The New York Times
Después de dos viajes a China en los últimos cuatro meses, he estado tratando de decir esto de todas las maneras que sé: Amigos, ustedes simplemente no entienden.
La covid-19 tuvo efectos terribles en la salud y la mortalidad humanas, pero también afectó gravemente nuestra capacidad de comprender a China. Ejecutivos estadounidenses y europeos abandonaron China en masa al comienzo de la pandemia. Muy pocos regresaron. Confiaron sus negocios en China a gerentes locales. Durante su ausencia, Pekín dio un gran salto en la manufactura avanzada que el mundo pasó por alto. Ha creado un motor de fabricación como quizá nunca se haya visto en la historia.
China controla un tercio de la manufactura mundial (frente al 6% en 2000), y ya sea que se trate de autos, robots o teléfonos, lo que produce China hoy no solo es más barato y rápido. Es más barato, más rápido, mejor y más inteligente, y todo esto está a punto de verse drásticamente impulsado por la precipitada carrera de China por incorporar inteligencia artificial en todo lo que fabrica.
Este motor es el resultado de décadas de enormes inversiones gubernamentales en educación, infraestructura e investigación, tras muros de protección, en una sociedad donde la gente está dispuesta a trabajar de 9:00 a 21:00, seis días a la semana. Mientras China lo construía, la nueva industria más importante de Estados Unidos era la polarización política y la adicción de sus hijos a TikTok e Instagram.

Del artículo de mi colega de redacción Keith Bradsher desde China el lunes:
“Datos recientes del banco central de China muestran que los bancos estatales prestaron 1,9 billones de dólares adicionales a prestatarios industriales en los últimos cuatro años. En las afueras de las ciudades de toda China, se construyen nuevas fábricas día y noche, y las existentes se modernizan con robots y automatización. Las inversiones y los avances de China en la manufactura están generando una oleada de exportaciones que amenaza con provocar cierres de fábricas y despidos no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. ‘El tsunami se avecina para todos’, declaró Katherine Tai, quien fuera Representante Comercial de Estados Unidos del expresidente Joseph R. Biden Jr.
Por eso la estrategia del presidente Donald Trump es tan insensata. En lugar de imponer aranceles a todo el mundo, deberíamos buscar alinear a todos nuestros aliados industriales en un frente unido para decirle a China: No se puede fabricar todo para todos. Si bien China controla un tercio de la producción manufacturera mundial, solo representa el 13% del consumo global. Esto no es sostenible, y no solo está alarmando a Estados Unidos y Europa, sino también a Brasil, Indonesia, India y otros países; incluso Rusia ha recortado repentinamente las importaciones de automóviles de China.
En lugar de que nuestra estrategia fuera la de Estados Unidos contra todo el mundo en materia de aranceles, Trump debería haber centrado la estrategia en todas las democracias industriales, lideradas por Estados Unidos, contra China.

