AFP, EFE
De todo el arsenal que los aliados occidentales han suministrado a Ucrania para combatir la invasión rusa, Estados Unidos acaba de agregar el más polémico hasta ahora: la bomba de racimo.
Más de un centenar de países han prohibido este tipo de arsenal y 83, entre ellos Uruguay, han ratificado la Convención de Oslo para erradicar las bombas de racimo.
El presidente Joe Biden aprobó el uso de estas bombas “tras una recomendación unánime”, declaró el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, quien añadió que es “lo correcto”.
Sullivan dijo que los ucranianos dieron garantías “por escrito” sobre el uso que harían de estas armas para minimizar “los riesgos que suponen para la población civil”.
Las bombas de racimo son armas que dispersan submuniciones concebidas para detonar antes, durante o después del impacto. Dependiendo del tipo de arma utilizada, el número de submuniciones oscila entre unas pocas decenas y más de 600.
El envío de bombas de racimo forma parte de un nuevo paquete de ayuda militar de 800 millones de dólares a Ucrania, que eleva a más de 41.000 millones el total desde el inicio de la guerra en febrero de 2022.
Sullivan justificó largo y tendido la decisión de enviar esta arma a Ucrania. Afirmó que la artillería es crucial en esta guerra y que Rusia las usa desde el comienzo de la invasión.
Por su parte, el subsecretario de Defensa para Políticas estadounidense, Colin Kahl, explicó que las bombas de racimo que enviarán a Ucrania tienen una tasa de fallo inferior al 2,35%. Kahl dijo que las bombas de racimo que Rusia lleva utilizando desde que comenzó la invasión tienen tasas de fallo de entre el 30 y el 40%.
El dato es clave ya que la principal razón por la que tanto organizaciones internacionales como más de un centenar de países se oponen al uso de este tipo de armamento es que dispersa una gran cantidad de submuniciones explosivas y que muchas de ellas no explotan y acaban enterradas en el suelo, donde pueden herir a civiles mucho después del final de una guerra.
Ayer viernes el secretario general de la ONU, António Guterres, dijo estar en contra de “un uso continuado” de las bombas de racimo. En la rueda de prensa diaria de su portavoz Farhan Haq, esta fue la primera pregunta que le plantearon. Haq recordó que desde hace 15 años existe una Convención sobre las bombas de racimo, y el secretario general “quiere que los países se plieguen a los términos de esa convención”.
“Como resultado, (Guterres) no quiere que haya un uso continuado de bombas de racimo en el campo de batalla”, dijo Haq, sin pronunciar una crítica directa a Estados Unidos.
El envío estadounidense de estas bombas ha suscitado críticas de Alemania y de organizaciones como Human Rights Watch (HWR), a quienes les preocupa el impacto sobre la población civil.
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De Rusia y Siria
En marzo de 2022, HRW advirtió de que el Ejército ruso había lanzado bombas de racimo sobre Járkov el 28 de febrero, cuatro días después del inicio de la invasión de Ucrania, e indicó que esos ataques podían constituir crímenes de guerra dado que un porcentaje alto de las víctimas eran civiles y menores de edad. HRW acusó también a Rusia de haber cometido crímenes de guerra en el ataque que perpetró en abril de 2022 contra la estación de ferrocarril de Kramatorsk, en el este de Ucrania, por el uso de bombas de racimo que causaron la muerte al menos 58 civiles.
En paralelo, la ONU también acusó a Rusia de perpetrar al menos 24 ataques con este tipo de munición contra Ucrania.
Otro país donde HRW ha denunciado el empleo de esta munición en diferentes bombardeos ha sido en Siria por parte del régimen del presidente sirio, Bachar El Asad, tras el estallido de la guerra civil, en febrero de 2011.
Estados Unidos acusó también a Rusia en 2015 de utilizar estas bombas en Siria, algo que Moscú negó.
La utilización de bombas de racimo está prohibida en 111 países.
Estados Unidos tiene una relación complicada con las bombas de racimo: dejó de utilizarlas en Afganistán en 2002 y en Irak en 2003, y en 2008, por motivos humanitarios, el Gobierno de Barack Obama acordó eliminar todas las bombas con una tasa de no explosión -las que fallan y quedan enterradas- superior al 1%.
