Por Pablo Cohen
La improbable trayectoria de Carlos Gustavo Maslatón explica en gran medida el destino al que hoy se enfrenta este hombre cuya relación con la “argentinidad”, una palabra gastada y poco literaria, es tan fluida como profunda.
Fluida, porque de su comprensión surgen modos inesperados y atractivos de explicar la realidad, que se reflejan en relatos orales o escritos canalizados por los más diversos medios, desde la radio hasta Twitter, pasando por la televisión. Y profunda porque, más allá del “personaje”, expresión correcta pero insuficiente para caracterizar a Maslatón, hay una persona con una sofisticación intelectual, una libertad de pensamiento y una capacidad para polemizar rebatiendo ideas, en lugar de descalificar personas, poco habituales en los tiempos histéricos que vivimos.
En consonancia con esa cualidad, y sin dejar de mirar de reojo los monitores repletos de gráficas que recubren su escritorio, ubicado en el Edificio Kavanagh y resguardado por una obra bañada en oro de Juan Carlos Pallarols que rescata algunos íconos patrióticos de enorme valor simbólico, Maslatón recibió a El País con el propósito de conversar sobre varios temas fundamentales para entender al vecino más dramáticamente entretenido del Uruguay.
El resultado es el siguiente.
Abogado, analista de sistemas financieros, cronista involuntario y estrella de la televisión argentina, recibió a El País en Buenos Aires y habló de la ardua pero apasionante realidad de una nación “ciclotímica y anárquica”. En la entrevista, Maslatón habla de por qué votará a Javier Milei pese a sus diferencias con el economista liberal. “Con la Ley de Medios, el cepo cambiario y la reforma del Consejo de la Magistratura, el kirchnerismo le quiso copiar al chavismo (...), y acá existió la sensación de que Argentina iba hacia Venezuela. Eso es cierto. Pero al final, el kirchnerismo es peronismo, es decir: no come vidrio y se adapta”, dice Maslatón.
-¿Con cuál de las múltiples etiquetas con las que se lo identifica usted se siente más cómodo?
-La verdad es que yo soy un operador financiero y un analista de mercados. El problema que tengo, y que hace que a veces sea difícil encontrar una clasificación, es que vengo de la política del Derecho. Pasó algo muy raro, porque me dediqué a la política entre los 22 y los 32 años, con lo cual mi vida estaba destinada a que me convirtiera en un político de carrera. De manera que yo mismo me sorprendí cuando tuve una vocación paralela. Pero decidí conscientemente retirarme de la política para dedicarme a los mercados. Después, los mercados convergieron con Internet, y allí surgieron ámbitos de debate, los primeros foros y chats, algunos de los cuales armé, incluso profesionalmente, en una empresa financiera llamada Patagon. Luego la empresa se terminó y vinieron Facebook y Twitter, donde siempre tuve la costumbre de opinar de todo. Entonces, mi vida política estaba aplacada, pero mi persona, que era conocida por ese lado, se hizo visible nuevamente. Hoy en día, a quien hace lo que lo que hago se lo llama influencer. Pero es un término que asocio más con los chicos que imponen modas o que realizan intercambios de promociones. Yo no hago nada de eso, y mi escritura no es una actividad profesional. Lo que sí surgió de nuevo fue la política. ¿Qué sucede con mi carrera política truncada? A veces colaboro con algún proyecto y, por lo tanto, aparezco como una persona que está en la búsqueda del poder. Pero lo cierto es que no estaría dispuesto ir a ningún cargo público. Lo único que justificaría mi retiro sería la Presidencia de la República. Quiere decir que la política no me interesa como medio de vida y que no necesito tener un ingreso relacionado con la función pública, pero que, como soy un argentino con mucha conciencia histórica e identificación con el país, llegado el caso podría competir en una elección presidencial. Obviamente, competir no es ganar: es algo muy difícil. Por eso le propuse a Javier Milei realizar unas primarias en su partido, aunque él dijo que no y me mantuve al costado. La prueba de que no soy un político profesional es que, si viniera alguien y me ofreciera encabezar una lista como senador, diría que no.
-¿Por qué usted, que es un liberal muy crítico de Milei, va a votar a un hombre caracterizado por otros liberales argentinos como un populista de extrema derecha?
