Varios testigos narraron cómo se vivieron los ataques y dijeron que era predecible que sucediera algo parecido a lo ocurrido en París.
Con los comercios cerrados, eventos culturales suspendidos y sin transporte público, Bruselas quedó paralizada ayer por los atentados terroristas que dejaron al menos 34 muertos y más de dos centenares de heridos. Algunos personas, rozaron la muerte, mientras otras siguieron las noticias con tristeza sobre un episodio que vuelve a sembrar terror en Europa.
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Jaime Ojeda, periodista español radicado en la capital de Bélgica, contó a El País que en la céntrica estación de metro de Maalbeek una bomba explotó solo un minuto después de que se bajara del tren que lo llevaba a su oficina de trabajo. No oyó nada, pero apenas se enteró del episodio, tomó su cámara de fotos y fue de los primeros en llegar a la escena del crimen. "Vi mucha gente ensangrentada, inconsciente y mucho humo. (El lugar) olía mucho a pólvora", narró horas después del hecho.
Esa estación es a la que acude todos los días. "Es la parada en la que suelo bajarme", señala. Se salvó por un minuto.
A Lina, una musulmana belga que se estaba preparando para ir a la universidad, le sucedió algo similar. Antes de salir, leyó en la red social Facebook que hubo dos explosiones en el aeropuerto de Zaventem.
Se preocupó, pero tomó la decisión de ir a clase. "Unos minutos antes de salir, recibí una llamada de mi padre —que estaba muy, muy preocupado— y me avisa que una bomba explotó en la estación de metro, de la misma línea que tenía que tomar, y me insistió en que no debía salir de mi casa", relató. "Realmente estaba en shock", agregó.
Luego de las explosiones, las ambulancias acudieron a los lugares atacados. Y las sirenas, que sonaban en todas partes, ensordecieron a los ciudadanos, a quienes se les pidió no salir de sus casas.
Los belgas empezaron a llamarse unos a otros. "Contacté a mi familia y luego a mis amigas para asegurarme que todo el mundo estuviera en seguridad. Las líneas telefónicas estaban, sin embargo, muy perturbadas", indicó Lina.
Una de sus hermanas estaba en la universidad, donde, según dijo, había escuchado rumores de otras explosiones. "La llamé e intenté tranquilizarla. Luego mi madre fue a buscarla en auto", contó.
Poco después decidió ir a buscar otras de sus hermanas a la escuela, no muy lejos de su casa. El centro educativo estaba custodiado por la policía, quienes pedían identidad de las personas que pedían por sus niños. "Me sentí observada con insistencia (¿quizás porque llevo el velo?)", comentó.
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¿Y uruguayos?
Patricia, una uruguaya que vive en la capital belga, contó que temprano por la mañana estaba en el supermercado. Se enteró de lo sucedido cuando la llamaron por teléfono. A los pocos minutos, por los altavoces del centro comercial, avisaron que iban a cerrar en breve por los ataques.
Al mediodía, fue a buscar a su hija a la escuela. "La calle estaba muy vacía", contó. Había militares en la puerta que no dejaban el ingreso de los padres. De a uno, iban llamando a los niños. En este lugar, "el ánimo de todos era obviamente muy triste".
El futbolista uruguayo Simon van der Hoegt, que juega en el club Dender de la segunda división belga, contó a El País que ha estado mucha veces en el aeropuerto en la zona en la que estaba todo destrozado.
"Pasarán unos días para volver a la normalidad. La práctica de mañana quedó cancelada porque hay muchos compañeros que no podían llegar", dijo.
En noviembre, después de la masacre de París, las autoridades belgas decretaron una "alerta máxima" ante un posible ataque terrorista. Desde ese momento, la ciudadanía empezó a creer que un atentado como el de ayer era algo posible. "Era algo casi esperado, la duda era cuándo y dónde iba a pasar (...) y percibíamos que era algo que terminaría pasando", cuenta Patricia.
El futbolista piensa que la detención la semana pasada del "cerebro" de los atentados de París, Salah Abdeslam, intensificó esta premonición. Luego de la captura "se vio de nuevo la psicosis" al igual que ocurrió tras el 13 de noviembre.
