MIGUEL ALVAREZ MONTERO
Hoy se cumplen exactamente 40 años del aciago día en que el mundo vivió, atónito, el asesinato de un presidente norteamericano. En esa jornada quedó al descubierto la fragilidad de la que, ante la violencia sin sentido, ni siquiera escapa el máximo poder de este mundo, algo que muchos años después volvió a vivirse en la forma de un atentado que destruyó las torres neoyorquinas del Word Trade Center —símbolos del poder económico— y parte del mismísimo Pentágono, en el corazón de la capital norteamericana.
Pero aquella tarde del 22 de noviembre de 1963 fue más que un golpe al poder político: aquel magnicidio fue también el fin de un sueño idílico, la muerte de un presidente que se había metido en el corazón de su pueblo y se había ganado la simpatía de los pueblos del mundo.
Joven, jovial, deportivo, con esposa e hijos de descollante belleza, héroe de guerra, católico y todavía ocultas ciertas debilidades hacia el sexo femenino que quedaron más tarde al descubierto, John Fitzgerald Kennedy era entonces la encarnación del presidente perfecto. En consecuencia, las balas de aquel 22 de noviembre truncaron para siempre la idealización que a nivel popular se había fabricado de un mandatario.
Las especulaciones que llegaron después y que persisten al cabo de cuarenta años hablan de conspiraciones y oscuras maquinaciones, intentando todas ellas demostrar la imposibilidad de las conclusiones a que arribó la comisión oficial —encabezada por el presidente de la Alta Corte de Justicia, Earl Warren— que estudió el caso para concluir que los disparos los efectuó Lee Harvey Oswald actuando en forma solitaria.
Acaso en el año 2038, cuando se abran los archivos secretos reunidos en torno al caso, se conocerán recién los verdaderos pormenores del magnicidio. Mientras tanto, el crimen de Dallas continuará como uno de los hechos más polémicos y comentados del siglo veinte.
LA LLEGADA A DALLAS. La ciudad de Dallas había sido una de las pocas que no le había dado apoyo en las elecciones, así que por más de un año Kennedy y sus asesores planificaron una visita, de manera de fomentar entre sus habitantes la popularidad del mandatario.
Cuando el presidente, su esposa y su comitiva llegaron al aeropuerto de Dallas, ya todos conocían al detalle la ruta del desfile, porque lo había dado a conocer el "Times Herald" local tres días antes. Se sabía, pues, que Kennedy llegaría al aeropuerto veinte minutos antes del mediodía y que de allí encabezaría una caravana en automóvil descubierto por las calles de la ciudad, la que culminaría con un almuerzo en el Trade Mart donde debía pronunciar un discurso.
El Servicio Secreto había planificado las medidas de seguridad. El operativo estaba al mando de Winston Lawson y Forrest Sorrels, quienes previamente investigaron los nombres de los residentes de Dallas que pudieran constituir una amenaza para la vida de Kennedy. Concluyeron en que no había ningún sospechoso en el distrito, por lo que acordaron que no había motivos para impedir que el desfile se hiciera en automóvil descapotable.
Tras los saludos de la multitud en el Aeropuerto, los Kennedy abordaron el Lincoln Continental para iniciar, pocos minutos antes del mediodía, la caravana por la ciudad.
En el asiento trasero viajaba el presidente y a su izquierda Jacqueline, su esposa. El automóvil tenía dos asientos plegables entre el delantero y el trasero, donde iban el gobernador de Texas, John Connally, y su esposa, en tanto en el delantero iban el chofer —el agente secreto William Greer— y a su lado Roy Kellerman, también agente del Servicio Secreto.
Detrás del vehículo de Kennedy iba otro automóvil con ocho agentes más cuya misión era vigilar a la multitud y un tercer vehículo en el que viajaban el vicepresidente Lyndon Johnson, su esposa y el senador Ralph Yarborough. Cuatro motociclistas flanqueaban el coche presidencial con la misión de mantener a la multitud en su sitio.
DISPAROS FATALES. A las 12:30 la caravana llegó al centro, donde se apostaba una muchedumbre. El automóvil presidencial avanzaba por Elm Street hacia el Triple Puente y acababa de dejar atrás el edificio de la Texas School Book Depository cuando se escuchó el primer disparo. La marcha era entonces de 18 kilómetros por hora, comprobado porque el fotógrafo amateur, Abraham Zapruder, había podido seguir con su cámara cinematográfica el automóvil durante unos 40 metros inmediatamente antes del asesinato; dicha cámara operaba a razón de 18.3 fotos por segundo y el trayecto comprendía 152 cuadros.
