silva.
El viraje de Milei para ensanchar su base política es evidente, pero esa maniobra no garantiza que pueda otorgarle a su gobierno la fortaleza necesaria para enfrentar una crisis tan profunda.
A esa duda se le suma otra aún más inquietante: cuánto tiempo la sociedad tolerará el drástico ajuste que implementará Milei para intentar enderezar el rumbo económico. La corrección de variables que están artificialmente atrasadas, como el tipo de cambio oficial y las tarifas de servicios públicos, implicarán niveles de inflación aún más altos que los actuales en los primeros meses de gobierno.
Ese nuevo impacto será difícil de sobrellevar para una sociedad agobiada por más de diez años de crisis económica y por un cuadro social dramático que se agravó durante el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner con la caída de unas 4 millones de personas por debajo de la línea de la pobreza.
“Hay varias dimensiones que definirán el margen de acción de Milei y una de esas dimensiones es el tiempo. Si se toman en cuenta antecedentes como el gobierno de Macri, Milei no contará con un plazo de gracia superior a los seis meses para mostrar alguna mejora. La única salvedad es que la gente está ahora con un diagnóstico distinto al de 2015. Gran parte de la sociedad es consciente de que la economía está en una situación terminal y está muy enojada con la dirigencia política. Por eso, ha puesto a un no político a resolver la cuestión, y quizás haya allí una fuente de legitimidad mucho más duradera que la habitual. En cualquier caso, el principal desafío para el gobierno de Milei será cómo ordenar la macroeconomía sin morir políticamente en el intento”, dijo el analista político Romero.
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