-He discrepado con Milei sobre temas técnicos, políticos y económicos, pero no voy a estar en otro lado aunque tenga la posibilidad de hacerlo. ¿Por qué? Porque en la elección, para las personas que tienen alguna historia política, no rigen solamente los criterios ideológicos y morales, sino la lealtad al partido o, por ejemplo, el decir: “Yo estuve aquí y no quiero romper votando a otro”. Esos principios de comportamiento político se sobreponen a la ideología y a las discrepancias que he tenido con el candidato, que todas las semanas se manda una que no comparto. Pero no puedo dejar la marca en el sistema de que, por alguna diferencia interna, en venganza voy a sufragar por otra cosa. No: a pesar de las diferencias, voy a votar por La Libertad Avanza. Ese es mi compromiso hasta fin de año. Después, veremos. Lo que te digo es que, como costumbre, cada vez que asume un nuevo gobierno reseteo todo. Si Milei es electo presidente, voy a juzgarlo por lo que haga, y no por lo que haya dicho.
-¿No es un poco infantil sostener, como él ha hecho, que la inflación es “siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”?
-Es infantil, sí, porque un tipo de inflación es consecuencia de la emisión, pero también existen otros tipos de inflación. Además, él se está olvidando de que emisión monetaria no es solamente fabricar billetes para bancar el gasto público, sino que hay un montón de formas de expansión mucho más sofisticadas y particularmente intensas. Vos tenés un proceso recesivo en el que los precios caen en todo el mundo, y después tenés una recuperación económica durante la cual los precios van a subir. Y existe la expansión secundaria de dinero, una cosa increíble por la que los bancos, en el dinamismo que implica tomar y prestar, van creando dinero bancario, lo cual es recontra expansivo para los precios en un período no recesivo de la economía. Estamos hablando de un sinnúmero de razones, o sea que esa es una simplificación y una frase científicamente equivocada que queda linda, y que Milei tomó de Alberto Benegas Lynch. Lógicamente, esto no significa que yo diga que la emisión monetaria no es inflacionaria. Lo es, pero hay otras causas. Y otra cosa: si vos estás en un proceso deflacionista y emitís moneda, no pasa nada. Es más: debés emitir para que no se funda el sistema financiero. Milei lo sabe perfectamente. El tema tiene una altísima complejidad. Pero la política es, en gran medida, demagogia.
-Está claro. Usted ha sido contundente al afirmar que la Argentina vive un ciclo alcista y está inmersa en el ya célebre bull market. ¿Considera que las circunstancias de las últimas semanas, por las cuales aumentó la inflación y el dólar blue llegó a los 490 pesos, alteran ese pronóstico de recuperación franca?
-No solo no lo alteran, sino que eso está contemplado en mi análisis. Yo tenía previstos estos precios desde hacía mucho tiempo. Pero lo más importante es el período histórico en el cual estamos viviendo. Nosotros arrancamos la recuperación en octubre de 2021 desde un país que era muy barato en dólares, y siempre dije que la subida al alza de Argentina sería fuerte, sostenida, con inflación nominal en pesos y real en dólares. Un día, Argentina se va a acercar a los precios de Uruguay, y lo cierto es que el aumento de precios es una característica del bull market. Para mí lo que está sucediendo es confirmatorio.
-Hablando de Uruguay, el lugar común según el cual el país es un paraíso fiscal, ¿hoy corresponde?
-Para nada. Técnicamente no corresponde esa calificación. Hace veinte años, Uruguay tomó la determinación, para no quedar como un marginal en el mundo, y con todo el avance que hubo sobre el lavado de dinero, de no ser un paraíso fiscal. ¿Acaso no tenés intercambio de información con el resto del mundo? ¿Acaso no tenés en las instituciones financieras uruguayas procesos antilavado o de conocimiento del cliente? Si yo voy con una valija que tenga un millón de dólares y consigo cruzar el Río de la Plata, no me la van a recibir en un banco uruguayo, así que terminémosla con esto. Uruguay fue paraíso fiscal cuando lo eran un montón de países, pero dejó de serlo. Lo que sí tiene son algunas ventajas impositivas para personas ricas.
-Volvamos a su patria, pero desde una perspectiva más filosófica. ¿Qué significa ser argentino en el año 2023?
-Se ha formado una sociedad, ¿no? Hasta hace algunas décadas uno podía decir que Argentina era un conjunto de comunidades que se desarrollaron en paralelo en el Río de la Plata. Pero finalmente terminó surgiendo una forma de ser sumamente interesante, con la que me identifico, y que a los argentinos nos causa mucha gracia, porque disfrutamos reírnos de nosotros mismos. Este es un país ciclotímico, que pasa de la euforia a la depresión y de la depresión a la euforia, que tiene momentos de fracaso tremendos, que tiene otros momentos en los que todos nos ponemos de acuerdo y sale algo brillante, un país que no hay forma de regular ni de dominar porque el argentino es anárquico, y en el que los experimentos socialistas fracasaron por el amor a la libertad, y también por el hecho de que la gente es quilombera y no acepta la autoridad (risas).
