La Nación/GDA
En “modo urna”, las campañas de los dos candidatos a la presidencia de Argentina están mostrando una transmutación que cada día agrega mayor incertidumbre al corto y mediano plazo de la economía. Para captar votantes remisos cada uno le dice a cada cual lo que quieren oír, pero sin explicar cuándo ni cómo piensan transformar esas palabras en hechos.
El eslogan de Sergio Massa en uno de sus spots es toda una definición en este sentido: “Cambiar lo que haga falta cambiar”. Una promesa que dice poco y nada al no precisar de qué se trata; y, mucho menos, sin mayoría propia en el Congreso. Sobre todo, con su declarada intención de encabezar un gobierno de “unidad nacional” que, a juzgar por varios fracasos del pasado, podría resultar un mamarracho.
Otro dato llamativo es el afiche luego de su triunfo en la primera vuelta que lo presenta como virtual presidente, pero no incluye el logo de Unión por la Patria (UP), el sello electoral creado por Cristina Kirchner. El propósito es seducir a potenciales votantes no kirchneristas, discutible tras su insólito intento de imitar a Alfonsín.
Esta táctica es compatible con la campaña electoral del oficialismo, unificado por el silencio de sus dirigentes y con la única voz del candidato para describir un país de fantasía. Consiste en barrer debajo de la alfombra toda mención a la inflación de casi 200% interanual; pobreza superior a 40%; amplia desigualdad de ingresos; precios relativos distorsionados; déficit fiscal en ascenso y financiado con emisión récord de pesos; múltiples tipos de cambio oficiales, entre ellos el transitorio “dólar fernet” para exportaciones (70% oficial y 30% CCL); brechas cambiarias de 55 a 160% y reservas negativas en el Banco Central (BCRA), cuyos pasivos remunerados para absorber el exceso de liquidez generan creciente déficit cuasifiscal.
Pese a esta compleja herencia macroeconómica y social que deja su gestión, Massa no se priva en plena campaña de utilizar la “ventaja” -ilegal- de anunciar medidas como ministro. Ni de hacer marketing electoralista sólo con lo que le conviene como candidato, aunque no se corresponda con la realidad micro. Por caso, los faltantes en las góndolas tras las sucesivas prórrogas del programa Precios Justos, con ajustes de 5% mensual en algunas presentaciones de productos y aumentos de dos o tres dígitos en los demás. O tratar de extraer rédito político de un error propio como la previsible escasez a nivel nacional de combustibles luego del congelamiento de precios post-PASO, que desembocó ahora en el aumento de 10% y otra prórroga -hasta marzo de 2024- del impuesto (ICL) que lleva dos años sin ajuste por inflación, implica un sacrificio fiscal para subsidiar a los que tienen auto y hacer que paguen quienes no lo tienen.
Javier Milei
Por su lado, Javier Milei optó por bajar el tono de agresividad de su campaña recurriendo a la poco feliz comparación con Walt Disney para afirmar que “no me caliento por nada”. De hecho, luego de recibir el apoyo de Patricia Bullrich y Mauricio Macri, el candidato dejó de mencionar a la casta política y la motosierra. Y si bien no se trata estrictamente de una coalición con parte del PRO, dijo tener 90% de coincidencias. Difícil saber si el 10% de discrepancias corresponde a su controvertido proyecto de dolarización y cierre del BCRA, al que sólo esta semana calificó de “no negociable”.
Días atrás sus allegados se habían ocupado de aclarar que no estaba planteado como de aplicación inmediata. Y, sin mostrar todas las cartas, no descartaban que el paso previo fuera liberar el tipo de cambio comercial para exportadores e importadores y derogar la prohibición legal del uso de dólares.
Otra interpretación es que Milei buscó diferenciarse del programa económico integral elaborado para la Fundación Mediterránea por el equipo de 70 economistas liderado por Carlos Melconian, que Bullrich planeaba aplicar si ganaba la elección. Sus autores afirman que esa integralidad impide que el plan sea despiezado y que está a disposición del futuro presidente, sea quien fuere.
