EFE
El miedo al aislamiento, que afije a los rusos desde el comienzo de la guerra en Ucrania, se ha intensificado desde el cierre casi total de la frontera con Finlandia, país al que les unen estrechos lazos familiares y laborales.
“El billete de avión a Turquía cuesta mucho dinero. Esto es un auténtico Telón de Acero para mi familia. Yo resido en la Unión Europea, pero ellos se han quedado en Rusia”, comenta Vika en un chat creado en Telegram.
Con la suspensión de las comunicaciones aéreas con los países occidentales a causa de la guerra en Ucrania, Finlandia se había convertido desde febrero de 2022 en la principal puerta de salida a Occidente.
El 27 de marzo de 2022 el gobierno de Helsinki puso fin al tren Allegro que enlazaba con la ciudad rusa de San Petersburgo. Entonces, surgieron las líneas de autobuses que cubrían en unas 8-10 horas -incluidas unas tres horas en la frontera- los escasos 300 kilómetros entre ambas urbes.
Los precios no dejaron de subir durante los últimos meses hasta llegar a casi 100 euros por billete, pero cada vez había más pasajeros y, por consiguiente, más autobuses, un negocio redondo.
Además, el aeropuerto de Helsinki se transformó en un centro de transporte para cientos de miles de viajeros, que no podían hacer escala en territorio ruso.
Finlandia desata el pánico
En cambio, debido al incremento del flujo de inmigrantes de Oriente Medio en la frontera con Rusia, Finlandia decidió cerrar primero los cuatro puestos fronterizos del sur -los más transitados- y la pasada semana siete de los ochos existentes.
“Nuestra tarea es garantizar la seguridad de los finlandeses y de las fronteras. Rusia lo empezó y Rusia puede ponerle fin”, aseguró Petteri Orpo, el primer ministro finlandés.
Esa afirmación fue respaldada por la Unión Europea, que agradeció a Orpo que proteja 1.340 kilómetros de frontera europea y acusó a Rusia de “instrumentalizar” a los migrantes.