-Una característica culturalmente italiana, digamos…
-Hoy Argentina es más caótico y exagerado que el sur de Italia (risas). Por otro lado, la mezcla de italianidad con los pueblos latinoamericanos y con las sociedades amerindias, que originariamente eran pocas pero han crecido mucho, dan como resultado una sociedad más diversa e igualitaria. Y no me refiero con ello a niveles patrimoniales, sino al trato entre las personas. La Argentina tiene una conducta anticlasista.
-¿Y la vieja oligarquía?
-Quedó licuada. La revolución del peronismo fue fundamentalmente social, porque le hizo ver a la gente que todos somos iguales y que podemos ser parte de la cosa, algo muy destacable y difícil de apreciar en otros países latinoamericanos, con excepción de Uruguay, donde las clases altas desprecian profundamente a las bajas.
-Déjeme preguntarle cómo una persona que cree en el Estado de Derecho y en los principios liberales ve con cierta simpatía al peronismo.
-Porque no hay una sola definición de peronismo. Está bien: es un método político y una cultura. Por eso a veces lo llamo el “Partido Nacional”, como el blanco uruguayo (risas). Bueno, sí, así es Argentina, pero eso no implica una ideología única. Y menos implica dejar de reconocer que tuvo etapas muy autoritarias, por ejemplo durante el primer peronismo, que fue antidemocrático. Sin embargo, se recicló un montón de veces y hoy es totalmente democrático. Lo más opuesto a mí, que es lo peor del kirchnerismo, también es democrático. ¿Vos pensás que alguien me ha dicho algo por criticarlos?
-Pienso que el cristinismo tuvo un período fuertemente autoritario, en el que forzó los límites republicanos y, entre otras cosas, persiguió a periodistas desde el Estado.
-Yo tengo identificada esa etapa, que comienza a finales del año 2011 y termina en junio de 2013, cuando Massa rompe con ellos. Con la Ley de Medios, el cepo cambiario y la reforma del Consejo de la Magistratura, el kirchnerismo le quiso copiar al chavismo y, durante ese año y medio, acá existió la sensación de que Argentina iba hacia Venezuela. Eso es cierto. Pero al final, el kirchnerismo es peronismo, es decir: no come vidrio y se adapta (risas). Acá la sociedad no es manejable. Y no quiero ser injusto con Perón, porque el “tercer Perón”, que murió pronto, fue un liberal democrático que trajo un fuerte mensaje de reconciliación y que tuvo enfrente a Ricardo Balbín, otro líder con visión histórica.
-Sigamos con una definición conceptual distinta. De entre los múltiples capitalismos que existen, ¿cuál es, para usted, el ideal?
-El menos intervenido posible. Eso lo encontrás en muchos países, incluyendo al tercer mundo, cuya cultura me apasiona.
-¿Qué diría respecto a los países nórdicos, que son democracias liberales reguladas democráticamente por el Estado y han podido sintetizar la libertad con la justicia social?
-Los conozco a todos, aunque allí no me siento libre sino totalmente regulado. Ahora, ¿quién soy para decir eso? ¡Ellos decidieron ser así! (Risas). Son países estéticamente preciosos pero bastante aburridos, donde hay poca gente, no pasa nada y cierra todo temprano. Nuevamente, ¿quién es este tercermundista argentino y judío marginal para decirles a ellos qué deben ser? Yo los respeto.
-¿Quién es, entonces, Maslatón?
-Un liberal del tercer mundo y un judío del Medio Oriente.
-Un hombre que, además, no teme definirse como pro israelí en un país de fuerte tradición antisemita y confesional, lo que no deja de ser encomiable. ¿Le ha costado ser judío en la Argentina, Carlos?
-Jamás. Ni siquiera durante el último gobierno militar, y no porque ellos fueran buenos o porque no fueran antisemitas. Siempre dije de frente que soy argentino y judío en pie de igualdad, y considero que cierto tipo de oposición a Israel encubre el antisemitismo. Pero yo decido lo que soy: no lo va a decidir un fascista argentino. Y tampoco voy a permitir que pongan en duda mi nacionalidad. Mi comportamiento público y mi lealtad hacia la Argentina, de la cual fui legislador, no están en duda. Y la historia argentina, desde la Revolución de Mayo hasta la actualidad, vive dentro de mí.