Sin embargo, con la Administración de Donald Trump el plan de Obama fue cancelado en virtud de la “utilidad militar clara” de las municiones de racimo, según dijo en 2017 el entonces subsecretario de Defensa Patrick Shanahan, reflejando la opinión del Pentágono, que siempre ha sido reacio a abandonar este tipo de armamento.
El líder opositor bielorruso en el exilio Pavel Latushko dijo en entrevista con EFE que Rusia nunca perdonará al régimen de Bielorrusia haber intercedido en la crisis provocada por los mercenarios de Wagner y liga el futuro inmediato de su país al de la guerra en Ucrania.
“Aleksándr Lukashenko y Vladimir Putin son dictadores. Y un dictador nunca perdona a otro una humillación. Putin jamás le perdonará a Lukashenko el hecho de que se aprovechó de un momento de debilidad. Y resulta que ahora Lukashenko es muy popular en Rusia”, subrayó Latushko.
Uruguay en contra
Para luchar contra el uso, venta y producción de bombas de racimo, en febrero de 2007 se inició un proceso en Oslo donde 46 países se comprometieron a la limpieza de zonas contaminadas por estas bombas y la destrucción de las reservas.
Al llamado Proceso de Oslo para avanzar en la prohibición de armas, le siguió la Conferencia que se celebró en Viena en diciembre de 2007 y que concluyó con el acuerdo de 138 países sobre elementos clave como la asistencia a las víctimas y la destrucción de arsenales.
En febrero de 2008, 88 países de los más de 120 que participaron en la Conferencia sobre bombas de racimo celebrada en Nueva Zelanda firmaron la llamada Declaración de Wellington a favor de prohibir este tipo de armas.
Estados Unidos, Israel, Rusia, China, India y Pakistán, los principales productores de estas bombas, no acudieron a la conferencia de Wellington.
El 28 de mayo de 2008 se aprobó en Dublín la Convención Internacional que prohibe el uso, fabricación y almacenamiento de este tipo de bombas aunque sin la participación de los países que se oponen a la prohibición.
Desde la entrada en vigor de este acuerdo, firmado en Oslo el 1 de agosto de 2010, se han sumado 111 países, de los que 83 lo han ratificado, entre ellos España, Alemania, Francia, Reino Unido, Chile, Ecuador, México y Uruguay.
Los principales productores de bombas de racimo, como Estados Unidos, Rusia y China, no forman parte, sin embargo, de la convención.
El último informe de HRW referido a 2022, refleja que desde la adopción de la convención, los Estados Partes han destruido colectivamente el 99% de las reservas mundiales totales de bombas de racimo que declararon, destruyendo casi 1,5 millones de municiones en racimo y 178 millones de submuniciones.
Como impulsora de estas reuniones actúa la Coalición contra las Bombas de Racimo (CMC, en sus siglas en inglés), que está formada por varias ONG y movimientos civiles de más de 50 países.
En la actualidad, más de 30 países fabrican estos explosivos, que se venden a unas 70 naciones.
Más cerca, pero no adentro
Los jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN acordarán en su cumbre de la semana próxima en Vilna varias medidas para “acercar” a Ucrania a la Alianza Atlántica, informó ayer viernes el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, pero no propondrán su ingreso.
“En la cumbre fortaleceremos aún más a Ucrania y estableceremos una visión para su futuro. Espero que los líderes aliados acuerden un paquete con tres elementos para acercar a Ucrania a la OTAN”, indicó Stoltenberg en una rueda de prensa previa a la cumbre del 11 y 12 de julio en la capital lituana.
El político noruego explicó que, en primer lugar, acordarán un programa plurianual de ayuda para “garantizar la plena interoperatividad entre las fuerzas armadas ucranianas y la OTAN”.
El objetivo es que Ucrania haga la transición de los equipos soviéticos a medios más modernos e interoperables con la Alianza.
En segundo lugar, elevarán a un nuevo nivel los lazos políticos mediante la creación del Consejo OTAN-Ucrania, un foro de consultas y toma de decisiones sobre crisis en el que las dos partes participarán en pie de igualdad y cuya primera sesión tendrá lugar el primer día de cumbre con la participación del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
En tercer lugar, los líderes aliados “reafirmarán que Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN”, señaló Stoltenberg.
Los 31 aliados aún están trabajando en la redacción de la declaración de la cumbre, ya que hay de hecho división de opiniones entre los países sobre la cuestión de la entrada de Ucrania en la Alianza. Zelenski es consciente de que la OTAN no va a integrar a un país en guerra.