Cómo los aranceles de Trump destruyen lo que hace grande a Estados Unidos y dañan el alma de los ciudadanos

La decisión del mandatario republicano puede resultar un punto de inflexión para la presidencia. La esencia de la agenda de Trump podría ser: No nos gustan esos malditos extranjeros.

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El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sostiene una gráfica mientras pronuncia un discurso sobre aranceles recíprocos
El presidente Trump sostiene una gráfica mientras pronuncia un discurso sobre aranceles recíprocos
Foto: AFP

David Brooks / The New York Times
Dejaré que otros describan el caos económico que los aranceles de Donald Trump ya han comenzado a causar. Quiero describir el daño que causarán a la psique y al alma estadounidenses.

Trump está construyendo muros. Sus políticas comerciales obstruyen no solo el flujo de bienes, sino también el de ideas, contactos, tecnología y amistades. Sus políticas migratorias hacen lo mismo. Ataca a las instituciones y comunidades más involucradas en el intercambio internacional: investigadores científicos, universidades, el cuerpo diplomático, agencias de ayuda exterior y alianzas internacionales como la OTAN.

La esencia de la agenda de Trump podría ser: No nos gustan esos malditos extranjeros.

El problema radica en que, a lo largo de la historia de la civilización occidental, las grandes naciones han sido puntos de encuentro. Han sido lugares donde personas de todas partes se encontraron, intercambiaron ideas y crearon nuevas. En su libro Ciudades en la Civilización, Peter Hall analizó los lugares más innovadores a lo largo de los siglos: Atenas en el siglo V a. C., Florencia en el siglo XV, Viena desde finales del siglo XVIII hasta vísperas de la Primera Guerra Mundial, Nueva York desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, y el Área de la Bahía posteriormente.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, saluda camino a anunciar los aranceles recíprocos
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, saluda camino a anunciar los aranceles recíprocos
Foto: AFP

Todos eran puntos de encuentro para personas de diferentes naciones. La innovación económica explota, escribe, “en lugares con una rica red de canales de importación, que a su vez proporcionan canales para nuevas ideas”.

Esto solía ser Estados Unidos. Una nación encrucijada, que atraía a inmigrantes muy motivados que querían estar donde estaba la acción. Defendíamos el libre comercio. El colonialismo británico y el internacionalismo estadounidense hicieron del inglés lo más cercano que tenemos a un idioma global.

Este solía ser nuestro futuro. En un ensayo de 2009 para Foreign Affairs titulado America’s Edge, Anne-Marie Slaughter argumentó que el poder en el siglo XXI recaería en las naciones que se posicionaran en el centro de las redes, y que Estados Unidos era el país ideal para desempeñar ese papel. Tenemos una población diversa con conexiones globales, alianzas a través de dos grandes océanos, las mejores universidades con un gran número de estudiantes extranjeros.

Todo eso está siendo dañado. Pero esa ni siquiera es mi principal preocupación. Mi principal preocupación es el espíritu y los valores del país. La psicología de las personas se forma según las condiciones que las rodean. Las condiciones que Trump está creando se basan en, y alimentan, una mentalidad de seguridad: nos amenazan; es un mundo de suma cero; necesitamos proteger, proteger, proteger. Necesitamos construir muros.

Automóviles. Los aranceles adicionales a los producidos en China regirán desde el 31 de octubre.
Automóviles: Los aranceles adicionales a los producidos en China regirán desde el 31 de octubre.
Foto: AFP

Una vez más, el problema radica en que, si observamos las culturas de las sociedades en su apogeo, la mentalidad es prácticamente la opuesta. En Civilización, su propio análisis de los momentos culminantes de la historia occidental, el crítico de arte Kenneth Clark concluyó que las grandes épocas se construyen sobre una gran confianza: la confianza de una nación en sus leyes y capacidades. Esa cultura compartida de confianza infundió naturalmente en las personas coraje social, un espíritu aventurero.

Piense, por ejemplo, en el tipo de personas que impulsan la innovación y el dinamismo. ¿Cómo son?

Se ponen en situaciones desconocidas. Les entusiasma la novedad. El periodista Adam Hochschild escribió una vez: “Cuando estoy en un país radicalmente diferente al mío, percibo mucho más. Es como si hubiera tomado una droga psicoactiva que me permite ver cosas que normalmente pasaría por alto. Me siento mucho más vivo”.

Tienen una curiosidad diversa. Sus intereses y entusiasmos abarcan diversas esferas. Los premios Nobel tienen al menos 22 veces más probabilidades que el científico promedio de tener una afición secundaria como mago, actor, bailarín o algún otro tipo de artista.

Tienen un rango social amplio y una amplia variedad de amigos. En las décadas previas a la publicación de El origen de las especies, Charles Darwin intercambió correspondencia con al menos 231 científicos de 13 campos diferentes, tan variados como la economía y la biología.

Son capaces de combinar visiones del mundo dispares. La creatividad a menudo surge cuando alguien combina dos galaxias de ideas. Pablo Picasso combinó el retrato occidental con máscaras africanas. Johannes Gutenberg combinó el grabado en xilografía, la acuñación de monedas y la prensa de vino para crear su imprenta.

