Para atacar el programa nuclear de Irán, Estados Unidos utilizó por primera vez una potente bomba antibúnkeres, la única capaz de destruir instalaciones a gran profundidad. Se trata de la GBU-57, una ojiva capaz de hundirse a decenas de metros bajo tierra.
Lo que hace única a esta bomba es su capacidad para penetrar en la roca y hormigón. La GBU-57 fue diseñada para penetrar hasta 61 metros bajo tierra antes de explotar.
A diferencia de muchos misiles o bombas que detonan su carga al impactar, estas ojivas rompebúnkeres buscan primero enterrarse en el suelo y solo explotan cuando alcanzan la instalación subterránea.
Estas armas están diseñadas “con una carcasa de acero reforzado muy gruesa” para ayudar a “penetrar estas capas de roca”, explicó a la AFP Masao Dahlgren, especialista en armas del centro de investigación CSIS en Washington. Esto explica su peso: más de 13 toneladas y 6,6 metros de largo.
Su eficacia también reside en su detonador, que no se activa al impactar, sino que “detecta cuándo la bomba alcanza una cavidad abierta” y “detona al entrar en el búnker”, explica.
El diseño de esta bomba se lanzó a principios de la década de 2000. En 2009, se realizó un pedido de 20 unidades a Boeing.
“Solo Estados Unidos tiene la capacidad convencional” para destruir una instalación de este tipo, aseguró a la AFP antes del ataque Mark Schwartz, general estadounidense que sirvió en Medio Oriente y ahora experto del centro de estudios Rand Corporation.
Esta “capacidad convencional”, es decir no nuclear, es la GBU-57.
Los aviones B-2 son los únicos capaces de lanzar esta bomba. Siete bombarderos B-2 Spirit, cada uno con dos pilotos, participaron en la operación en Irán.
Otro grupo de B-2 se dirigió hacia el oeste de Estados Unidos y el océano Pacífico, para crear confusión sobre las intenciones de EE.UU.
Cada B-2 puede transportar dos GBU-57.
AFP