No me siento dando la espalda a nada que no sea una pared, así lo hago siempre después del atentado que me hicieron”. De estas manera comenzó hablando Ernesto Samper, expresidente de Colombia (1994-1998), al tomar asiento en una sala para una entrevista con El País, en su visita a Montevideo a principios de julio. El episodio al que hace referencia fue un atentado del que fue víctima cuando era senador en 1986, en el que un grupo de dirigentes de su misma ideología recibió una serie de tiros de parte de un sicario, en un ataque donde murió el también candidato a la presidencia José Antequera.
El exmandatario ocupó diversos cargos públicos, entre ellos, concejal por Bogotá, senador, diputado, embajador de Colombia en España y ministro de Desarrollo, antes de llegar a la Presidencia. También fue secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en el período 2014-2017, organismo que, según anunció, “se está reactivando”.
Su visita a Uruguay fue por invitación de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), para liderar un evento de integración regional. Aquí un extracto de la entrevista.
-¿Qué lo motiva venir a Uruguay e impulsar una agenda de integración?
-La visita es para concretar una solicitud de “Pepe” Mujica para que se aterricen temas de la integración regional. Nunca habíamos estado tan desintegrados en América Latina como en este momento. El presidente Mujica propuso empezar por cosas concretas, que se institucionalizaran mecanismos para reactivar Unasur y Celac, no abrir nuevos mecanismos, sino trabajar con los que ya existen, y resolvimos hacer una cumbre en la Aladi invitando a expertos y académicos en estos temas.
-¿Cuáles son los pasos que se han definido?
- Hay una nueva agenda sobre integración, aceptando que hay que trabajar el concepto de nuevas prácticas. Es decir, no inventar el agua tibia, sino aprovechar lo que ya tenemos. Es un trabajo de alta diplomacia para abordar fundamentalmente con los presidentes y ministros de Relaciones Exteriores para que todos esos temas bajen a los organismos regionales y se empoderen. Para la reactivación de la Unasur, ya hay unos nuevo países que dicen que se sumarán.
- El presidente Luis Lacalle Pou ha señado que muchos organismos regionales terminan siendo “clubes ideológicos”. ¿Qué piensa al respecto?
-Pienso que hay que hacer un esfuerzo de convergencia de todos los mecanismos en la región, con Unasur, la Celac, la Alianza del Pacífico, la Comunidad Andina, el ALBA, la Asociación de Estados del Caribe, el Sistema de Integración Latinoamericano, el Mercosur. La idea es trabajar en una matriz de convergencia para sumar y no duplicar esfuerzos.
- Hay quienes sostienen que hay demasiados organismos regionales. ¿Piensa que habría que eliminar algunos de ellos, para mayor eficiencia?
-Proponer que hay que quitar mecanismos u organismos sería gastar o perder capital político en eso, pero sí se pueden reducir las tareas que cumplen y focalizar objetivos concretos. Por ejemplo, no es necesario tener consejos amazónicos en todos los países que tienen vocación amazónica, lo mejor sería elaborar una política de transición ecológica concentrada en uno.
-¿La propuesta que manejan es de concentración también en relación a otros temas?
- Sí, cada organismo se podría especializar en las áreas en las que tiene ventajas comparativas. Por ejemplo, hay un instituto de derechos humanos en el Mercosur que fácilmente podría ser el de toda América Latina; hay una institucionalidad en la Comunidad Andina con tribunal y normas garantistas que puede ser incorporada a un tratado. Algo muy importante que salió de estas reuniones es que tenemos que eliminar la figura del consenso. No hay que estar todos de acuerdo para hacer las cosas, queremos adoptar un concepto de distintas velocidades, como existe en Europa. Se pueden ir integrando de a poco las decisiones mayoritarias, sin obligar a que todos tengan que estar de acuerdo, porque eso es darle el derecho de veto a las minorías.
-¿Por qué dice que América Latina nunca estuvo tan desintegrada como ahora; a qué lo atribuye?
-Creo que cometimos el error de tratar de amarrar todo, precisamente a través de unas fórmulas de consenso que se han convertido en bozales que impiden que la integración fluya. En segundo lugar, hay una ola de polarización ideológica que hace daño, porque enfrentó a los países en materias que no deberían desunir, como la defensa de la libre movilidad de los latinoamericanos dentro de la región que contrarrestaría la criminalización contra los migrantes, o la construcción de infraestructura que comparten tres o cuatro países.
-¿Qué opinión le merece Uruguay, en especial en este año electoral?
-Uruguay es muy funcional políticamente. Ustedes han logrado interiorizar los valores y convertirlos en acción política. Aquí se respetan las normas que debe tener una democracia en términos de respeto a la contradicción y a una oposición con garantías para actuar correctamente. Me gusta la democracia uruguaya. De alguna manera es un ejemplo para la región. Por eso estamos viendo si algo de aquí se puede aplicar en Colombia, en ese umbral tan delicado que vivimos entre la violencia y la paz, con los diálogos de paz entre el gobierno de Petro y las guerrillas.
La política en los escenarios judiciales
-¿Qué piensa de la decisión del presidente Petro de romper relaciones con Israel y cancelar su reunión con el mandatario Zelenski? Ese tipo de decisiones y otras de líderes de signo contrario, ¿aumenta la polarización de la que usted habla?
- Esa es otra dimensión de la integración que tenemos que recuperar, que podamos hablar ante el mundo con una sola voz. Para eso existía Unasur, que permitía debatir y tratar de sacar posiciones conjuntas. El caso que usted menciona, no solo es el presidente Petro quien discrepa con algunas cosas, sino otros mandatarios. Si América Latina pudiera identificar salidas a esas guerras y tener una voz propia, ayudaría a superar conflictos.
-¿Es realista ese planteo cuando, por ejemplo, los presidentes Milei y Lula aún no se han podido conversar?
-Para mí, Milei es un caso totalmente atípico. Es un anticuerpo en la región, es una persona que no puede ser ubicada ni siquiera en un espacio de debate y eso es preocupante. También la región está comenzando a padecer situaciones fácticas que hacen daño a la democracia. No hay que olvidar la invasión de seguidores a Trump al Capitolio, la de seguidores de Bolsonaro al Congreso por la asunción de Lula a la presidencia de Brasil, la invasión de la Embajada de México en Quito para sacar al Jorge Glas. Además, hay muchos casos de lawfare, que es el traslado de la política a los escenarios judiciales, hay que tener mucho cuidado con el descrédito.
-Usted ha sido acusado de recibir dinero del narcotráfico en su campaña en 1993 y en muchos grupos aún queda duda de lo que su sucedió.
-Fui acusado y absuelto. Las acusaciones, como son mediáticas, hacen un daño reputacional que difícilmente se restituye. En mi caso, fui absuelto por el Congreso, por la Corte Suprema de Justicia y por la Fiscalía. Esas resoluciones no se conocen tanto como las acusaciones, pero sí dejan una lección: hay que volver al debido proceso para los casos que tienen una alta connotación política y que no hagan daño reputacional que afecta a partidos y colectividades.