Darío Palavecino - La Nación/GDA
Los primeros gritos de desesperación llegaron de boca de Silvana, la madre de Nahuel Stefanic, que vivía en el Apart Hotel Dubrovnik con su tía y dueña del lugar, Rosa. “Quiero a mi flaco vivo”, dijo con desesperación mientras enfrentaba a los micrófonos y luego de una espera paciente que había mantenido en la carpa donde otros familiares de desaparecidos por el derrumbe reciben contención profesional.
Nahuel tiene 25 años y había regresado de pescar cuando lo sorprendió esta tragedia que hasta el momento se cobró la vida de un jubilado y dejó heridas a su esposa, también adulta mayor, que sufrió fracturas y quedó internada en el Hospital Interzonal General de Agudos de Mar del Plata.
El joven trabaja en una cafetería y anoche, como tantas con un mar calmo y decidido a probar suerte, había tomado las cañas, los anzuelos y la carnada para hacer unos lances desde la playa. Lo acompañó Diego, uno de los operarios que participaba de las reformas que se hacían en el hotel.
La madre contó que se enteró de madrugada, cuando otro de sus hijos la llamó para contarle que había habido un accidente en el edificio donde vivía Nahuel. Lo que no imaginó fue la dimensión de lo ocurrido, con diez pisos desplomados sobre el sector de las cocheras y con un impacto sobre una construcción de departamentos lindero.
Andrés, que es amigo de toda la vida de Nahuel, fue de los primeros en llegar al lugar del derrumbe. “Lo que vi fue terrible”, afirmó sobre el impacto que le representó y la posibilidad de ingresar que tuvo cuando todo era desesperación, los bomberos recién iniciaban las tareas y los controles escaseaban.
Recuerda que se cruzó con Diego, que pudo salir porque dormía en una dependencia de servicio que está sobre el sector del hotel que en niveles inferiores sobresale de la estructura de la torre. “Le pregunté quiénes estaban adentro y me dijo que Rosita, Nahuel, Dana y los chicos”, recuerda, aunque sin precisar si le dijo cuántos eran los operarios.
Contó que Rosita estuvo ahí desde siempre, ya que el hotel lo habían comprado sus padres, al igual que otro que estaba enfrente y que debieron vender en el período de hiperinflación de mediados de los años 80 para poder salvar y terminar el Dubrovnik.
Nahuel, detalló, se había instalado con su tía hacía unos cinco o seis años. Fue el refugio que eligió después de una crisis de pareja de sus padres, que no solo se separaron, sino que fueron protagonistas de un período posterior muy tenso. Entonces dormía ahí, en el Dubrovnik, pero tenía su trabajo en un local gastronómico de zona céntrica de Villa Gesell. Sobre Dana no supo dar precisiones, pero sí que siempre la veía ahí, en el hotel, colaborando con Rosita.
La calma de Silvana se rompió después del mediodía. Se acercó hasta el sector más próximo de búsqueda, a unos 50 metros de los restos del hotel y enfrentó a los medios. Allí fue cuando entró en crisis y pidió por su hijo. También aprovechó las cámaras para denunciar un problema de violencia de género. Debieron intervenir especialistas de la Provincia y el municipio, que son parte del operativo, para asistirla y contenerla.
La crisis nerviosa de Silvana coincidió con una nueva etapa de los trabajos emprendidos en la zona de derrumbe. Se comenzaron a mover con mayor dinámica los restos de escombros, que se los desplaza a mano, se los carga en palas mecánicas y en camiones van a un predio fiscal. Así se espera que se vivirán las próximas horas, mientras los canes de la Brigada K9 alternan sus apariciones sobre los escombros.
Con la colaboración de Gabriel Di Nicola