ATAQUE TERRORISTA
Hay 34 heridos internados, entre ellos una niña de 4 años con tres disparos.
En un cementerio de Christchurch comenzaron a cavar las tumbas para los 50 fieles asesinados el viernes en dos mezquitas de Nueva Zelanda, cuyas familias reclaman los cuerpos para ajustarse al rito musulmán.
La costumbre musulmana prevé la inhumación del cuerpo en las 24 horas siguientes al deceso, pero hasta ayer los forenses seguían con su trabajo.
La primera ministra Jacinda Ardern, que ha hecho dos apariciones públicas cubierta con un velo para expresar su solidaridad a la comunidad musulmana, anunció que los cuerpos se irán entregando hasta el miércoles.
Hoy lunes, Arden reunirá a su gabinete para discutir un posible endurecimiento de la legislación sobre las armas. El gobierno recibirá las conclusiones de los servicios de inteligencia sobre la forma en la que el autor de la masacre pudo hacerse con tal arsenal sin llamar la atención de las autoridades.
El autor de la matanza es un extremista australiano identificado como Brenton Tarrant, quien ante el tribunal que lo inculpó el sábado por los asesinatos hizo con la mano derecha un gesto típico de los grupos supremacistas blancos. Tarrant es un expreparador físico, fascista autoproclamado, que documentó su radicalización en un manifiesto de unas 70 páginas, repleto de teorías de conspiración e ideas racistas.
Cuatro mujeres figuran entre las víctimas, de edades comprendidas entre los 3 y los 77 años, según una lista aún incompleta. Muchas víctimas eran nativas, pero otras venían de varios países del mundo musulmán. Cuatro egipcios, un saudita, un indonesio, cuatro jordanos, seis paquistaníes y cinco indios figuran entre ellas.
Según autoridades locales, 34 personas continúan hospitalizadas. Entre los heridos se encuentra una niña de apenas 4 años, Alin Alsati, quien se hallaba en una de las mezquitas acompañando a su padre y recibió tres heridas de bala. El padre de la niña, proveniente de Jordania, también resultó herido en el tiroteo.
Familia del sospechoso.
Por su parte, la familia del atacante declaró a la televisión australiana sentirse destrozada por sus actos. "Estamos todos estupefactos, no sabemos qué pensar", dijo la abuela de Brenton Tarrant, Marie Fitzgerald, al canal australiano Channel 9. "Todo el mundo está hundido... destrozado es la palabra", aseguró.
La hermana y la madre del presunto autor fueron puestas bajo protección policial y ni siquiera los miembros de la familia pueden tener contacto con ellas.
Críticas a Trump.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió ayer domingo críticas de los demócratas que, liderados por una legisladora árabe-estadounidense, cuestionaron su "silencio" sobre el auge del supremacismo blanco en reacción a la masacre en las mezquitas de Nueva Zelanda.
Ante la controversia por la tibia respuesta de Trump al ataque, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, quiso negar cualquier tipo de afinidad entre la retórica anti-inmigración del presidente y la visión extremista del atacante de Christchurch.
"El presidente no es un supremacista blanco", dijo Mulvaney en una entrevista con Fox News.
"Tomemos lo que ocurrió en Nueva Zelanda como lo que es, un acto terrible, malvado y trágico, y pensemos por qué estas cosas ocurren tan seguido en el mundo. ¿Es por Donald Trump? Absolutamente no", dijo Mulvaney.
Rahida Tlabi, una demócrata de Detroit que se convirtió en 2018 en una de las dos primeras mujeres musulmanas en llegar al Congreso estadounidense, consideró que el hecho de que el presidente no se manifestara abiertamente en contra del supremacismo blanco hace que el país sea menos seguro.
"Trump es actualmente el hombre más poderoso del mundo", dijo en State of the Union, de CNN. "Él, desde el Despacho Oval, desde esa posición de poder, está en condiciones de enviar una señal muy fuerte y clara", aseguró.
Tras el ataque del viernes en Nueva Zelanda, Trump expresó su pesar y solidaridad con las víctimas y con el pueblo neozelandés. Poco después, al hablar con la prensa en el Despacho Oval, desestimó que el nacionalismo blanco representara un peligro cada vez mayor. "En realidad no. Creo que se trata de un pequeño grupo de personas que tiene problemas muy, muy graves", dijo.
El atacante de Nueva Zelanda se refirió a Trump como un "símbolo de identidad blanca y objetivo común".
"Una y otra vez, este presidente acogió y alentó a los supremacistas blancos y en lugar de condenar a los terroristas racistas, los cubre. Eso no es normal ni aceptable", tuiteó la senadora Kirsten Gillibrand, que oficializó su candidatura demócrata para 2020.
Trump minimizó en otros momentos los peligros del nacionalismo blanco. El más recordado fue cuando responsabilizó a "ambas partes" por un incidente violento en un mitín de extremistas de derecha en Charlottesville, Virginia, en agosto de 2017. En ese caso, un neonazi atropelló a un grupo de personas: mató a una joven y dejó 19 heridos.
El exvicepresidente Joe Biden, un posible rival de Trump en 2020, recordó el sábado la respuesta de Trump a Charlottesville. "Nuestro silencio es cómplice. Con estas palabras, el presidente le otorgó una equivalencia moral a los que diseminan el odio con los que tienen el coraje de enfrentarlo", dijo.
Cuando resonaron los primeros disparos durante la oración del viernes, Abdul Kadir Ababora se tiró al suelo, y se agazapó bajo una estantería repleta de coranes. Se hizo el muerto. "Esperaba mi turno". Durante largos minutos, escuchó al extremista australiano Brenton Tarrant ejecutar metódicamente a los fieles congregados en la mezquita de Al Noor. Le resulta difícil explicar que aún esté vivo.
"Es un milagro", declara a la AFP. "Cuando abrí los ojos, solo había cadáveres".
Como numerosos fieles que se encontraban en la mezquita Al Noor para la oración del viernes, Abdul Kadir Ababora, de 48 años, es un inmigrante llegado a Nueva Zelanda en 2010, proveniente de Etiopía, en busca de paz y prosperidad.
Hace dos semanas, este taxista y su esposa celebraron el nacimiento de su tercer hijo en Nueva Zelanda.