Escenarios
En su último ciclo mensual, el economista Miguel Ángel Broda presentó a sus clientes cuatro escenarios tentativos, dos para cada candidato. En la opción 1 de un triunfo de Massa, prevé “más de lo mismo” con remiendos y parches de corto plazo, pero con una situación externa que lo obligaría a un programa en serio con el FMI.
Aun así, mantendría el cepo, los controles cambiarios y límites a la dolarización de carteras. También mantendría las “SIRA” (los permisos así llamados por el SIRA, Sistema de Importaciones de la República Argentina) y, reducir la represión a las importaciones, dependerá de las reservas.
El ajuste fiscal, al igual que el de tarifas combustibles, sería mucho más “light” que el de Milei y se mantiene el financiamiento indirecto del BCRA al Tesoro. La política exterior tendría un sesgo más pro-Estados Unidos, a la vez que se mantiene un gran intervencionismo estatal en la economía y el “capitalismo de amigos”.
A su vez, la opción 1 de un triunfo de Milei contempla la posibilidad de que varios economistas del PRO más cercanos a Macri, se integren al equipo que trabajaría en el área fiscal, en un contexto más moderado que posterga la dolarización hasta 2025/26 y con un BCRA que dura más.
El ajuste fiscal será más fuerte por el lado del gasto que de los ingresos y se avanzaría en un importante proceso de desregulación “anti-curro”. También acuerdo con el FMI, con un nuevo fondeo neto en dólares y con las cerealeras. Inicialmente no habría unificación cambiaria, pero sí una eliminación más rápida de controles y restricciones, así como aumentos más significativos en las tarifas.
Los otros escenarios (opción 2) contemplan la hipótesis de que Massa aplique el plan de estabilización de la Fundación Mediterránea y que Milei gobierne con menos peso del PRO. En el caso de Massa, habría más énfasis en el ajuste fiscal, con el envío al Congreso de un nuevo presupuesto y una ley ómnibus de reforma del Estado, de manera más gradual y moderada que la de Milei. También una liberalización de controles cambiarios, con restricción inicial al giro de dividendos al exterior; desdoblamiento del mercado con flotación del dólar financiero y un camino hacia la unificación cambiaria con un ajuste inicial del tipo de cambio oficial algo mayor que en el Massa 1 (60%).
En cuanto a Milei, el ajuste fiscal sería más severo que en las otras tres opciones; se avanzaría más rápidamente hacia la dolarización, con un shock inicial más grande en el intento de bajar luego la inflación, pero con serias dudas sobre la gobernabilidad y altísima incertidumbre.
Encuestas difieren en los resultados para el balotaje
EFE
Las más recientes encuestas de intención de voto de cara a la segunda vuelta de los comicios presidenciales en Argentina difieren sobre si el próximo 19 de noviembre se impondrá el ministro de Economía, Sergio Massa, o el candidato libertario, Javier Milei.
De los cinco sondeos hechos tras los comicios generales del pasado 22 de octubre, dos le dan una leve ventaja a Milei, dos arrojan un estrecho margen a favor de Massa y otra marca un escenario de empate técnico.
Las encuestas que favorecen a Milei le dan un caudal de apoyo cercano al 52 %, contra 48 % para Massa, pero excluyendo de la medición el voto en blanco, los inválidos, los que no irán a votar y los hasta ahora indecisos. Los sondeos que dan ventaja al candidato oficialista le otorgan a Massa una intención de voto de entre 43 % y 45,4 %, con Milei obteniendo 34 % o 43,1 %, según sea la encuesta, aunque en este caso las mediciones no excluyen a quienes piensan votar en blanco (4,8%), los que aún están indecisos (4,3 %) y los que no piensan acudir a votar (2,5 %).