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El verdadero heredero de Bill Gates: el megamillonario donará más del 99% de su fortuna a su “cuarto hijo”

Sus hijos, de 27, 23 y 21 años heredarán US$ 10 millones cada uno, menos del 1% de su fortuna, ya que, a juicio del magnate, "no es un favor para los niños que tengan enormes sumas de riqueza".

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Bill Gates
Foto: archivo.

Lucía Sol Miguel, La Nación/GDA
Adoptó desde la infancia la costumbre de hacer un balance a fin de año y así medir su éxito personal. Cuando cumplió los 20, la evaluación pasó a rondar en torno a la misma pregunta: “¿Está el software de Microsoft haciendo realidad mi sueño de una computadora personal?”. Pero con el correr de los años, este interrogante dejó de tener tanto sentido hasta llegar al punto de ser reemplazado por otros tres, mucho más significativos: “¿Le dediqué suficiente tiempo a mi familia?”; “¿Aprendí suficientes cosas nuevas?”; ”¿Desarrollé nuevas amistades y profundicé las antiguas?”.

Estas son las cosas que se replantea año a año el magnate empresarial Bill Gates, quien a sus 68 años alcanza un patrimonio neto de US$ 124.500 millones, una exorbitante cifra que no le genera realmente satisfacción, como sí lo hace su familia, sus amigos y trabajar en acciones que tengan impacto social positivo, según ha asegurado en distintas entrevistas. Quizás eso explique la decisión del cofundador Microsoft de dejarle menos del 1% de su riqueza a cada uno de sus hijos.

Hijo del destacado abogado William H. Gates Sr. y la maestra escolar y banquera Mary Gates, William Henry Gates III se crio en su hogar en Seattle junto a sus dos hermanas, en el seno de una familia que desde una temprana edad lo impulsó a perseguir sus intereses en tecnología y matemática. A los 13 años descubrió que la programación informática era su pasión, un afán que cultivaba con una obsesiva lectura sobre ciencias de la computación.

Esto no le impedía destacarse como alumno en todas las asignaturas, lo que lo llevó a terminar la escuela privada con un promedio sobresaliente. Fue así como ganó un pase de entrada a la prestigiosa Universidad de Harvard, donde planeaba seguir el legado de su padre y estudiar abogacía. Pero en 1975, poco tiempo después de haber comenzado su carrera profesional, le dio la espalda a Harvard para volver a sus raíces y trabajar en el desarrollo de un software junto a su amigo de la infancia Paul Allen. Así fue como comenzaron una carrera meteórica en la que, aprovechando el impulso de las nuevas tecnologías y con una estrategia comercial agresiva, lograron crear el imperio de la innovación tecnológica que es Microsoft hoy.

Gates ocupa hoy el séptimo puesto del selecto grupo de los multimillonarios del mundo de Forbes.Diversas estimaciones han calculado sus ganancias diarias en alrededor de US$ 10,95 millones, aproximadamente US$ 117 por segundo. (Considerando el tiempo de lectura de esta nota en cinco minutos, al finalizar el magnate habrá ganado cerca de US$ 35.100).

Microsoft ya no es una de las principales prioridades de Gates. Renunció a su junta directiva en marzo de 2020 -en aquel entonces poseía alrededor del 1,3% de las acciones de la empresa-. Ha invertido parte de su fortuna en varias empresas, además de ser uno de los mayores propietarios de tierras agrícolas de Estados Unidos. Y se convirtió en un filántropo a tiempo completo, involucrándose principalmente en cuestiones de educación en su país, iniciativas contra el cambio climático, y en salud en otros continentes, declarándole la guerra a enfermedades como el polio y la malaria.

Bill y Melinda Gates. Foto: Archivo
Bill y Melinda Gates.
Foto: Archivo.

“Menos del 1%”

“El dinero no tiene ninguna utilidad para mí más allá de cierto punto. Su utilidad radica exclusivamente en construir una organización y hacer llegar los recursos a los más pobres del mundo”, reza una de las frases célebres del magnate.

Es así como en 2014, junto a su exesposa Melinda French -de quien se divorció en 2021 tras 27 años de relación y un acuerdo de al menos 6.000 millones de dólares en acciones de empresas públicas-, Gates anunció que sus hijos Jennifer (de 27 años), Rory (23) y Phoebe (21), heredarían menos del 1% de su fortuna, precisamente “solo US$ 10 millones cada uno”.

“No es un favor para los niños que tengan enormes sumas de riqueza. Distorsiona todo lo que puedan hacer creando su propio camino”, explicó el magnate entonces al programa de entrevistas This Morning. “Nuestros hijos recibirán una excelente educación y algo de dinero, por lo que nunca estarán en una situación pobre, sino que saldrán y tendrán su propia carrera”.

También Melinda ha tomado la iniciativa de donar gran parte de su fortuna -10.500 millones de dólares según Forbes-, dado que le resulta “absurdo que tanta riqueza se concentre en las manos de una sola persona”, dijo.