 Las acciones de Wall Street se hundieron en las primeras operaciones del 3 de abril.
Las acciones de Wall Street se hundieron en las primeras operaciones del 3 de abril.
Foto: AFP

Se sienten impulsados por el crecimiento continuo. Buscan ampliar sus intereses y apegos, y participar en la superación personal continua. Se les puede identificar porque han pasado por diferentes etapas. En constante aprendizaje, han cambiado sus intereses y visiones del mundo a lo largo de los años, derribando una forma de construir significado y construyendo algo nuevo. Ralph Waldo Emerson tenía razón cuando escribió: “No son sus metas, sino sus transiciones lo que hace grande al hombre”.

Hay un nombre para los valores y la postura que describo aquí: cosmopolitismo. El cosmopolita tiene raíces en una ciudad y una nación, pero valora y aprende de muchas otras corrientes nacionales. Como ya he dicho, su vida es una serie de exploraciones audaces desde una base sólida.

A veces parece que el siglo XXI ha presenciado un ataque tras otro al cosmopolitismo, desde el 11-S en adelante. Líder tras líder apela al miedo a la impureza y a la amenaza. Esta atmósfera de mundo mezquino no solo reduce el contacto entre los pueblos, sino que sofoca el espíritu emprendedor que ha sido el rasgo más característico de Estados Unidos. Trump llamó al miércoles el Día de la Liberación, pero el Día del Estancamiento podría ser más apropiado.

Si Estados Unidos sigue siendo Estados Unidos, estos aranceles representarán un punto de inflexión para la presidencia de Trump. La gente estará indignada por el sufrimiento económico inútil que causan; y, más sutilmente, repugnada por los valores cobardes que representan.

OPOSICIÓN

Demócratas: “suba de impuestos” y recesión

Los aranceles globales anunciados el miércoles por Donald Trump elevarán el costo de vida, advirtieron varios políticos demócratas, que los calificaron como una “subida de impuestos” y alertaron de una posible recesión.

Trump “ha impuesto la mayor subida de impuestos de la historia de EE.UU., ha disparado los costos de los neoyorquinos en unos 6.000 dólares al año y sumido a Wall Street en un pánico completo”, dijo la gobernadora Kathy Hochul, de Nueva York, criticando que la clase media será la más afectada.

Su homóloga de Nuevo México, Michelle Lujan Grisham, aludió al encarecimiento de “alimentos, combustible, vehículos, materiales de construcción” y señaló un estudio de la Universidad de Yale que cifra el aumento de costos en los 4.200 dólares anuales para los hogares estadounidenses.

El gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, se refirió a los aranceles como una “política imprudente” y dijo temer por los fabricantes de cervezas artesanales de su estado, el segundo mayor productor del país. “Tenemos ingredientes que vienen de Canadá y otras cosas importadas que potencialmente se encarecerán de un día para otro”, afirmó Shapiro. EFE

Capitolio: Congreso de Estados Unidos en Washington. Foto: AFP
Capitolio: Congreso de Estados Unidos en Washington.
Foto: AFP

CONGRESO

Buscan limitar el poder de Trump

Dos senadores -uno republicano y otro demócrata- presentaron ayer jueves un proyecto de ley que limitaría la autoridad del presidente Donald Trump para establecer aranceles, requiriendo la aprobación del Congreso para cualquier nuevo gravamen.

La iniciativa, sin embargo, tiene pocas posibilidades de convertirse en ley.

La Ley de Revisión Comercial de 2025 exigiría a Trump notificar a los legisladores sobre los nuevos aranceles dentro de las 48 horas posteriores a su implementación, con una explicación de los fundamentos y un análisis de sus posibles impactos.

Presentada por el republicano Chuck Grassley y la demócrata Maria Cantwell, la legislación también exigiría la aprobación de los nuevos gravámenes por parte del Congreso dentro de los 60 días, para evitar su vencimiento.

La participación de Grassley representa el sugundo desafío en pocos días a Trump por parte de su propio partido, que controla ambas cámaras del Congreso y ha ofrecido poca resistencia a sus desenfrenados primeros meses en el cargo.

Cantwell, la demócrata de mayor rango en el Comité de Comercio, afirmó que el nuevo proyecto de ley garantizaría que las políticas comerciales basadas en normas sean “transparentes, coherentes y beneficien al público estadounidense”.

“Los aranceles arbitrarios, en particular sobre nuestros aliados, perjudican las oportunidades de exportación de Estados Unidos y elevan los precios para los consumidores y las empresas estadounidenses”, dijo.

El anuncio se produce después de que cuatro republicanos del Senado se unieran a los demócratas para aprobar una medida que bloquearía los aranceles de Trump a las importaciones canadienses.

Ambos proyectos necesitan el apoyo de dos tercios en ambas cámaras para eludir el veto de Trump, y el presidente de la Cámara, Mike Johnson, descartó, en cualquier caso, someter la legislación canadiense a debate. AFP

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