La Nación/GDA/ Paz Rodríguez Niell y Martín Rodríguez Yebra
Los fiscales que investigan el caso de Cecilia Strzyzowski no tienen dudas de que a ella la mataron. No saben cómo ni tienen claro por qué, pero sí dieron por probado quiénes fueron los homicidas, dónde la asesinaron y cuándo.
En la resolución de las prisiones preventivas que firmaron el jueves pasado, los investigadores sostienen que la mataron César Sena, que era su pareja, y los padres de él, Emerenciano Sena y Marcela Acuña; que fue en la casa familiar y que el crimen fue entre las 12:16 y las 13:01 del viernes 2 de junio. En su rompecabezas, sin embargo, hay piezas que todavía no encajan.
Para los fiscales, se trató de un homicidio premeditado por los tres y no fue un rapto repentino de violencia. La prueba central que sostiene su hipótesis es que a Cecilia la llevaron engañada a la casa familiar, donde la mataron, con la promesa de que ese día ella y César viajarían a Ushuaia para empezar una nueva vida.
La primera incógnita es por qué elegirían su propia casa para matarla; sobre todo, habiendo cámaras que registran los movimientos del lugar y teniendo campos a su disposición. La segunda: por qué necesitaban inventarle un viaje para que ella fuera a la casa. No hay pruebas directas de que los padres de César le hubieran ofrecido radicarse en el Sur, pero los fiscales se apoyan en que tres familiares de Cecilia declararon que ella y su pareja les contaron que Acuña, con quien la joven tenía muy mala relación, ya les había conseguido trabajo en Ushuaia.
Cecilia entró a las 9:16 del 2 de junio, con César, a lo de los Sena-Acuña. Estuvo con él hasta las 10:46, cuando él se fue. Según las cámaras, César volvió casi una hora más tarde. Sus padres llegaron a la casa 35 minutos después. Para los fiscales, fue en la ventana de tiempo que empieza entonces cuando la mataron. No queda claro por qué, si la llevaron a su casa para asesinarla, la dejaron sola allí gran parte de la mañana mientras ellos se fueron a una actividad política y un almuerzo con militantes que les responden.
De acuerdo con la cronología de los fiscales, hay tres momentos de ese día en los que Cecilia estuvo sola con los Sena sin que hubiera gente ajena a la familia en la casa. Estuvo sola con César, por primera vez, entre las 10:11 y las 10:29 (hasta las 10:11 estaban también Fabiana González, secretaria de Marcela Acuña, y su hermana, que se ocupaba de la limpieza del hogar). González regresó después a buscar algo por pedido de Acuña a las 10:29 y se volvió a ir a las 10:33.
En esos minutos, según relató, la empleada de la familia cruzó breves palabras con César, que estaba dentro de un dormitorio. No la vio a Cecilia, pero asumió que estaba con él. Lo que parece ser el último acto registrado de la joven es una búsqueda en Google de las 10:07, sobre dónde comprar chocolates en Buenos Aires. Con la nueva salida de González, la pareja se volvió a quedar sola.
Los fiscales sostienen que no fue en ese momento que César la mató. El motivo es que Gustavo Obregón dijo, en su última declaración, que vio al joven esa mañana –el rato que César dejó sola a Cecilia- y que no advirtió que tuviera los rasguños que sí le vio por la tarde (y que quedaron registrados en una foto).
Sin embargo, después de ese encuentro con Obregón, César regresó a la casa familiar y volvió a estar solo con Cecilia entre las 11:41 y las 12:16, cuando llegaron los padres de él y según los fiscales, los tres la mataron.
Incluso dando por probado que por la mañana César no tenía las marcas que le habrían dejado las uñas de Cecilia en su intento de defenderse, no está claro por qué los fiscales dan por hecho que la mató con sus padres en la casa y no justo antes, cuando estaba solo con ella. Según las pruebas de la causa, las dos opciones serían posibles.
A las 13:01 César dejó la casa familiar. Se llevó con él el teléfono de Cecilia. Parece claro que ella ya estaba muerta porque además, los fiscales tienen acreditado que a las 14:17 él mandó un mensaje desde el celular de Cecilia simulando ser ella en el que escribió: “Ya estamos en Buenos Aires. Es hermoso”. Buenos Aires era la supuesta escala del viaje a Ushuaia.
Esa tarde, César fue a un operativo sanitario del partido de sus padres en Colonia Elisa y fue allí donde varios testigos dijeron haberle visto los rasguños, que quedaron registrados además en una foto que se publicó en redes sociales. De acuerdo con las pruebas de la causa, Acuña le pidió a Rita Romero, una colaboradora que estaba en ese misma actividad, que tratara de averiguar qué le pasaba a César; Acuña le contó que ella lo notó raro y que tenía heridas.