“Regalar su riqueza en lugar de pasársela a sus hijos es una idea de larga data entre los filántropos industriales. Se remonta al menos a principios del siglo XX. Por ejemplo, Andrew Carnegie, quien, junto con John D. Rockefeller, era una de las personas más ricas del mundo en ese momento, decidió hacerlo”, explicó a La Nación Tobias Jung, director y fundador del Centro para el Estudio de la Filantropía y el Bien Público de la Universidad de St Andrews. “Hay un tema común aquí, pero también es importante tener bastantes matices. Aunque filántropos como [Warren] Buffett se han comprometido a donar el 99% de su riqueza, eso no deja a sus familias pobres e indigentes en el futuro”.

Todo indicaría que los tres Gates están siguiendo los deseos de su padre. La mayor terminó el año pasado su maestría en salud pública en la Universidad de Colombia y ganó el premio de Excelencia en Salud Pública General, después de haber estudiado biología en Stanford. Está casada con el jinete egipcio Nayel Nassar, con quien tuvo una hija en 2023, uno de los mejores años para Gates por haberse “convertido en abuelo”, según escribió en susreflexiones del año pasado. El nacimiento de su nieta, según escribe, le ha llevado a reflexionar sobre el mundo que quiere dejarle a la pequeña.

En tanto, Rory, un chico “inteligente, culto y feminista”, según lo describió orgullosamente Melinda a Time, es graduado de la Universidad de Chicago con “una doble especialización y una maestría” que obtuvo solo cuatro años. Phoebe Gates, quien suele mostrarse acompañanda a su padre en eventos caritativos en los que ella da discursos, es una estudiante de Stanford y activista por los derechos reproductivos y la igualdad de género.

Melinda y Bill Gates
Melinda y Bill Gates.
Foto: archivo.

El verdadero heredero

Lo cierto es que Gates ha dejado en claro quién -o mejor dicho qué- se llevará el 99% restante de la repartición, y es su fundación, Bill and Melinda Gates Foundation, considerada por la expareja como el “cuarto hijo”, según reveló Mark Suzman, director ejecutivo de la Fundación Gates alWall Street Journal.

Desde su fundación en 2000 con el fin de “promover nuestra visión de que todas las personas deberían tener la oportunidad de vivir una vida sana y productiva”, Bill y Melinda Gates dedican gran parte de su tiempo a llevar adelante proyectos de desarrollo a través de la filantropía.

El último reporte de financiación de la entidad indica que en 2022 se brindaron 7000 millones de dólares en proyectos, principalmente en las áreas de desarrollo global, de salud y de economías sostenibles a través de la agricultura en distintos países del mundo. Han dedicado fortunas en moldear la educación pública de Estados Unidos y en llevar al mundo a erradicar la polio “de una vez por todas”.Para 2026, la Fundación Gates pretende gastar 9000 millones de dólares al año en áreas innovadoras como la prevención de futuras pandemias, reducir muertes infantiles, mejorar la seguridad alimentaria y la adaptación al clima.

A pesar de su divorcio, “Melinda cree profundamente en la fundación y está totalmente comprometida como copresidenta con su trabajo”, indicaron desde la fundación a La Nación.

Con cada meta de la fundación llegaron también las críticas y el escepticismo en torno a las verdaderas intenciones de sus miembros fundadores. En particular, se cuestiona la enorme influencia que acumula la Fundación Gates, a pesar de considerarse en sus bases como apolítica. Un gran ejemplo es la relevancia que la entidad tiene en la Organización Mundial de la Salud (OMS), al ser su segundo mayor contribuyente, después del gobierno de Estados Unidos. La Fundación por sí sola es responsable de más del 88% del total donado por fundaciones filantrópicas.

Y estas sospechas también apuntaron a las razones de Gates de destinar sus herencia a la fundación. “Si legaban su riqueza a sus descendientes, al morir se les adeudarían importantes impuestos sobre el patrimonio. Al hacer donaciones caritativas en forma de acciones, ellos y sus herederos podrían escapar de ambos impuestos. Al transferir casi todas sus fortunas a organizaciones filantrópicas, multimillonarios como Gates están colocando grandes porciones de riqueza permanentemente fuera del alcance del Servicio de Impuestos Internos”, apuntaba un artículo de The New Yorker.

Más allá del debate moral/legal, Jung apuntó a este medio que la Fundación Gates es una “fundación en extinción” ya que que planea gastar todo su dinero y recursos para luego dejar de existir. “Actualmente se considera que la Fundación Gates habrá completado su reducción de gastos en los próximos 25 años, es decir, alrededor de 2050.

“Lo más importante es que la influencia que ha tenido a lo largo de los años, tanto positiva como más problemática, y cómo sus actividades han dado forma a la filantropía y a las áreas en las que ha contribuido impactarán durante mucho tiempo. Las actividades de la Fundación Gates definitivamente formarán una parte importante de la historia de la filantropía y de la trayectoria de los campos en los que ha trabajado a nivel local, nacional, y global”, concluyó Jung.

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