Setenta años después de su madre, Carlos III es coronado hoy sábado en una ceremonia cargada de tradición y simbolismo, única en Europa, que reunirá a miles de admiradores en Londres pero no estará exenta de protestas antimonárquicas.
Los invitados extranjeros, desde el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva a los reyes Felipe VI y Letizia de España, pasando por la primera dama estadounidense Jill Biden, llegaron a Londres, donde el monarca dio ayer viernes por la tarde una recepción en su honor.
Antes, el rey había paseado por las inmediaciones del Palacio de Buckingham, junto a su hijo mayor William, de 40 años y heredero al trono, y la esposa de este, Kate.
Sonrientes y relajados, los tres estrecharon manos, charlaron y se hicieron fotos con los numerosos admiradores y turistas allí reunidos pese a la fuerte lluvia que había caído poco antes.
Fans de la realeza acampan desde hace días en el Mall, la larga avenida que conduce al palacio, para asegurarse un lugar en primera fila desde donde ver el cortejo real.
La ceremonia retoma elementos con siglos de historia, pero se ve modernizada con la participación de mujeres obispos, líderes de religiones minoritarias y una lista de invitados basada en la “meritocracia” en lugar de la “aristocracia”.
![Las joyas de la corona británica](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/921c66a/2147483647/strip/true/crop/949x854+0+0/resize/949x854!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2F52%2F10%2F86b2d8a8407c8589b06ec2d7ae4c%2Flas-joyas-de-la-corona-britanica-imagen-afp.png)
Sombra de una leyenda
Siete décadas a la sombra de su legendaria madre han configurado la personalidad y la imagen de Carlos III.
El simple hecho de que haya decidido rebajar el tono y la dimensión de una ceremonia tan fastuosa como la coronación habla, a las claras, no solo del compromiso con la sostenibilidad del que presume, sino también de que su reinado no debe aspirar a compararse con el de su madre.
Por muy proverbial que sea la longevidad de los Windsor (sus progenitores casi alcanzaron el siglo), los 74 años de Carlos permiten vaticinar que su reinado será a la fuerza mucho más breve que el de Isabel II. Su popularidad, siempre en entredicho, tampoco le augura un sitio en el panteón de la realeza, aunque por ahora haya desempeñado su papel con solvencia.
La vida de Carlos Felipe Arturo Jorge de Windsor está definida por tres mujeres: su madre Isabel, su exmujer Diana de Gales y su esposa, la reina consorte Camila.
Si Isabel le legó una monarquía consolidada en los turbulentos tiempos de la posguerra y del fin del imperio, el fallido matrimonio con la difunta Diana de Gales determinó en buena medida la imagen pública de Carlos en el Reino Unido y más allá del país.
Camila, mientras, ha pasado de ser la culpable de acabar con el cuento de hadas entre Carlos y Diana a ser aceptada como el gran amor de la vida del monarca, tras una operación para amabilizar su figura en la que el Palacio de Buckingham no ha escatimado recursos.
Nacido el 14 de noviembre de 1948, Carlos ha pasado a la historia como el heredero que más tiempo ha aguardado para convertirse en monarca del Reino Unido y parte de las excolonias británicas de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth).
Dedicó esa larga espera a la filantropía, la espiritualidad y a su compromiso con el medioambiente, aunque fueron su separación de Diana en 1992 y su matrimonio con Camila en 2005 lo que le atrajo más titulares de la siempre ávida prensa británica.
Imborrables son sus imágenes caminando junto a sus hijos William y Harry tras el féretro de Diana de Gales cuando esta falleció en accidente de tráfico en París, en 1997.
El contraste no podía ser mayor con las que 16 años antes difundieron las televisiones de todo el mundo cuando ambos contrajeron matrimonio en la londinense catedral de San Pablo, en una de las bodas del siglo.
Pese a un carácter que en ocasiones parece arrogante y altivo, el rey ha hecho en los últimos años esfuerzos por acercarse al ciudadano y modernizar así una institución que siempre se ha distinguido por mantener las distancias.
A diferencia de su madre, si por algo se destacó Carlos como príncipe de Gales fue por defender de forma mucho más desinhibida las causas ambientales y humanitarias en las que participa a través de más de 20 ONG y fundaciones.
Los detalles de una ceremonia milenaria
El protocolo está establecido así: el día comienza con la “procesión del rey”, un recorrido de unos 2 km en el centro de la ciudad, desde el Palacio de Buckingham hasta la Abadía de Westminster. Luego, la pareja real viaja en la moderna carroza fabricada con ocasión del Jubileo de Diamante de Isabel II. Llegan a la iglesia para el comienzo de la ceremonia a las 11 (hora local).
Carlos III es coronado a las 12 y el servicio religioso, presidido por el clérigo de mayor rango de la Iglesia de Inglaterra, el arzobispo de Canterbury Justin Welby, finalizará a las 13 locales. La ceremonia es en gran medida la misma desde hace más de mil años. Primero se presenta al rey ante los fieles, que responden con gritos de “¡Dios salve al rey Carlos!”.
Las trompetas suenan después de cada reconocimiento.
El arzobispo de Canterbury administrará el “juramento de coronación”, en forma de preguntas al monarca. Carlos responderá a las preguntas con la mano sobre la biblia y luego dirá: “Cumpliré lo que he prometido. Que Dios me ayude”. También prestará por separado un juramento en el que el rey afirma ser un “fiel protestante”. El monarca, sentado en el trono del rey Eduardo, la silla de la coronación, bajo un dosel, es a continuación “ungido, bendecido y consagrado” por el arzobispo. El óleo consagrado se vierte de una ampolla de oro y se administra con una cuchara de plata dorada del siglo XII que es el artefacto más antiguo de las joyas de la corona. La unción será “la única parte de la ceremonia que el público no verá”, afirmó Welby. Después, el monarca se sentará en el trono.
Tradicionalmente, el arzobispo y el heredero al trono, seguidos de los duques reales y los aristócratas, se arrodillan y juran lealtad. Esta vez, el príncipe William será el único que rinda homenaje a Carlos. Camila será coronada por separado en una ceremonia similar pero más sencilla. El rey y la reina regresarán al Palacio de Buckingham en la carroza de oro, en un gran desfile denominado “procesión de la coronación”. A ellos se unirán otros miembros de la familia real y unos 4.000 militares en uniforme de gala. En el palacio, la pareja real aparecerá en el balcón hacia las 14:15 locales para saludar y presenciar un desfile aéreo.