Si la madre participó del crimen y de la planificación junto con su hijo, hay cuatro actitudes de ella de ese día que, por lo que se conoce del caso, no terminan de entenderse: una es ese mensaje. Podría haber sido premeditado, pero si sabía que las heridas se notaban y conocía la causa, es extraño que no haya tratado de esconder a su hijo en vez de mandarlo a un acto político.
La segunda es que Obregón declaró que minutos antes de las 17 Acuña, su jefa, le mandó un mensaje para decirle que fuera urgente a la casa porque había visto “un bulto” y que creía que se trataba de “un cuerpo”. A esa hora, ella se iba de la casa con Emerenciano, que según le habría dicho Acuña a Obregón, nada sabía ni debía saber del tema.
Acuña también le pidió a Obregón que le dijera que se fuera a una mujer que había ido a planchar a la casa, a quien ella le había abierto la puerta cerca de las 16. Esto le serviría a la defensa de Acuña para sostener que ella vio el cuerpo por la tarde, cuando se levantó de la siesta. No se entiende si no por qué ella accedió a abrirle a la planchadora para después pedirle a Obregón que la sacara urgentemente de la casa.
La cuarta duda es por qué si idearon juntos la mentira del viaje a Ushuaia y quisieron engañar a la familia de Cecilia con que estaban en el Sur, sus padres llevaron a César a un acto de campaña que organizaron en una bailanta el sábado 3 por la noche y subieron a la página de Facebook de su organización videos en los que el joven está en el escenario entregando regalos y boletas electorales a los asistentes.
Lo que está claro, según las pruebas reunidas por los fiscales, es que Acuña tuvo un rol activo para ocultar las pruebas del asesinato. Los elementos de la causa dan cuenta de un encubrimiento macabro, que incluyó incinerar el cuerpo y después tirarlo al río, y quemar las cosas con las que Cecilia había llegado a la casa de los Sena la mañana del 2 de junio. Acuña, además, ordenó de inmediato donar los muebles de la habitación donde Cecilia habría sido asesinada, según las pruebas de la causa. Después, ella, su marido y su hijo siguieron su vida como si nada hubiera ocurrido, haciendo campaña y subiendo a sus redes infinidad de actos. Emerenciano y Acuña eran candidatos en una de las boletas del gobernador Jorge Capitanich.
Mucho más sencillo parecería entonces probar que el matrimonio –y sobre todo, Acuña- encubrieron del hecho, pero el Código Penal establece expresamente que están exentos de pena los padres que oculten las pruebas del crimen de su hijo cuando no hubo una promesa previa. Incluso si incluye la destrucción de un cuerpo, confirmaron a La Nación tres destacados camaristas penales.
Ante este escenario, con un caso que conmociona al país y tiene un fuerte impacto político, los fiscales, responsables de impulsar la investigación, decidieron ir por todo. “Nosotros somos funcionarios judiciales, pero no somos ajenos al sentimiento de nuestra sociedad”, dijo el fiscal Jorge Gómez en la conferencia de prensa del jueves, en la que anunciaron las acusaciones, y afirmó que la expectativa es que todos los imputados lleguen a un juicio por jurados “donde el pueblo del Chaco dicte una sentencia de culpabilidad o no de los acusados”.
Paradójicamente, que la causa avance contra el matrimonio es tranquilizador para el gobierno de la provincia. Pese a que Capitanich era amigo y aliado político Emerenciano y su mujer, la liberación de ellos sería un problema para él. “Se incendia la provincia”, dijo a LA NACION un funcionario relacionado con el caso.
Otros dos misterios rodean la causa. La resolución de los fiscales cuenta que la noche previa al crimen, la camioneta con la que César pasó a buscar a Cecilia estuvo casi una hora frente a la casa de los Sena sin salir del auto. Llegó a las 2:01, a las 3:03 se bajó alguien que al parecer era César, llegó a la puerta y volvió al vehículo, que partió 3:28. Esa noche la pareja durmió en el motel Ruta 99. Por la mañana llegaron a la casa familiar a las 9:14, tres minutos después de que se fuera Acuña. La resolución de los fiscales no tiene una explicación para esos movimientos. Según Cecilia le había dicho a su familia, debían dejar la camioneta en la casa y un amigo de él pasaría a buscarlos por ahí para llevarlos al aeropuerto de Corrientes, donde tomarían el vuelo a Buenos Aires. Todo indica que era una mentira más. No hay noticias de ese supuesto chofer.
Otro misterio es quiénes fueron los dos hombres que alertaron a la familia de Cecilia que algo malo le había pasado a la joven y que estaba desaparecida. Mencionaron a los Sena como responsables. Fue el lunes 5, al anochecer. Se presentaron como policías, pero nunca se supo quiénes eran realmente y en el auto de prisión preventiva no figuran más que como una mención al pasar en la declaración de los familiares de la víctima.
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