Tras el primer disparo se escucharon en rápida sucesión otros. Kennedy se llevó las manos al cuello porque una bala acababa de perforárselo. La segunda le alcanzó en la nuca y el presidente se desplomó sobre Jacqueline, que estaba saludando a la multitud del lado opuesto a su marido. La primera dama, en un movimiento reflejo, se encaramó en la parte trasera del vehículo, a donde estaba llegando el agente secreto Clinton Hill, quien la empujó hacia el asiento trasero y cubrió al presidente y a su esposa.
Cuando al agente Kellerman, que viajaba en el asiento delantero, se percató de lo que ocurría, ordenó al chofer que acelerara mientras advertía por radio al Parkland Memorial Hospital (distante 6 kilómetros) que iban hacia allí con el presidente gravemente herido.
ULTIMOS INSTANTES. Un equipo de doce médicos cirujanos ya estaba pronto en el Parkland Memorial Hospital de Dallas cuando el automóvil llegó con John Kennedy herido de muerte. El primero en asistirlo fue el doctor Carrico, quien advirtió que tenía movimientos respiratorios agónicos, sin coordinación. Los ojos estaban abiertos, pero las pupilas no reaccionaban a la luz. El pulso no se oía, pero el corazón parecía latir aún.
Kennedy fue declarado muerto a la una de la tarde.
La autopsia reveló dos heridas en la cabeza: una de 6 por 8 mm. en la derecha de la base del cráneo; la otra de 13 centímetros. Los rayos X permitieron ver unas 40 partículas de metal en el interior de la cabeza; el fragmento más grande se había alojado encima del ojo derecho.
Se constató otra herida en la parte posterior del cuello, un poco a la derecha de la espina dorsal y por sus características los cirujanos concluyeron que la bala que la produjo había salido por delante del cuello, precisamente en el área que los médicos habían cortado para efectuar la traqueotomía.
¿FUE OSWALD? De acuerdo con la investigación de la Comisión Warren que a nombre del gobierno analizó el caso, en el sitio del asesinato varios testigos declararon que habían visto disparar un rifle desde la ventana del extremo sudeste del edificio de la Texas School Book Depository, en el sexto piso. El testigo Howard Brennan, que estaba justo enfrente del edificio, dijo a la policía que había visto a un hombre delgado, de unos 30 años, disparar un rifle desde la última ventana del sexto piso.
Paralelamente, uno de los policías en motocicleta vio, en el mismo momento en que escuchó el primer disparo, un revuelo de palomas sobre el edificio de la Texas School Book Depository, así que avanzó hacia allí y encaró al encargado del edificio, Roy Truler, que estaba en la puerta. Cuando ambos entraron, se encontraron en el segundo piso con un hombre a quien el encargado del edificio identificó como uno de los empleados, así que siguieron escaleras arriba. El hombre al que acababan de cruzar había empezado a trabajar allí 35 días antes y se llamaba Lee Harvey Oswald.
Al llegar al sexto piso, el policía encontró tres cartuchos vacíos, pero cuando dio la orden de cortar la entrada del edificio, Oswald ya había ganado la calle.
El presunto asesino de Kennedy abordó un autobús en Elm Street a 7 cuadras del lugar del asesinato, a la una de la tarde fue visto entrar a la casa de asistencia en que vivía y al rato salir a toda prisa a la calle. Quince minutos después el agente J.D. Tippit resultaba asesinado a un kilómetro de la casa de Oswald, aparentemente porque lo quiso detener. Algunos testigos del hecho dijeron que el presunto asesino corrió hasta un cine. La policía rodeó ese edificio, varios agentes entraron a la sala y detuvieron a Oswald cuando intentaba sacar un revólver, golpeándolo en el ojo izquierdo.
Conducido a la central policial negó toda participación en los asesinatos de Kennedy y de Tippit, pero igual se le consideró el principal sospechoso luego que se comprobó que el rifle descubierto en el edificio de la Texas School Book Depository había sido comprado por correo y enviado al apartado postal de Oswald.