Mateo Seré, un uruguayo que estudia economía en Bélgica, contó que desde hace cuatro meses había militares custodiando las estaciones de metro. Y para "muchos" era algo previsible. "Hace dos meses un amigo uruguayo me decía: Nos toca a nosotros. Porque pasó en Londres, pasó en Madrid, pasó en París, falta la capital de Europa". El presentimiento se concretó. (Producción: Juan Pablo Correa, Renzo Rossello).
Testigos del "apocalipsis" en el aeropuerto belga.
Nils Liedtke estaba en el aeropuerto poco antes de las explosiones. Según le contó a la cadena BBC, lo que vivió "fue básicamente como un big bang". "Fue como si tus vecinos del piso de arriba lanzaran algo grande al suelo. Todo empezó a temblar y salió un poco de humo", contó.
Demoró un segundo en darse cuenta lo que estaba ocurriendo. "Todo el mundo estaba gritando y corriendo hacia el área donde esperan los taxis. Eso fue lo que yo también hice. Todavía estoy temblando", contó poco después del episodio.
Muchas personas se enteraban de lo sucedido en el mismo aeropuerto, apenas descendían del avión. Por ejemplo, Zach Mouson, quien retornaba de un viaje turístico desde Génova, en Italia, contó al diario británico The Independent: "Había sangre en todas partes, gente herida, maletas".
Marc Noel contó al periódico inglés que salvó su vida de milagro porque decidió ir a comprar una revista para su viaje a Estados Unidos. "No quiero pensarlo, pero habría estado en el punto justo cuando la bomba estalló", señaló.
Los trabajadores del aeropuerto también vivieron con dramatismo el ataque. Alphonse Youla contó al diario Daily Mail que ayudó a siete personas a encontrar un lugar seguro. Y contó el momento preciso del ataque: "Escuché a un hombre gritar en árabe algunas palabras y luego una explosión. Luego una segunda explosión, mucho más grande".
Samir Derrouich, un trabajador del restaurante del aeropuerto, contó: "Fue horrible. Solamente había sangre. Era como el apocalipsis".
"Las dos explosiones fueron casi simultáneas. Las dos se produjeron en el mostrador de facturación. Una de ellas fue cerca de una cafetería", dijo.
Belgas ofrecen alojamiento en las redes sociales.
"¿Necesita un lugar para alojarse, especialmente si tiene niños? Contamos con lugar cerca de Montgomery". Este fue uno de los cientos de usuarios en la red social Twitter, que ofrecieron alojamiento a quienes quisieran abandonar las calles rápidamente poco después de los ataques de Bruselas.
Bajo los hashtags #PortesOuvertes (Puertas abiertas) y #OpenHouse (casa abierta), cientos de belgas manifestaron solidaridad del mismo modo que había ocurrido en París, luego de los múltiples ataques que causaron la muerte de 130 personas.
Además de ofrecer alojamiento, otros belgas se manifestaban dispuestos a trasladar en sus autos a quienes estuvieran en la calle o, incluso, a tomar un café en sus casas, según reveló la cadena CNN.
"¿Atrapado en (el aeropuerto de) Zaventem o Bruselas luego del ataque? Con gusto te recibimos en Sterrebeek esta noche", invita uno de los tuits.
Por su parte, la red social Facebook activó una función para contactar con familiares y conocidos que, posiblemente, estuvieran afectados por los ataques. Esta función también informa sobre el estado de situación del accidente y un número de teléfono para avisar por posibles emergencias.
A su vez, los mensajes de solidaridad coparon las redes sociales, que se multiplicaron con los hashtags #Brussels, #PrayForBelgium y #JeSuisBruxelles, similares a los que ocurrieron el 13 de noviembre tras los ataques en París.
En las redes, los mensajes más repetidos dedicados a las víctimas fueron "Be stronger" ("Sean más fuertes"); "Pensées pour Bruxelles et toute la Belgique" ("Los mejores deseos para Bruselas y Bélgica") o "Pray for our world" ("Recen por nuestro mundo"). La mayoría fueron acompañados por una imagen de la bandera belga.
ATAQUES EN BRUSELAS: LOS QUE LOS VIVIERONJUAN PABLO DE MARCO