REINO UNIDO
Ahora se le acusa al primer ministro británico de intentar intimidar a los políticos “rebeldes”.
El primer ministro Boris Johnson, que en la víspera parecía tener las horas contadas ante la ira causada en su Partido Conservador por las fiestas durante el confinamiento, resurgía ayer jueves, paradójicamente rescatado por la defección de un diputado y pese a acusaciones de intimidación.
En un culebrón (novela) político que no deja de crecer, el joven diputado conservador William Wragg, de 34 años, vicepresidente del poderoso Comité 1922, encargado de la gestión del grupo parlamentario y como tal del lanzamiento de una eventual moción de censura interna, denunció ayer jueves una campaña de intimidación y “chantaje” contra los rebeldes por parte de “miembros del personal” de Downing Street.
Pero durante una visita a un centro médico en Taunton, en el suroeste de Inglaterra, Johnson dijo “no ver ninguna prueba que apoye esas acusaciones”.
“Tenemos la economía y la sociedad más abiertas de Europa, con el más rápido crecimiento en el G7, como resultado de la campaña de dosis de refuerzo”, recalcó Johnson.
El primer ministro, cuyo futuro político parecía al borde del abismo, se negó a contestar a insistentes preguntas sobre si dimitiría o cómo enfrentaría un eventual intento de arrebatarle el liderazgo, que parecía calmarse por momentos tras la agitadísima sesión parlamentaria del pasado miércoles.
Sesión.
Ese día, el miércoles, hubo hasta cinco llamados a su dimisión y el conservador Christian Wakeford se levantó de la bancada del gobierno y cruzó la Cámara de los Comunes para ir a sentarse con la oposición laborista.
“Usted y el Partido Conservador en su conjunto han demostrado ser incapaces de ofrecer el liderazgo y el gobierno que este país se merece”, denunció este diputado, uno de los jóvenes conservadores elegidos en 2019 en circunscripciones del desindustrializado norte de Inglaterra, bastiones del Partido Laborista pero que se vieron seducidas por la promesa de Johnson de realizar el Brexit.
Como él, muchos de estos se sitúan entre los conservadores más críticos con la actitud de su líder, que escribieron cartas al Comité 1922 pidiendo acciones para expulsarlo de las riendas del partido y de Downing Street. Pero para ello se necesitan al menos 54 cartas (15% de los 360 diputados de la mayoría gubernamental), aunque la rebelión parecía enfriada ayer precisamente por el movimiento del tránsfuga.