Diversos estudios sobre las democracias llegan a una misma conclusión: hay que cuidarlas ya que, una vez que se pierden, recuperarlas es muy difícil, o casi imposible.
Venezuela es un vívido ejemplo de ello; un país en el que el régimen de Nicolás Maduro simuló avanzar en negociaciones para la transición democrática para ganar tiempo, según analistas, y no ha hecho más que atornillarse al poder ante la mirada del mundo.
El País conversó sobre este tema con John Magdaleno, politólogo y profesor universitario venezolano -dedicado al análisis de las transiciones de las dictaduras y autocracias a la democracia a lo largo de la historia-, quien reconoce que las condiciones para una fractura dentro del sistema de poder aún no se ven, aunque fuerzas externas e internas en el país actúan para provocarla.
La literatura muestra -simplificación mediante- que existen, básicamente, cuatro modalidades de transición a la democracia: la “transición por conversión” o “reforma desde adentro” (es aquella iniciada por factores del propio régimen autoritario); el “colapso” (se produce una fuerte fractura puertas adentro del régimen, haciendo que una fracción capitanee la transición); por “intervención militar extranjera” (con altos costos y riesgos aparejados, existen pocos casos en el mundo); y la “transición negociada” (que es más frecuente y la que ofrece mejores perspectivas para la democracia, en términos de su perdurabilidad y calidad futura).
John Magdaleno
“La transición negociada es la modalidad que experimenta la menor tasa de reversión autoritaria y asegura un mejor devenir del desempeño institucional. Pero ninguna opción aparece en el escenario venezolano por el momento”, afirmó Magdaleno a El País desde Caracas.
A su entender, si ocurriera algún desacuerdo estratégico relevante dentro del régimen, sí se podría abrir la compuerta de un proceso de conversaciones que diera lugar a alguna modalidad de transición, pero por ahora no luce lo más probable considerando la represión y arrestos masivos ocurridos luego de las elecciones presidenciales del 28 de julio, que además, venían de antes.
Magdaleno afirma que las modalidades de transición a la democracia por conversión o colapso, son factibles gracias a algún tipo de fractura interna. “Es complicado predecir en qué momento se producen las fracturas, pero un fraude electoral notorio o inconsistencias que no permitan sostener la legitimidad de un régimen político en lo sucesivo, podrían contribuir a ello”, agregó.
Según Magdaleno, Venezuela es un caso de autoritarismo hegemónico en la clasificación académica internacional y lo mejor sería que se diera una transición negociada, para lo cual se requiere la emergencia de un ala reformista dentro del régimen autoritario.
“Hasta ahora no vemos señales de ello, sino de un régimen que se atrinchera e inicia un proceso de represión de las manifestaciones públicas. Esto puede cambiar rápidamente, o por el contrario, acentuarse la veta dictatorial”, reafirmó.
¿Qué empujaría la salida del régimen? “Debería darse una ecuación en la que los costos de permanencia sean mayores que los de salida”, respondió el politólogo. Sin embargo, los costos de permanencia en el poder son fuertes debido a los incentivos políticos que representan los cargos que ocupan los jerarcas chavistas, las ganancias económicas por los negocios que realizan sin rendir cuentas, las consecuencias en virtud de la investigación de la Corte Penal Internacional (CIP) sobre ellos, y algunos resortes ideológicos que también alimentan la postura del régimen de no reconocer el resultado electoral del pasado 28 de julio.
Transiciones
Veamos algunos casos en la historia mundial de transiciones hacia la democracia, a fin de ejemplificar las modalidades a las que hizo referencia Magdaleno, las cuales generalmente se dan bastante combinadas.
Un caso de “transición por conversión” -señaló- ocurrió en Brasil cuando, en el año 1974, llega al poder el general Ernesto Geisel e inicia un proceso de liberalización política, que ofició como primera etapa de una transición a la democracia. “Fue una liberalización política -que no es lo mismo que liberación- y consistió en una distensión; el régimen autoritario se volvió un poco menos restrictivo”, afirmó el politólogo.