RUBY ASESINA A OSWALD. Mientras el mundo siguió con tristeza la asunción del vicepresidente Lyndon Johnson en el propio avión que condujo los restos de Kennedy hacia Washington, la atención se centraba en Oswald.
La prensa había convertido el edificio de la Central de Policía de Dallas en algo caótico, pues no estaba diseñado para soportar tamaño asedio. En consecuencia, se decidió trasladar al sospechoso a la prisión del condado el domingo por la mañana, cuarenta horas después de su detención.
Pese a las amenazas anunciando que asesinarían a Oswald, se permitió que en el momento del traslado entraran en la central de policía los representantes de la prensa, de manera que presenciaran la salida del sospechoso.
A las 11:20 de la mañana Oswald salía de la oficina de la planta baja entre dos detectives, seguido por los reflectores de la televisión, cuando un hombre se adelantó rápidamente por su izquierda con una pistola Colt 38 en la mano y disparó a quemarropa sobre el vientre de Oswald, quien lanzó un gemido y se desplomó, muriendo minutos después.
El asesino era Jack Ruby, que en los interrogatorios posteriores negó estar mezclado en cualquier conspiración y aseguró que procedió así en un acceso de cólera por dejar a Estados Unidos sin su presidente más amado.
Ruby, que era propietario de dos cabarets en Dallas, fue condenado a muerte, pero murió de cáncer en prisión, en 1967.
Warren contra Garrison
INVESTIGACION. Diez meses después del asesinato de Kennedy, la comisión oficial que investigó a nombre del gobierno el caso —encabezada por el presidente de la Alta Corte de Justicia Earl Warren y compuesta por congresistas y magistrados, (entre ellos el futuro presidente Gerald Ford)—dio a conocer las conclusiones a que arribó luego de tomar testimonio oral o escrito a 552 personas.
Paralelamente, un fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, inició una investigación personal que llegó a conclusiones diametralmente opuestas a la de la Comisión Warren. La teoría de Garrison fue recogida tres décadas después por el director cinematográfico Oliver Stone, que la plasmó en la película "JFK", con Kevin Costner como protagonista, encarnando al propio Garrison.
Las diferencias fundamentales entre la Comisión Warren y las hipótesis de Garrison y Stone pueden resumirse en los siguientes puntos:
ASESINOS. Para la Comisión Warren el único responsable de los disparos fue Lee Harvey Oswald, quien disparó tres veces con un viejo fusil italiano Mannlicher-Carcano en un tiempo de seis segundos entre el primer y el último disparo.
Para Garrison y Stone, fueron tres los tiradores que abrieron fuego cruzado contra Kennedy. Ninguno de ellos fue Oswald, que no participó del crimen.
LUGAR. Para la Comisión Warren, los disparos los efectuó Oswald desde una ventana del sexto piso del almacén de libros escolares situado en la plaza Dealley.
Para Garrison y Oliver Stone un francotirador estaba en el sexto piso del almacén de textos escolares, otro en un montículo que quedaba frente a la comitiva, un poco a la derecha. Y el tercero estaba en el edificio Daltex, detrás del coche presidencial.
HERIDAS DE KENNEDY. Para la Comisión Warren fueron dos, provocadas por dos balas que entraron en el cuerpo del presidente por la espalda. Una le salió por la garganta y llegó hasta el gobernador Connally.
Para Stone y Garrison, el presidente recibió un impacto en el cuello por delante y otro, mortal, en la cabeza. Una tercera bala le alcanzó en la espalda.
LA BALA MAGICA. Para Warren, un mismo proyectil atravesó a Kennedy y después a Connally. Esa bala atravesó la quinta costilla del gobernador, le alcanzó la muñeca derecha, la atravesó y terminó su recorrido en el muslo. Posteriormente apareció en la camilla del gobernador cuando ingresaba al hospital.
Para Oliver Stone y Jim Garrison, se descarta esa teoría. Connally fue herido por un cuarto disparo, mientras que otros dos disparos erraron el blanco.
CONSPIRACION. Para Oliver Stone y Jim Garrison, el FBI y la CIA participaron en la preparación del asesinato junto a otros grupos (cubanos anticastristas, mafia) Aseguran que agentes del FBI y la CIA, además, modificaron luego declaraciones de testigos, dieron protección a los presuntos tiradores y ocultaron pruebas.