El objetivo sería negociar eficazmente una salida que obligue a China a reorientar sus energías hacia el interior (invertir en su exigua red de seguridad social y su sistema de atención sanitaria y estimular su demanda interna) y al mismo tiempo invite a China a construir nuevas fábricas, no en Hanoi, Vietnam, sino en Hamtramck, Michigan, y a transferirnos sus tecnologías y cadenas de suministro en empresas conjuntas 50-50.
Lamentablemente, nuestro presidente y vicepresidente estaban tan ocupados mostrando su poder en Groenlandia, despidiendo a nuestros principales generales por no ser lo suficientemente serviles con nuestro Querido Líder e insultando a nuestros aliados europeos por ser demasiado despiertos, que desperdiciaron la influencia que necesitábamos para lidiar de manera efectiva con este formidable motor chino.
Pero esto es lo que los líderes empresariales estadounidenses realmente no entienden: Trump y el vicepresidente J.D. Vance han alarmado a China y a la Unión Europea con su comportamiento errático. Cuando ven a un presidente estadounidense ignorar un acuerdo comercial con México y Canadá -el Tratado Estados Unidos-México-Canadá- que él mismo negoció, se preguntan: ¿Cómo podemos confiar en cualquier acuerdo que alcancemos con él? Esto podría estrechar la relación entre China y la UE.
Oigo a mis compatriotas decir: Solo tenemos que llegar a las elecciones intermedias y que los demócratas recuperen la Cámara de Representantes, y todo irá bien. Lo siento, amigos, no podemos esperar tanto. Unos 20 meses más o menos con este liderazgo errático, y nuestro país estará irremediablemente destruido. Necesitamos que un puñado de republicanos en la Cámara y el Senado, ahora mismo, se alineen y pongan fin a este devastador desastre económico provocado por el hombre.
Canadá ve próxima la posibilidad de recesión
El primer ministro canadiense, Mark Carney, advirtió ayer lunes que “la probabilidad de una recesión en Estados Unidos ha aumentado de forma considerable” tras la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles globales y la abrupta caída de los mercados. En un evento electoral en la localidad canadiense de Victoria, en la costa del Pacífico, Carney añadió que había avisado que la política comercial de Trump causaría una recesión y que la situación en Estados Unidos “tendrá considerables efectos en la economía canadiense”.
“Es muy difícil para nosotros evitarlo”, explicó. Carney aseguró que si gana las elecciones del 28 de abril, su Gobierno combatirá los efectos negativos de los aranceles y la posible recesión acelerando grandes inversiones y proporcionando “claras guías” de donde se invertirán los fondos públicos. El líder canadiense insistió que los “injustificados aranceles” impuestos por Trump a varios sectores económicos canadienses están acompañados de “amenazas” a la soberanía canadiense. “Tienen un objetivo: debilitar Canadá, rompernos para que los Estados Unidos se conviertan en nuestros dueños”, dijo. EFE

Evitar una “guerra nuclear económica”
El magnate estadounidense Bill Ackman, un gestor de fondos especulativos muy seguido en Wall Street, reclamó al presidente Donald Trump tomarse una “pausa” de 90 días antes de lanzar el 9 de abril una “guerra nuclear económica”, en referencia a los aranceles “recíprocos”.
Ackman, que dirige el fondo Pershing Square y fue uno de los multimillonarios que respaldaron a Trump, le advirtió en X que “al imponer aranceles masivos y desproporcionados a amigos y enemigos”, Washington está “destruyendo la confianza” en EE.UU. como socio comercial y como mercado en el que invertir capital.
El magnate llama a “una pausa de 90 días” para negociar los aranceles “injustos, además de asimétricos” y asegura que si “el 9 de abril lanzamos una guerra nuclear económica contra cada país del mundo”, EE.UU. tendrá graves problemas de reputación que tardarán décadas en resolverse y arrastrarán al consumo y la inversión.
Y va más allá, asegurando que Trump “está perdiendo la confianza de los líderes empresariales de todo el mundo” y que las consecuencias serán muy malas para los “consumidores de bajos ingresos”, entre los que tiene “millones” de votantes, para afirmar finalmente: “Esto no es por lo que votamos”.
En ese sentido, reitera que el mandatario tiene una “oportunidad para llamar a una pausa” y arreglar el sistema arancelario, o de lo contrario “nos dirigimos a un invierno económico nuclear autoinducido y deberíamos prepararnos”, expresando su deseo de que “prevalezcan cabezas más frías”.
Los comentarios de Ackman se suman a los de otra reputada voz en Wall Street, la del ejecutivo del banco JPMorgan Chase, Jamie Dimon, quien advirtió de una recesión a consecuencia de los aranceles e incluso de una “guerra militar”. Hasta la mano derecha de Trump, Elon Musk, parece disentir con su estrategia comercial, pues este fin de semana dijo esperar que Estados Unidos y Europa tengan “aranceles cero”. EFE
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