La democratización se empieza entonces a transitar en Brasil a partir de mediados de los 80, después de la victoria de Tancredo Neves, quien no toma posesión (muere un día antes), sino José Sarney, su compañero de fórmula.
Yendo a algún caso de “transición por colapso”, está el ejemplo de Rusia, prosigue el politólogo. Ciertamente, quien inicia la liberalización política y económica en la antigua Unión Soviética es Mijaíl Gorbachov. Poco después de ser nombrado secretario general del Partido Comunista en 1985, el líder soviético inicia un conjunto de reformas (perestroika y glasnost), que termina en un intento de democratización fallido.
“Ese episodio fue fallido después de la renuncia de Boris Yeltsin en 1999, porque quien queda en el poder es el hoy presidente Vladimir Putin, en aquel momento primer ministro. Es un caso típico de la transición por colapso”, comentó Magdaleno.
Como caso de “intervención militar extranjera”, destaca Panamá, cuando Manuel Antonio Noriega fue apartado del poder por Estados Unidos en 1989. “Mucha gente no recuerda que la radicalización de Noriega está asociada a que no reconoció el resultado de la elección de Guillermo Endara como presidente”, acotó el politólogo.
Llegando a la cuarta forma de transición a la democracia, la “negociada”, la historia evoca mayor número de casos. Por ejemplo, la que ocurrió después de la muerte de Franco en España (1975); la sudafricana con el expresidente Frederik de Klerk, quien propició el fin del apartheid y la libertad a Nelson Mandela; o en Polonia, cuando Jaruzelski apoyó un proceso que llevó a elecciones multipartidistas con las que Lech Walesa, líder del movimiento Solidaridad, llegó a la presidencia en 1990.
Venezuela, en alguna medida, puede ser considerada hoy un caso bastante sui-generis; la retrospectiva en algunos años permitirá sopesar mejor las dinámicas políticas que están actualmente en ebullición.
Por lo pronto, la presión internacional ha aumentado en los últimos días en busca de una transición o un quiebre en el sistema de poder que permita un posterior proceso de negociación -real no simulado- mientras el régimen sigue mostrando una asombrosa y no menos descarada resiliencia.
Alianza entre Rusia y régimen venezolano
Los Gobiernos de Venezuela y Rusia apuestan por fortalecer la alianza política y la cooperación económica, según una nota difundida ayer sábado por la Cancillería de Venezuela, que informó de una reunión entre su ministro de Exteriores, Yván Gil, y el embajador de Rusia en Caracas, Sergey Mélik-Bagdasárov.
El encuentro tuvo lugar en la sede de la Cancillería venezolana y sirvió para “fortalecer la alianza política y promover la cooperación económica”, de acuerdo con el escrito oficial.
Se trató de una reunión en el marco “de las nuevas dinámicas multipolares que buscan el desarrollo soberano y libre” de los pueblos de ambas naciones, según indicó Gil en Telegram.
Las conversaciones entre el embajador ruso y los altos representantes del Ejecutivo chavista son frecuentes, toda vez que los Gobiernos en Caracas y Moscú mantienen una intensa cooperación, que incluye 16 acuerdos -firmados en octubre pasado- en las esferas de la energía, el petróleo, el turismo, la cultura y la educación, entre otras áreas.
El presidente ruso, Vladimir Putin, fue uno de los primeros líderes en felicitar a Maduro por su controvertida reelección en los comicios del 28 de julio, mientras que numerosos Gobiernos de Occidente se niegan a reconocer el triunfo del chavista y exigen transparencia a las autoridades electorales venezolanas. Entretanto, Maduro considera a Putin un defensor de la democracia y de la “lucha antifascista”, por lo que ha reiterado un apoyo irrestricto a la invasión rusa en Ucrania. EFE
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