David French - The New York Times
Todo se desmorona, el centro no puede sostenerse”. William Butler Yeats escribió estas palabras en su poema La segunda venida en una época diferente de violencia y miedo. Era el año 1919, Europa todavía se estaba recuperando de la Primera Guerra Mundial, una pandemia de gripe mortal estaba arrasando el mundo y la guerra de independencia irlandesa estaba en marcha. Yeats escribía desde el corazón de una tormenta, una tormenta que empeoraría indescriptiblemente en veinte años.

Pienso a menudo en las palabras de Yeats. Cuando habla de “centro”, no se refiere a una especie de centro político moderado, sino al centro moral de la civilización. Cuando el centro moral cede, las naciones caen.

Pensé en esas palabras de nuevo cuando vi la sangre en la oreja de Donald Trump el sábado. Ahora es el momento de que el centro moral de Estados Unidos se levante y declare -con una sola voz, ni roja ni azul- “Basta”. O recuperamos nuestro sentido de la decencia y el respeto básico por la humanidad de nuestros oponentes, o veremos, en palabras de Yeats, la “marea ensangrentada” desatada en nuestra tierra.

Las condiciones culturales para el caos se crean por la falta de coraje y carácter. Yeats lamentaba que “los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada”. Y ya hemos visto la intensidad apasionada de los peores en exhibición. Miembros de una facción extrema han afirmado que el tiroteo fue una elaborada estratagema para generar simpatía por Trump. Al mismo tiempo, miembros de la facción extrema opuesta han intentado afirmar que el presidente Joe Biden es responsable del ataque.

¿Cómo se sostiene el centro? Los demócratas y los independientes deben solidarizarse con los republicanos, llorar a los muertos, rezar por los heridos y dar gracias porque Trump sobrevivió con solo una herida menor. Prácticamente todos los demócratas importantes han condenado la violencia en voz alta, y Biden ha condenado la violencia y ha hablado directamente con Trump.

Foto: AFP

Todo esto es bueno y necesario, pero no es suficiente. Cada uno de nosotros tiene su propio papel que desempeñar, en sus propios círculos de influencia, ya sean grandes o pequeños. Pocas veces ha habido un mejor momento para amar a nuestros enemigos, orar por nuestra nación y recordar -durante una de las campañas políticas más tensas en generaciones- que todos y cada uno de nosotros somos seres humanos, creados a imagen de Dios.