Algunas zonas rurales con despoblación similar a Siberia.
El último habitante de Sarnago murió hace 37 años, pero desde entonces José María Carrascosa y su asociación han puesto su empeño en hacerlo revivir. Todo un reto, en una de las regiones más despobladas y envejecidas de España.
La emigración rural en numerosas zonas de Castilla —donde se encuentra Sarnago—, así como en Aragón y Extremadura fue tan masiva entre los años 50 y 70 que en ellas la densidad de población ronda ahora los dos habitantes por km2. Un nivel similar al de regiones extremas como Laponia o Siberia.
Todo ello hace de España "un país raro dentro de Europa", pues ninguno de los vecinos comparables por superficie tienen semejantes desiertos demográficos, de acuerdo con lo que señala Sergio del Molino en un ensayo de referencia, "La España vacía".
"Aquí hubo una despoblación brutal", recuerda Jesús Hernández, alcalde de San Pedro Manrique, una localidad ubicada a 4 km de Sarnago.
Carrascosa emigró con su familia en 1967, cuando tenía tres años, y se instalaron en Tudela, en el rico valle del Ebro.
Nefasto.
Su padre veía que en Sarnago "ya no daba realmente" para vivir, entre otras cosas por la decisión de la dictadura franquista, dos años antes, de plantar allí 22.000 hectáreas de pinos, lo cual resultó nefasto para los agricultores cerealeros de esta comarca fría y ventosa situada a más de 1.000 metros de altitud.
Lo curioso de Sarnago, que llegó a tener más de 400 habitantes, ayuntamiento propio y una escuela con 30 niños, es que sus gentes no lo olvidaron, al contrario que otras localidades vecinas como Aldealcardo, donde sólo la iglesia mantiene su cubierta.
En medio de otras viviendas reducidas a cascotes y maleza, Carrascosa por ejemplo se hizo construir una de tres dormitorios, a la que va a menudo. Y la asociación que preside ha logrado instalar luz y agua corriente y reconstruir 25 de las 40 casas del pueblo.
Sin embargo, de ahí a que vuelva a haber población permanente hay un trecho, en buena medida por la precariedad de los servicios públicos y la escasez de niños.
En San Pedro Manrique, cabeza de comarca con menos de 600 habitantes, la atención médica, aunque garantizada a diario, es básica. Y la escuela pública, que atiende a 66 niños, se limita a guardería y primaria.
"Enero y febrero es muy duro", con temperaturas de hasta 15 bajo cero, "y si te pilla una nevada te quedas aislado", cuenta Jesús Catalán, un pensionista de 71 años que con su mujer se pasa seis meses del año en Sarnago, de marzo a octubre.
Atracción.
Desde hace unos años, el turismo rural es una de las actividades emergentes en esta zona agrícola y ganadera, donde pueden apreciarse valles, montañas y hasta huellas de dinosaurios.
Uno de los que optó por este negocio, en Yanguas (40 habitantes), fue Gonzalo Esteban, de 42 años.
En 2001, se vino desde Valladolid, una ciudad de más de 300.000 habitantes situada a 250 kilómetros, con su entonces novia y ahora madre de sus dos hijos pequeños.
Su coqueto albergue rural incluye un restaurante micológico y atrae turistas todo el año. Sin embargo, Gonzalo teme que todo esto sea "ficticio", pues "basta que se vayan tres familias con sus hijos", de las siete que allí viven, para que se rompa el equilibrio y la actividad del pueblo se malogre.
Más allá de la novedad del turismo rural, la actividad agrícola sigue siendo un problema de fondo, según señalan productores de la zona.
"Los pueblos, si no hay agricultores y ganaderos, se despueblan", y para evitar eso considera que se necesitan "unos precios justos", incide Aurelio González, que se desempeña como secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) en la región de Castilla y León.
Incentivos fiscales pueden ser solución.
Daniel López, vocero de Ecologistas en Acción, critica que la Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea concede sus ayudas atendiendo a criterios de competitividad y tecnificación y no a "la cantidad de empleo neto que se crea", lo cual no ayuda a fijar población.
De vuelta en Sarnago, José María Carrascosa recuerda la fórmula que permitió el esplendor de la ganadería en la región: los privilegios concedidos por los reyes de Castilla a las comunidades que se asentaban en los territorios reconquistados progresivamente a los musulmanes.
Entre esos privilegios había ventajas impositivas, una pista que en la actualidad defiende Juan Antonio Sánchez Quero, presidente de la comisión de despoblación en la FEMP (Federación de Municipios y Provincias), para revertir un proceso que amenaza con "cerrar muchos pueblos".
¿Necesitarían pues estas tierras una "segunda reconquista", consistente en atraer repobladores con incentivos fiscales?
"Algo así", responde Carrascosa con seguridad.
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